martes, 29 de diciembre de 2009

Barbarie imperialista

M. Luz Gómez

En Latinoamérica hablar de cultura es una cuestión bien particular. Si pensamos en todo aquello que podría ayudarnos a definir nuestra idea de “cultura” no podemos dejar de lado procesos como el colonialismo y la dominación social, que han marcado casi a fuego la mirada cultural de nuestros pueblos. Son muchos los ejemplos que nos recuerdan la imposición de la idea de que existe una cultura civilizada, de blancos occidentales, que merecen ser admirados e imitados por aquellas masas bárbaras e incultas que perjudican el desarrollo de cualquier pueblo o nación. “La lucha entre la civilización y la barbarie, entre la inteligencia y la materia, es la lucha imponente en América”, decía Sarmiento, y sentenciaba “de eso se trata: de ser o no ser salvaje”.

Tampoco faltan ejemplos para ver cómo históricamente la cultura de los grandes grupos económicos, sociales y políticos es elevada a un nivel tan universal que justifica todo tipo de dominación, entre ellas la cultural.

Hoy el debate es todavía más complejo e implica la profundización de estos procesos pero ya no solo desde una perspectiva europeizante sino además imperialista y capitalista. Los enfrentamientos actuales involucran a una cultura de talla universalista, que autoconcibiéndose como oficial, única y verdadera, choca contra todas aquellas que simplemente escapan a su lógica y parecen extrañas a sus ojos. Esta pugna no es sutil e inocente, sino todo lo contrario, es brutal y su intención más macabra es la homogeneización cultural a través de la internacionalización del mercado y las comunicaciones. No es casual poder comer hamburguesas en un Mc Donalds de Rusia; que se utilicen miles de términos en inglés en desprecio de los autóctonos; que bajo un mentiroso ideal democrático y una transfigurada idea de libertad se realicen las peores intervenciones e intrusiones en países con sistemas políticos, sociales, económicos, religiosos y hasta culturales diferentes al de ellos.

Lo más paradójico de todo esto, y tal vez la clave para confortarlo, es ver cómo EEUU llega a concebirse como “la cultura” elevada, como la civilización modélica del siglo XXI, pero careciendo completamente de carácter cultural: se promulga como universal porque no posee un particularismo e identidad concreta; se propone como el conjunto de valores a seguir no solo sin encarnar ninguno de ellos sino también intentando convencernos de que sus aparentes valores son los mismos que los nuestros. Toda una no cultura.

Tal vez el resurgir del debate y el repensar esto desde Latinoamérica nos permita acercarnos a una idea de cultura más consciente de nuestro dinamismo y no el de otros.


Río de Palabras, 29 – 12 – 09

La Quinta Pata

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