domingo, 21 de febrero de 2010

¡Aguante Saccomanno! (también, de Feinmann y de Sarlo)

Hugo De Marinis

El título de esta nota puede resultar equívoco, así como el de José Pablo Feinmann publicado en Página 12 el domingo 14 de febrero y titulado “Sacomanno (1).” Ahí Feinmann pareciera que fuera a discurrir sobre Guillermo Saccomanno y su obtención del premio Seix Barral Biblioteca Breve por la novela El oficinista. Dice Feinmann, de lo del título, pero mucho se ocupa de él mismo y de lo que piensa de Beatriz Sarlo.

Por mi parte, cuando me enteré del premio fue como festejar un hipotético gol de Lugüercio (Racing) que hubiese dado el mismo domingo el empate ante Gimnasia de La Plata, lo cual habría habilitado a la Academia a escaparse providencialmente de la zona del descenso explícito o implícito. Así es; este premio – a los solitarios y dispersos (sin dejar de ser abundantes) lectores de novelas y a los hinchas Racing – nos ha hecho sentir menos solos, menos marcianos. Es que a varios de nosotros todavía nos copa que nos cuenten cosas, cuentos, historias, no te digo que sin hacer ningún esfuerzo propio y enchufarle toda la responsabilidad al autor para un supuesto plácido e imperturbable confort de receptores. Pero es que a veces uno se siente abrumado por las novísimas formalidades en el arte de escribir ficciones que campean en los últimos tiempos. Uno prefiere algo identificable, algo humano, una realidad, algo material.

Si no he errado en mis apreciaciones sobre las novelas de Saccomanno que he leído, este autor cuenta historias en sus novelas. Quizá no de las más aparatosas e impresionantes. Por ejemplo, recuerdo Roberto y Eva (Legasa, 1989) que se me ocurrió extraordinaria: un improbable cruce amoroso entre Eva Perón y Roberto Arlt (con su Astrólogo y todo) antes de que la primera se convirtiera en lo que sabemos que se convirtió: idea sensacional. Si bien Evita y Arlt fueron individuos extraordinarios, en la novela son solo personas del común, cuando no marginales irredimibles, que al mismo tiempo confrontan situaciones también extraordinarias, pero en una diferente/previa escala/medio social a la de sus famas ulteriores.

Debo admitir que me sentí contrariado cuando adquirí El amor argentino (2004). En mi manía de devorar libros recién salidos de imprentas me precipité ante un supuesto nuevo trabajo de Saccomanno y nadie me advirtió que se trataba de un refrito de Roberto y Eva, con el agregado de una introducción, epílogo y algunos cambios en los capítulos. Al final añadía poco de nuevo y como me adscribo a los que piensan que las novelas son objetos de conocimiento, me malhumoré de más y hasta pensé hacerle una misiva al autor reclamándole me ayudara a que se me devolviese la guita sufragada por su obra. Saccomanno, sin embargo, estaba en su derecho de modificar lo suyo si lo viera incompleto o defectuoso. Además, acomodó el trabajo a sus últimas producciones: ahí están “Los papeles de Gómez” que asimismo se hallan en La lengua del malón (Planeta, 2003) y en 77 (Planeta, 2008), su última novela, creo, antes de la premiada El oficinista.

Feinmann tiene la culpa
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He escrito más de mi relación de lector con los libros de Saccomanno que de sus novelas, a la Feinmann. Ojo, no confundirse. Feinmann también es de los del lado de acá, un poco renegado eso sí, pero de los nuestros. Pese a que le gusta mucho escribirse y escribir a sus amigos (Bayer, Viñas, Saccomanno) no solo cuenta historias en sus ficciones sino que enseña de política, de historia, de cine, de música y de filosofía en sus ensayos y artículos periodísticos. Pero a veces se torna desaforado. Ya en una ocasión Osvaldo Bayer lo mandó con cariño a que siga con su didáctica filosófica y a que se dejara de alcahuetear sus secretos amorosos con Marlene Dietrich(2). Me pregunto si Saccomanno no lo mandará a paseo por revelar sus intimidades, por más amigos que se digan.

A menudo se le va la mano a Feinmann – qué le vamos a hacer, en tiempos posmodernos ya no hay intelectuales héroes – como en las obras de teatro Cuestiones con Ernesto Che Guevara y Eva Perón (Norma, 1999) ¿alguien se acuerda? De la misma manera en la novela Timote (Planeta, 2009). Es muy duro con la izquierda guevarista, es muy duro con el árbol caído de los Montoneros, innecesariamente duro. En Timote no deja de producir escozor muchas veces pero en especial cuando pone en boca de Norma Arrostito unas palabras como estas destinadas a Fernado Luis Abal Medina: Vení, pibe, conmigo vas a aprender dos cosas: coger y la plusvalía. Las dos te hacen falta (55). Estas líneas recuerdan al irrespetuoso Jorge E. Nedich, nuestro gitano literato vernáculo y su abominable novela El Pepe Firmenich (Ediciones B, 2003). Es recién ahora que medio entiendo a un profesor norteamericano que en una conferencia de esas que no aportan la más mínima utilidad, le comentaba a otro que ejercía en el sur de las Américas que a ciertos autores deberían prohibirles que vuelvan a tocar algunos temas. Y, más, hasta vedarles el ejercicio escritural en pos de la salvaguarda de la calidad de lo ya producido. Este educador le hablaba al otro precisamente de Timote.

No fue/es siempre así. Muy por el contario, la mayoría de sus artículos son exquisiteces; asimismo recuerdo con admiración su novela La astucia de la razón (Alfaguara, 1990) – el diálogo entre Marx y Felipe Varela antes de la batalla del Pozo de Vargas bien puede valer la novela entera (230 – 44) – y sus ensayos López Rega, la cara oscura de Perón (Legasa, 1987) y La sangre derramada (Planeta, 1998). Los fascículos que saca el Página todos los domingos sobre el peronismo son palabras mayores (digo, de un esfuerzo mayor). Todavía le debo una lectura a las 800 y pico de folios de La filosofía y el barro de la historia (Planeta, 2008), que, según informa el propio autor, los escribió todos él, no como Sarlo, que escribe prólogos y libros pequeños.
Así es Feinmann. Fascina e irrita. Y cuando no genera condescendencia, enciende pasiones.

No confío en Sarlo
A Feinmann lo leen – presumo – progres desconfiados y más o menos tirados hacia la izquierda (nacional y popular). A Sarlo, en estos días, quién sabe. Es obvio que la prohíja la derecha: se expresa en sus medios – lo cual no deja de ser más que una anécdota – y sus posiciones actuales, en términos de praxis política, la colocan en situación de identificación con los sectores más brutalmente reaccionarios del país. De todos modos, se muestra discreta y sutil en grado sumo. ¿Característica esta quizá de lo más altivo y delicado del pensamiento liberal? Vaya a saber, aunque probablemente sí si pensamos en Juan José Sebrelli y no si pensamos en Marcos Aguinis.

Pero dudo de que como planteó hace un tiempo Pablo Alabarces(3), . . . Sarlo, hasta cuando se equivoca, vuela mucho más alto que Feinmann. No: lo que sucede es que vuelan diferente. Feinmann informa sus escritos periodísticos con fuegos pasionales salpicados con especias plebeyas; Sarlo se cuida de todo eso, da la impresión aristocrática de ser más razonable, más doctoral, más organizada; es académica reconocida e internacionalizada, y por ende coloca chapa, aunque por ahí también descarga sus pasioncitas. Claro, las de ella vienen del lugar que ya sabemos, entonces la gilada las toma por aceptables.

Fíjense que sus puñales de terciopelo son raramente respuestas a quienes osan confrontarla. Ella escribe, ¿provoca? y te deja la pelota picando. Pulcra táctica, esta última, casi perfecta del pensamiento conservador/liberal contemporáneo de la cual resulta muy problemático defenderse sin caer en bajezas, es decir, manteniendo el nivel (civilizado). Sin ir más lejos el viernes 19 de febrero publicó en La Nación “El doble cuerpo de Julio Cobos”(4), donde despanzurra la dudosa integridad del vicepresidente. Fría, objetiva, institucional, la profesora presenta una nota si no brillante, al menos armadita y convincente. De los misiles disparados contra ella por Feinmann el domingo anterior, ni mu. Cuestión similar – la de la pelota picando – sucede en dos de sus ejemplares libros recientes: La pasión y la excepción (Siglo XXI, 2003) y Tiempo pasado (Siglo XXI, 2005). Todavía estoy esperando que alguien le salga al ruedo. Alguien que labure en serio el testimonio, la memoria, los recuentos personales, tan relevantes en nuestro país en el plano de la jurisprudencia y en el develamiento de verdades ocultas por coyunturas excepcionales.

Conocemos que los liberales cuando discuten sustraen (épica, pasión, ideología) y los nuestros hacen lo contrario. De este modo, a como están dadas las cosas, se llevan las de perder, a no ser que se cambien las reglas del juego de lo que se considera admisible en una polémica. Difícil, puesto que las condiciones naturalizadas de esas reglas se hallan históricamente determinadas por los dueños de la cultura, que nunca han sido los sectores que quisieran responder por el pensamiento popular/autonomista.

Habría que encontrar la manera de responder en el mismo nivel de sofisticación que los otros (los adversarios) dicen que poseen. O tal vez esté bien que se responda como Feinmann, sin sonrojarse por – es más: asumiendo a pleno como legítimos – los excesos. O, de última, como se afirma en un blog llamado Il Corvino de un tal Martín Zariello: Existe una alternativa cuando no te aceptan en los cenáculos, cuando no sos bienvenido en las sectas: hacer la tuya sin arrastrarte(5). Este tipo tiene bastante razón en lo referente a la dignidad y Saccomanno lo demuestra en la cancha porque goles son amores: ganó flor de premio internacional, así que ¡aguante nomás Saccomanno! Que Sarlo en tanto siga haciendo la suya con los artículos para La Nación y con ese comentario al que alude Feinmann que no trata bien a Bajo bandera (1984) en un libro gordito (una recopilación de sus artículos; después de todo es una buena antologista de sí misma) fruto de una editorial menor, porque según José Pablo, ninguna de primera línea le hubiera publicado eso.

1 http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-140247-2010-02-14.html
2 http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2006-06-03.html
3 http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=21042&pagina=3
4 http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1234728
5 http://ilcorvino.blogspot.com/2010/02/feinmann-de-rodillas.html



La Quinta Pata, 21 – 02 – 10

La Quinta Pata

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