Viviana Demaría
La cuestión de Ana y su fantasma no tiene fin. Ana busca un fantasma de cuerpo entero que deambula por las calles disfrazado de cualquiera. Todos pueden ser el fantasma de Ana. Todos pueden ser él.
El fantasma de Ana (el ahora fantasma de Ana) una vez vivió en su vientre. Fue acariciado, pensado, imaginado, sentido. Tuvo un nombre, un nombre bañado de sentido, un nombre inundado de futuro.
Acerca de cómo el portador de ese nombre se convirtió en un fantasma, poco puede decirse. Solo que pensaba (como cualquiera), amaba (como cualquiera), soñaba, cantaba, gozaba, decía, hacía; en definitiva: vivía. Como cualquiera.
Se sabe sí que hubo una muy larga noche en que los cuerpos vivientes fueron arrebatados y que de tan pronto que se desvanecieron no llegaron a cargar sus almas. Ellas quedaron flotando en el aire, intermediando un presente extático. Detenida desaparecida la vida quedó en esos tiempos. Tanto, que de tan detenida desaparecida edificó fantasmas que no se marchan jamás.
Ana sobrevivió a las sombras de la noche.
Sobrevivió es un modo de decir.
Porque la cuestión de Ana con su fantasma, no tiene fin. Ana busca un fantasma de cuerpo entero que deambula por las calles disfrazado de cualquiera. Todos pueden ser el fantasma de Ana. Todos pueden ser él.
La Quinta Pata, 20 – 06 – 10
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