M. Luz Gómez
“Los jóvenes están perdidos” parece ser el dicho popular con el que se viene hostigando a una juventud golpeada por la indiferencia y la subestimación de sus mayores, y que cansada ya de ser tomada como la borracha, la drogada, la desvirtuada y la ignorante, se revela contra aquellos que a fuerza de violencia y engaños pretenden domarla. Porque violento es escuchar de los que se dicen señores del saber que el accionar de los cientos de jóvenes que luchan por la “educación pública” es algo delictivo, inconstitucional, propio de irresponsables e irrespetuosos que “por ser mayoría pueden atropellar los derechos de la minoría que quiere estudiar”.
¿Y qué otra cosa pretenden los que estigmatizan a los jóvenes de esta manera? Porque falta de respeto no es luchar por el derecho a la educación sino querer ir a la escuela y que la misma se te caiga a pedazos, quedar excluido del sistema educativo porque los gastos que implica estudiar son muy altos, ser ninguneado por hacer política e insultado por ser joven y analizar políticamente el conflicto educativo. Delito no es reclamar por las injusticias sufridas sino ser funcionario del estado y robar del presupuesto educativo, criminalizar la participación política y la protesta de estudiantes, docentes y padres, desmantelar y golpear la educación pública, la del pueblo.
No es un chico soñador ni un grupito reducido de inconformes sino muchos jóvenes los que dan muestras de no ser solo esa juventud viciada que tantos medios morbosos alimentan sino también esa que rechaza las estigmatizaciones, que está bien parada en la realidad asumiendo el rol de constructora de futuro que la situación histórica le requiere, expresando sus sentires y posturas ante la realidad, su inconformidad ante lo que está mal, y desestabilizando a aquellos que los prefieren brutos y vagos. Prueba de esto no solo es la importante lucha que los estudiantes llevan adelante en las escuelas en reclamo y defensa de la educación pública sino también el debate que jóvenes de todas las provincias llevan a cabo en el Parlamento Juvenil del Mercosur, espacio donde ellos, como actores principales, plantean sus opiniones en relación a inclusión, género, derechos humanos, participación ciudadana y trabajo juvenil, y proyectan la educación secundaria que desean y esperan construir. No es ingenuo pensar en todo esto como signo de que la bandera de los cambios y luchas sociales sigue siendo de los jóvenes.
Que la juventud está perdida es mentira, tal vez están perdidos aquellos que no vislumbran en estos jóvenes la posibilidad de construir un futuro más justo y digno.
Río de Palabras, 23 – 09 – 10
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