domingo, 30 de mayo de 2010

El fútbol, la alcoba para cobayos

Orlando Barone

Los futbolistas del seleccionado no deberían permitir ser tratados como cobayos. No pertenecen a la fauna sino al género humano. Imponerles un permiso público para que puedan copular es una intrusión en la intimidad. Un conventillerío de fisgones.

Además esa idea estúpida de que con las parejas estables sí pero con parejas pasajeras no, discrimina acerca de la presunta calidad de una u otra cópula. ¿Por qué la estable es más sana y por qué la otra es más impura? ¿Y a qué viene discutir la abstinencia o el derroche ante toda la sociedad, si lo que vale es el convencimiento individual y la reserva del consultorio y entre dos personas? Son eso – personas - no entes atacados de incontinencia sexual al acecho de nalgas. Y no forman una jauría de machos oliendo hembras y como si la libido no tuviera en ellos ya suficiente con el juego.

Se sabe que ni el confesor ni el sicoanalista deben revelar nada acerca del confesado o del paciente; tampoco los médicos deberían hacer público los diagnósticos, recetas o programaciones sexuales de los jóvenes futbolistas a quienes atienden.

Propagar a los cuatro vientos qué tipo de sexualidad les sienta mejor a quienes son notorios y afectuosamente individualizados, sugiere exhibirlos ante la sociedad como una especie a la que se somete a experimentos de alcoba.

Y si existen recomendaciones y reparos científicos para considerar las consecuencias del acto sexual en vísperas del campeonato mundial, bastaría limitarlas a la pura relación de cada futbolista con el médico o el entrenador y con su libido.

Hay una lógica de comportamiento que todo profesional cumple o debe cumplir; y no parece digno exponerlos igual que a los convictos a los que se les permiten acotadas visitas higiénicas.

Ni las mujeres, ni las parejas, ni las amantes de los futbolistas - sean bellas y famosas o no lo sean - se merecen el cotorreo masturbatorio de los medios. La tendencia a creer que los deseos “de deseo” del jugador tienen igual destino de exposición que las jugadas de un partido, son un argumento mercachifle. Pero lo que vende se vende. El voyeurismo mediático tiene mercado. Y es atractivo y suspicaz un relato de jóvenes calientes.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 28 de Mayo de 2010 en Radio del Plata, 30 – 05 – 10

La Quinta Pata

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