Sebastián Moro
La abstracta “guerra contra el delito” dirigida por el gobierno provincial, con la anuencia del resto del establishment y propulsada desde los medios, esconde a la buena sociedad mendocina, intenciones y procederes mucho más graves que la mediatizada preocupación por inseguridad. Los sectores que sostienen velas alrededor de los intereses de las especulares figuras del Ciudadano Medio Ideal o del Turista Bienhechor, reinciden en su conservadurismo maniqueo en torno a debates que por fin se dan en la sociedad. Enceguecidos por la mano dura, atrasan en bloque contra la igualdad de derechos para la diversidad sexual y la discusión sobre el aborto; y reivindican la intervención de la Iglesia en cuestiones que pertenecen al ámbito público, estatal y colectivo, como la educación y los derechos humanos. La avanzada de los cruzados del viejo (y el peor) Cuyo, con la trinidad Rodriguez Saá-Gioja-Jaque, se manifiesta en los planes de contrarreformas educativas.
El paisaje urbano de Mendoza ha sido militarizado. Lo comprueba cualquier mendocino al caminar por calles despejadas de feos, sucios y malos. Las cámaras de Vila señalan y Justicia, Seguridad y Capital actúan. En cada esquina policías y gendarmes levantan sospechosos que, sospechosamente, siempre son los mismos. Los marcados lo son por su condición de marginalidad y despojo. Las “averiguaciones de antecedentes” concluyen diariamente en decenas de arrestos ilegales. Los detenidos permanecen encerrados en comisarías entre 12 y 36 horas y poco importa si están “limpios” o no. Para la policía el castigo existe sin culpabilidad. Tampoco es relevante si la persona lleva guardapolvo, fajina de limpieza o de cuidacoches. Basta con ser joven y morochón para ser apuntado por querer laburar.
En las barriadas y villas del Gran Mendoza la represión se incrementó. Las razzias se han descontrolado. Allanamientos injustificados, castigos físicos y detenciones masivas son moneda corriente, carne de cañón. Fomentada desde el poder, la irrupción violenta de la policía tiñe de temor real la vida de los pobres. La idea de limpieza social en la periferia funciona como en el centro, pero la meta disciplinaria es más práctica. La avanzada contra todo intento de reorganización social en las comunidades de la miseria es ejecutada judicial y políticamente gracias al más mediático de los silencios. Tal es el caso del reflotado proyecto del Concejo capitalino para rebautizar las 22 comunas del barrio “La Favorita”, por el más correcto de “San Agustín”.
Aunque espanten y causen rechazo las políticas fascistas de Macri y la derecha, nuestra sociedad no debiera dejar de reparar en el desprecio y el odio del centro hacia la periferia. Desde Washington hasta Las Heras.
Río de Palabras, 03 – 07 – 10
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La Dra. Laura Schlessinger es una conocida locutora de radio de los
Estados Unidos que tiene un programa en el que da consejos en directo a los oyentes que llaman por teléfono. Recientemente saltó la polémica (y más cuando se mezclan temas de religión y homosexualidad, donde cada persona interpreta lo que dice Dios y la Biblia de una manera distinta) cuando la presentadora atacó a los homosexuales. Esta locutora ha dicho recientemente que la homosexualidad es una abominación, ya que así lo indica la Biblia en el Levítico, versículos 18:22, y por tanto no puede ser consentida bajo ninguna circunstancia. Lo que a continuación transcribimos es una carta abierta dirigida a la Dra. Laura escrita por un residente en los Estados Unidos, que ha sido hecha pública en Internet (no tiene desperdicio):
Querida Dra. Laura:
Gracias por dedicar tantos esfuerzos a educar a la gente en la Ley de Dios. Yo mismo he aprendido muchísimo de su programa de radio e intento compartir mis conocimientos con todas las personas con las que me es posible. Por ejemplo, cuando alguien intenta defender el estilo de vida homosexual me limito tan sólo a recordarle que el Levítico, en sus versículos 18:22, establece claramente que la homosexualidad es una abominación. Punto final.
De todas formas, necesito algún consejo adicional de su parte respecto a algunas otras leyes bíblicas en concreto y cómo cumplirlas:
a) Me gustaría vender a mi hermana como esclava, tal y como indica el Éxodo, 21:7. En los tiempos que vivimos, ¿Qué precio piensa que sería el más adecuado?
b) El Levítico, 25:44, establece que puedo poseer esclavos, tanto varones como hembras, mientras sean adquiridos en naciones vecinas. Un amigo mío asegura que esto es aplicable a los mejicanos, pero no a los canadienses. Me podría aclarar este punto? ¿Por qué no puedo poseer canadienses?.
c) Sé que no estoy autorizado a tener contacto con ninguna mujer mientras esté en su período de impureza menstrual (Lev 5:19-24). El problema que se me plantea es el siguiente: ¿cómo puedo saber si lo están o no? He intentado preguntarlo, pero bastantes mujeres se sienten ofendidas.
d) Tengo un vecino que insiste en trabajar en el Sábado. El Éxodo (5:2), claramente establece que ha de recibir la pena de muerte. ¿Estoy moralmente obligado a matarlo yo mismo? ¿Me podría apañar usted este tema de alguna manera?
e) En el Levítico 21:20, se establece que uno no puede acercarse al altar de Dios si tiene un defecto en la vista. He de confesar que necesito gafas para leer. ¿Mi agudeza visual tiene que ser del 100%? ¿Se puede relajar un poco esta condición?
f) La mayoría de mis amigos (varones) llevan el pelo arreglado y bien cortado, incluso en la zona de las sienes a pesar de que esto está expresamente prohibido por el levítico, 19:27. ¿Cómo han de morir?
g) Sé gracias al Levítico, 11:6-8, que tocar la piel de un cerdo muerto me convierte en impuro. Aún así, ¿Puedo continuar jugando al fútbol si me pongo guantes?
h) Mi tío tiene una granja. Incumple lo que se dice en el Levítico 19:19, ya que planta dos cultivos distintos en el mismo campo, y también lo incumple su mujer, ya que lleva prendas hechas de dos tipos de tejido diferentes (algodón y poliéster). Él, además, se pasa el día maldiciendo y blasfemando. ¿Es realmente necesario llevar a cabo el engorroso procedimiento de reunir a todos los habitantes del pueblo para lapidarlos? Lev 24:10-16). ¿No podríamos sencillamente quemarlos vivos en una reunión familiar privada, como se hace con la gente que duerme con sus parientes políticos? (Lev 20:14).
Sé que usted ha estudiado estos asuntos con gran profundidad, así que confío plenamente en su ayuda. Gracias de nuevo por recordarnos que la palabra de Dios es eterna e inmutable.
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