Roberto Vélez
Hace momentos he leído declaraciones de Pablo Alonso, gerente de relaciones de San Jorge: subsidiaria de la canadiense Coro Mining Corporation.
Y en verdad estoy indignado.
Que empresarios, nacionales o extranjeros, busquen por todos los medios la forma de hacer buenos negocios, constituye la razón de ser de tal rol en el capitalismo.
Pero que coterráneos, (supuestamente formados en la defensa del interés público, que en otras épocas fueron avanzados al menos en teoría de la defensa del medio ambiente (gobierno de Lafalla), se pasen a la vereda contraria por unos cuantos dólares, constituye un despropósito despreciable.
Otras - otrora referentes de la lucha contra la contaminacion de Cuyoplacas - han hecho lo mismo. Pero por muchos menos: un contratito municipal de dos años a razón de $750 mensuales.
En verdad, mucho de lo malo que nuestra sociedad soporta, está relacionado con comportamientos de este tipo, transformados en moneda corriente.
Egoísmo, falta de solidaridad, ausencia de patriotismo (aunque cantan el himno y se ponen escarapelas), expresan valores de una cultura, antítesis de la necesaria para construir un país desarrollado y justo.
Un capítulo de mi libro sobre Cuyoplacas, está encabezado por un concepto de Pablo Alonso.
Aquel joven que por el solo hecho de serlo, debiera haber conservado valores que han servido una vez más para engañar.
Leer todo el artículoMe arrepiento de haberlo citado.
Cooptado, según él, por dos geólogos (Coro Mining) a los que presenta como idos de una gran empresa, dice que vinieron llamados por Cobos gobernador, Laura Montero y Alejandro Rodríguez.
Les está endilgando la responsabilidad de perder 20 millones de dólares, si el intento les fracasa: en otros términos riesgo empresarial.
En verdad, el ofrecimiento de 17 zonas de interés minero, (encabezadas por Paramillos y San Jorge) lo inició el gobernador Iglesias, secundado por Gabriel Fidel y Eduardo Fabre.
Tal como ha quedado de manifiesto en varios informes sectoriales de la consulta pública previa a la audiencia estamos frente a un propósito: saqueo. Se llevan todo y no dejan nada. Salvo algunos bolsillos llenos de funcionarios inescrupulosos.
Y a una consecuencia irreversible e incalculable: contaminación. Aunque la nieguen.
Que estos empresarios, merced a los bajos costos locales y a la debilidad de nuestra leyes para proteger el medio ambiente, se propongan tales despropósitos, entra dentro de la lógica a la que hacíamos referencia.
Pero que coterráneos, sean cómplices y voceros de tanta mentira, supone desprecio público y condena social.
Cipayos es un término que se utiliza desde mediados del siglo XX. Hace referencia a personas comprometidas con intereses foráneos. Arturo Jauretche habría sido el primero entre nosotros que lo utilizó.
Y cuadra justo con la inconducta de Pablo Alonso. Y con la de otros.
La Quinta Pata, 03 – 07 – 10
La Quinta Pata
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