Rodrigo Farías
Reflexionar con los oligopolios es lo mismo que ir al almacén con el manual del comprador, escrito por el almacenero.
Arturo Jauretche
Desde una estricta perspectiva de clase los intereses de los periodistas, como trabajadores, como asalariados, son opuestos a los de sus jefes editores como así también al de los acreedores de las empresas para las cuales trabajan. Sin embargo, lamentable, tal antagonismo no encuentra correspondencia en el comportamiento general del periodismo. Sea por filtro ideológico, alienación, temor, el gran periodismo se presenta dócil cuando es ocupado como herramienta, canal, de la ideología corporativa, neoliberal, incluso fascista que derrapan esas grandes instituciones comunicativas privadas.
La relación de los medios con las audiencias no es muy diferente. Los intereses entre empresas comunicativas y sociedad son opuestos. Ya sea por falta de alternativas, costumbre, herencia, la gnosis de la población, su memoria, conducta y principios está expuesta y es vulnerable a la virulencia propuesta por los medios masivos corporativos. Ojalá la aplicación de la ley de medios pueda contrarrestar este inmenso contraste de fuerzas.
El control de masas no es una utopía sino un ejercicio. En la comunicación todo queda sometido a una lógica matemática cuyas premisas principales se sostienen en una metáfora electrónica que ve en cada persona una terminal (input - output) por la cual puede, o no, pasar el flujo informativo. En términos políticos se supone que cada inoculación (input) informativo-ideológica puede corresponderse solo con una serie posible de respuestas esperables. Que a mayor y más temprana exposición al influjo informacional en la mente receptora es esperable menor aleatoriedad (autonomía) en su respuesta. Los focus groups, los análisis de opinión, son un perfeccionamiento de estamecánica.
Este hecho, la manipulación epidérmica y constante a la que están sujetos todos los grupos sociales, es un terror que le queda chico a la más alarmante premonición de totalitarismo orwelliano. Es una realidad fáctica, cabal, en la cual vivimos.
Sin embargo, todavía existe la esperanza de que la sociedad logre comprenderse y comunicarse fuera de los estereotipos sociales y políticos que proponen los sectores comunicativos-empresariales dominantes. Que resurja el diálogo, la discusión, la crítica entre las personas y los grupos frente a los moldes de pensamiento corporativos. Que florezcan nuevas generaciones de periodistas desobedientes a los dictámenes ideológicos de sus empleadores. Que el lector, el oyente, el espectador abandone la pasividad y reactive una discusión crítica en cada gesto y se abra a la propia transformación sumergiéndose íntegro en el angustiante, agotador, inmenso océano histórico.
Río de Palabras, 11 – 02 – 10
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