Carlos Narváez
En el mundo, ya no quedan minas donde encontrar los minerales en forma de vetas; los minerales que quedan en la superficie se encuentran dispersos y por eso la minería moderna se realiza a cielo abierto, dinamitando cerros enteros, pulverizando la roca y luego colocándola en pilas, que se riegan con millones de litros de agua mezclada con varias toneladas de sustancias toxicas, como el cianuro; el ácido sulfúrico; el xantato y otras. Con este método logran separar el mineral de la roca y a este proceso se le llama lixiviación. Requieren millones de litros de agua dulce, por lo que sacan agua de todas las fuentes cercanas y disponibles, disminuyendo el agua que se usaba para la agricultura, la ganadería y el consumo humano. Arroyos, ríos, napas subterráneas, todo es utilizado para lixiviar, porque mientras más agua tengan, más rápido le sacan el “jugo” a las rocas.
Organizaciones ambientales y sociales veníamos alertando sobre la sequía que se avecinaba, pero recién ahora la falta de agua parece haber “tomado por sorpresa” a los gobiernos de San Luis y Córdoba, que salen diciendo que se “desperdicia mucho el agua”. Resulta que ahora, las ciudades y los pueblos somos los responsables del mal uso del agua, mientras que se autoriza a las mineras a utilizar millones y millones de litros de agua por día en la Cordillera.
Esos millones de litros, antes alimentaban las napas que luego aparecían como vertientes en las Sierras de San Luis y en las Sierras de Córdoba, pero desde que fueron desviados para Bajo de la Alumbrera, (en Catamarca) y para Veladero (en San Juan), esos millones de litros ya no llegan a los lugares que irrigaron durante miles de años, por eso los arroyos y ríos que fueron fuente de vida y de verde hoy bajan sin agua.
Los políticos, otra vez, agarran el toro por la cola y le piden a los consumidores de la Ciudad que “no rieguen el jardín ni llenen la pileta”, en lugar de denunciar que el agua ya no sale de las vertientes porque las fuentes en la cordillera fueron desviadas por las grandes mineras.
No importa cuánto llueva de ahora en adelante, porque los ríos de las Sierras nunca más traerán el agua que sabían traer.
Tendremos que olvidarnos los puntanos y los cordobeses que vivimos en las Sierras, de esos ríos que siempre nos alegraron la vida.
Gracias a las grandes mineras, nunca más volveremos a ser como antes.
La Quinta Pata, 16 – 11 – 09
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