lunes, 9 de agosto de 2010

Hiroshima: ¿desvergüenza yanqui y amnesia japonesa?

Alfredo Saavedra

Este seis de agosto se ha conmemorado el 65 aniversario del bombardeo atómico de la ciudad de Hiroshima, en Japón, uno de los más oprobiosos actos de agresión de los Estados Unidos y la más criminal acción de guerra en la historia de la humanidad.

Se hizo manifiesta en la conmemoración este año la hipocresía oficial de los gobiernos de Estados Unidos y del Japón, con descaro por parte de los yanquis y desprecio de parte de los japoneses, ante lo que resultó más que un holocausto una desgracia mundial. Catástrofe que llevaría dolor a una enorme porción de la población japonesa en la que resultaron muertos 140 mil habitantes de la ciudad de Hiroshima, con 80 mil más en la ciudad de Nagasaki, tres días después del primer bombardeo aéreo con pilotos estadounidenses y bajo órdenes del alto mando del ejército yanqui gobernado por el presidente Harry Truman a quien se atribuyó la decisión final de esa agresión.

Hoy ese desventurado suceso es visto por los gobiernos de los dos países como un episodio del pasado que solo se reviste de simbolismo y acaparado para justificarse en un mundo donde Estados Unidos y Japón son socios en la órbita del capitalismo y en consecuencia signatarios de un convenio de borrón y cuenta nueva en los anales de sus respectivas historias.

Lejos y tal vez perdido en la memoria colectiva estará el horrible escenario de la ciudad convertida en cenizas tras la incursión ese nefasto seis de agosto del avión B-29 Enola Gay de la fuerza aérea estadounidense que arrojó la bomba atómica que por primera vez era utilizada por fuerza bélica alguna. La prensa de la época reveló los desgarradores cuadros de mujeres, ancianos y niños muertos en la explosión o después en forma todavía más cruel por los efectos de las quemaduras y la radioactividad. Las gráficas en los diarios y revistas, así como los noticieros en los cines, mostraron al público los horrores de aquel genocidio.

Genocidio justificado por los Estados Unidos por el ataque por sorpresa del Japón en Pearl Harbor, donde aviones del ejército nipón infligieron bajas a tropas estadounidenses. La venganza no tenía parangón, pues mientras el ataque japonés fue a fuerzas de combate en la guerra, la agresión a Hiroshima y Nagasaki fue contra una población civil, lo que se convertía en un acto criminal de lesa humanidad y no una acción de combate de guerra en igualdad de condiciones.
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Dice una nota de prensa que todo fue en un segundo, hubo un enceguecedor resplandor, el sol se oscureció, el acero y el concreto se derritieron, la gente fue vaporizada, y solo quedó un horizonte arrasado con escombros de paredes pulverizadas. No quedó piedra sobre piedra. Hiroshima era una enorme tumba aplanada y en llamas, sobre la cual caía una extraña lluvia negra.

Pero aún con ese panorama los gringos no se tentaron el corazón para botar en igual forma otra bomba atómica sobre Nagasaki, con iguales consecuencias. Dos ciudades japonesas convertidas en cenizas. Los sobrevivientes enfrentaron una terrible agonía con la mayoría sufriendo una muerte lenta por radiación, heridas incurables y enfermedades crónicas. Los expertos creen que los Estados Unidos con sus aliados hubieran ganado la guerra sin el infernal recurso de llegar al exterminio de una porción de la humanidad en forma tan cruel.

Pero todo eso parece olvidado cuando al sitio del desastre llegó en esta conmemoración un representante del gobierno estadounidense o sea un emisario de los perpetradores de ese crimen, para oprobio de una nación que en circunstancias normales no habría aceptado tal presencia. Las noticias no lo dicen pero la lógica hace pensar que tendría que existir alguna iniciativa en el Japón para protestar tal presencia. Un despacho de prensa dice, sin embargo, que aunque el gobierno japonés ha manifestado su complacencia con la decisión, en sectores de la población hay sentimientos que no olvidan la magnitud histórica de la tragedia.

Los medios al dar noticia de la conmemoración unifican criterios en torno a la opinión de las Naciones Unidas, a través de su secretario general, de que la presencia no solo del representante de Estados Unidos, sino también de Francia e Inglaterra, aliados en la guerra, tiene la significación de promover una acción hacia el desarme nuclear, en momentos en que hay tendencias en contrario.

Observadores ven en esto un acto político con dedicatoria a la acción de Estados Unidos ante su denuncia contra Irán y Norcorea, naciones que aspiran, según esa denuncia, a convertirse en nuevos socios del club de las naciones con arsenales nucleares, que encabeza la misma nación norteamericana y que lo forman también Rusia, Gran Bretaña, Francia y China. Club que incluye a Israel, India y Pakistán. Aunque estas naciones son consideradas potencial riesgo para el desenvolvimiento de una guerrea nuclear, Naciones Unidas hace esfuerzos por anular ese riesgo, según intenciones publicitadas por la prensa.

En esos esfuerzos la entidad internacional ha encontrado eco en naciones que han aceptado sus mandatos para una disminución de ese riesgo, con la renuncia a incrementar sus inventarios nucleares o descontinuar investigaciones para tenerlos, naciones entre las que están Canadá, Sudáfrica, Brasil, Ucrania y Argentina. Que así sea.


La Quinta Pata, 09 – 08 – 10

La Quinta Pata

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