Marcelo Padilla
En primer lugar quiero ser sincero con mis sentimientos y pensamientos sobre la Fiesta de la Vendimia. Para mí, la “gran fiesta de los mendocinos”, es de lo más aburrida, siempre. Se repite, harta el folklore cuyano, y al fin, no es una fiesta (en el sentido participativo) sino un espectáculo (en el sentido de pasividad del espectador) Lo único bueno es que les da laburo a cientos de artistas y choripaneros.
Hay fiesta si sos parte de ella, sino, es un show. Hoy la Vendimia es un show mediático abúlico y en el anfiteatro cada vez hay más militantes y turistas. Que le guste a la mayoría me tiene sin cuidado. El circo romano y las corridas de toros fueron y son populares, respectivamente ¿Y? Al fin es lo que le tiran a los chanchos y los chanchos comen lo que le tiran. “Es lo que hay” (¡oink!)
A la Vendimia le falta el toque de paganismo que constituye toda fiesta popular. Demasiado cronometrada, demasiado sistémica, demasiado tediosa. Si alguien anduvo por Cádiz alguna vez, pregunte lo que es la fiesta. O por las Fallas de Valencia. O por el Carnaval de Bahía. Y lo que se vende aquí en los folletos es casi todo verso. En la viñas están los laburantes y, en la fiesta, “los vampiros del Malbec”. En el evento de “las fuerzas vivas” (avivadas) nadie escucha al que habla en el atril, todos comen, todos chupan, todos se hacen el filo. “Vamo` andando, que hay copetín en el Hyatt a las 19”.
Es, además, un escenario político del más bajo nivel. Les sirve para hacer lobby a muchos empresarios, además de permitirles a muchos tilingos codearse una vez al año con los poderosos en almuerzos bacanales. Vienen, cada vez más pelotudos de Buenos Aires: chismosos, bataclanas, periodistas genuflexos, actores muertos de hambre y Ricardo Fort, la última perla de la televisión argentina.
Encima, todos los medios le dan cobertura a ese pedazo de “nerd” quien por estos meses ejerce la mayor violencia simbólica que se haya conocido en la tele. Mostrar, ostentar, florear toda la guita que heredó y cómo se la patina. Nos está vomitando dólares en la cara. Encima le piden autógrafos. ¿Ricardo Fort diputado? No me extrañaría en esta patria del rating televisivo como trampolín a la política.
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