Marcos Meloni
Podríamos decir que nuestro país, en menos de diez años, ha demostrado un avance en el debate de ciertos temas que involucran a la sociedad en su conjunto. Desde el gobierno actual como su predecesor, se han puesto en el centro de la agenda política el tratamiento de diferentes problemáticas que en algunos casos respondían a sus plataformas preelectorales y en otros respondían a una urgencia y demanda social antes no representada. Tal es el caso del matrimonio gay recientemente aprobado.
Si bien son todos debates más que conocidos, es importante y necesario observar cómo fue el comportamiento de nuestro actual escenario político denominado oposición. Este arco político integrado por varios frentes supo formar alianzas en distintos momentos decisivos en el plano parlamentario, hasta beneficiarse en la últimas elecciones legislativas luego de un desmesurado aparato publicitario apoyado por las corporaciones mediáticas gorilas y oligárquicas. No obstante, desconocemos aún cómo es la plataforma política en la cual se sustentan los verdaderos lineamientos de la resistencia hacia el oficialismo. Detrás de los referentes de los grandes o históricos partidos, encontramos facciones nuevas, detractores de detractores, y un sinfín de novedosas fantochadas partidas de partidos. Caras que saben aparecer más en la televisión de entretenimiento que en los momentos de debate parlamentario. Aquellos que dicen tener distinto punto de vista del actual modelo parece que se han olvido su propio punto de vista.
Este panorama arroja una verdad desoladora para la construcción de una democracia que represente los valores más fuertes que esta forma de gobierno proporciona. Cómo se puede llevar adelante un país que busca incluir a más vastos sectores sociales si aquellos que deben buscar consenso a pesar de ser oposición buscan siempre trabar el camino con argumentos y acciones basadas en el interés particular de una pequeña minoría pudiente. Toda una perorata omnipresente en la esfera mediática que nos envuelve día a día con sus ataques directos e indirectos dirigidos a nuestra actual presidente y, en menor medida pero con la misma intensidad, a su gabinete y a toda persona que ose defender o estar simplemente de acuerdo con el gobierno del Frente para la Victoria.
Una de las posibilidades que explican esta ausencia de una oposición seria, bien argumentada, puede que se remonte a la frivolización y el vaciamiento ideológico que surgieron en los ‘70 y tomaron verdadero vuelo en los ’90, generando una mala costumbre y una manera de hacer política desde la no política. Un verdadero fraude para los que esperamos un país que se conduzca hacia la mayor integración social más allá de la bandera que nos represente.
Río de Palabras, edición aniversario, 29 – 07 – 10
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