domingo, 30 de mayo de 2010

Clarín, o la guerra

Sebastián Moro

La guerra sucia de Clarín parece heredera del concepto bélico demonizante y genocida del Proceso. ¿El enemigo? Una nueva versión del peronismo, cercano a las líneas de una Latinoamérica con soberanía económica y simbólica, asentada sobre la construcción de justicia social. ¿Los objetivos? Como empresa, conservar y ampliar prebendas y resguardarse de las propias abominaciones delictivas y éticas (una amnistía distorsionada, como todo lo proveniente del Grupo de Tareas); como factor aglutinante de poder, sostener y hasta diseñar políticas antipopulares y antinacionales que favorezcan negocios propios y ajenos. ¿Principal arma? La construcción de un falso sentido común argentino, espejismo de una sociedad supuestamente homogénea - por lo mediatizada – que permita mantener a la población tabicada pero feliz.

Las afinidades tácticas e ideológicas con el terrorismo de Estado se estrecharon cuando Clarín no hesitó en apoyar la dictadura; el asesinato de obreros, estudiantes y luchadores; el desmantelamiento del Estado de Bienestar; la condena perpetua de la economía nacional al capital extranjero y la masacre de Malvinas. Entonces fueron Papel Prensa y los hijos de “subversivos”, el botín de guerra para Ernestina. Ambas “medallas” fueron arrebatadas sobre parrillas de tortura.

Hoy esos premios avergüenzan nuestra historia. Como el fulgor tras las tinieblas, no cierran el pasado, no lo pueden cerrar. El nuevo frente a destruir es la LSCA y al gobierno que la impulsó, en trincheras de mentiras y olvidos periodísticos con soldados ilustres (Magdalena, Morales Solá, Grondona -Pino loves-) y desconocidos. Clarín corre con la edecana Carrió y sus aliados monopólicos, con la Nobleza más baja y la Iglesia menos santa, con el corresponsal caído en desgracia (Martínez de Hoz) y con el obvio capitanzuelo traidor en tropa enemiga. La estrategia de especie que desaparece lleva al Grupo a una ofensiva golpista armada tras una oposición política feroz, agravada por el apriete sobre los poderes legislativo y judicial. Los periodistas soldados señalan miedo y odio, el que nunca tuvieron, el que no tienen, a la hora de condenar el secuestro y robo de bebés, o hacerle la venia a Bussi, a Videla. Temen, odian, colocarían en un paredón a la “ideologizada” Hebe, al “cuadro” Aníbal, al “villero” Moyano, mientras son cómplices del guionado video de las víctimas de Mamá y del manto de silencio sobre la operación Papel Prensa.

El mismo velo usan para eludir los despidos de UNO y el cierre de Crítica. El complot empresarial para dilatar los plazos de desinversión contemplados en la nueva Ley, desarma toda farsa de independencia y objetividad. El “toque de atención” del gran diario es en realidad, toque de queda. Y su solución es, pretende ser, Final.

Río de Palabras, 30 – 05 – 10

La Quinta Pata

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