Federico Mare
Suiza, histórico bastión de la libertad de conciencia, hoy se sumerge en la ciénaga de la intolerancia religiosa. Una invaluable tradición humanista forjada a lo largo de los siglos, al calor de experiencias terriblemente dolorosas y aleccionadoras —desde las Guerras de Kappel, en tiempos de la Reforma, hasta la Guerra del Sonderbund, a mediados del siglo XIX— se vino abajo el pasado 29 de noviembre, cuando la mayoría de los ciudadanos (57,5%) y de los cantones (22 de 26) votó en referendum a favor de la propuesta legislativa —presentada por los partidos derechistas Unión Democrática del Centro y Unión Democrática Federal— de prohibir a los musulmanes construir nuevas mezquitas con minaretes (actualmente hay sólo cuatro), o anexar torres de este tipo a los templos islámicos ya existentes en el país, que ascienden a un centenar y medio.
La iniciativa, lejos de responder a motivaciones progresistas, secularizantes (profundización del laicismo consagrado en la constitución de 1848), se enmarca en la ola de islamofobia que se abate sobre toda Europa occidental; una hostilidad virulenta que se nutre tanto del estereotipo musulman = fundamentalista = terrorista made in USA, como del integrismo cristiano (católico y protestante) tradicional reactivado por la creciente xenofobia de una región capitalista opulenta con crecimiento vegetativo neutro o casi neutro —cuando no negativo— y altos niveles de inmigración árabe-turca (en Suiza cerca de 400 mil personas profesan el islam, algo más del 5% de la población) fuertemente concentrados en la base proletaria de la pirámide social (hecho que le imprime a la islamofobia europea un fuerte sesgo clasista, análogo al que tiene en los EE.UU. la xenofobia de los WASPs hacia los inmigrantes latinoamericanos católicos).
El referéndum en contra de los minaretes fue precedido por una masiva campaña propagandística repleta de demagogia patriotera, falacias securitistas, prejuicios efectistas, estereotipos agresivos y golpes bajos. De la proverbial "cultura política pluralista" del pueblo suizo, de su "racionalidad democrática" ejemplar, ni rastro. Las ultraderechas de toda Europa (El Frente Nacional francés, la Liga del Norte italiana, el Partido de la Libertad holandés, la agrupación belga "Interés Flamenco", etc.) celebran la "sabia" decisión de los helvéticos y se aprestan a promocionarla en sus respectivos países con su acostumbrada vehemencia.
Eliminada la "competencia desleal" de los minaretes sarracenos, los campanarios cristianos tienen asegurado el monopolio del paisaje suizo. Curiosa forma de entender la laicidad. Extraña forma de respetar las garantías constitucionales...
Art. 2.— [La Confederación] promueve [...] la diversidad cultural del país.
Art. 8, inc. 2.— Nadie puede ser discriminado por razón de origen, raza, sexo, edad, idioma, posición social, forma de vida, creencias religiosas, ideológicas o políticas [...]
Art. 15, inc. 1.— Se garantiza la libertad de conciencia y religión.
He aquí un buen ejemplo de lo que George Orwell, en su novela distópica 1984, denominó doublethink (doblepensar): "Saber y no saber, tener conciencia de estar expresando la verdad cuando deliberadamente se dice una mentira; [...] echar al olvido lo que conviene olvidar, para luego volver a recordarlo en la ocasión propicia y a renglón seguido relegarlo una vez más al olvido; [...] En eso residía el supremo artificio".
P.S.: Pero la mayoría ciudadana de Suiza algo de vergüenza tuvo, y es por ello que la prohibición no tiene efecto retroactivo. "Los cuatro minaretes existentes no están afectados", dejó en claro el gobierno federal, preocupado por la imagen del país ante la comunidad internacional. Los cuatro minaretes existentes en Zurich, Ginebra, Winterthur y Wangen bei Olten se han salvado de la destrucción. De haber hecho una cosa semejante, ¿cómo hubiese podido la Confederación Helvética evitar la odiosa comparación con el "monstruo afgano"? (en el año 2001 los talibanes bombardearon y dinamitaron con saña fanática a los "idolátricos" Budas de Bāmiyān, estatuas colosales talladas sobre roca viva que databan del siglo VI).
La Hidra de Mil Cabezas, 06 – 01 – 10
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