domingo, 3 de octubre de 2010

De apellidos y prejuicios canallas

M.E.G.

Ángela Urondo y la refutación de un texto

A veintisiete años del final de la dictadura, algunos sectores siguen utilizando los argumentos de los represores. El caso de la hija de Paco Urondo y la lucha por la verdad histórica.

En la pasada edición se publicó un breve texto titulado" Ángela sin apellido Urondo", faltó consignar la refutación que merecía así como la aclaración de que fue extraído de un texto difundido en el espacio de opinión del diario Los Andes en el 2006. Su autor es el doctor en Filosofía Jorge Horacio Evans, quien por querer interpretar la muerte del escritor y periodista Paco Urondo en Mendoza se interesa por el hecho de que no pudo darle su apellido a Ángela, una beba de 11 meses que nació cuando el poeta y militante ya era un perseguido político en la clandestinidad. En un párrafo, Evans alerta sobre "la indignante perversidad de haberla arriesgado a ello por haberla llevado Paco consigo a un contacto militante ..." Más adelante el autor narra el trágico final de una chica de 16 años – la hija de Pablo Giussani a la que le estalló una bomba en la mano – y afirma que solo una personalidad como Paco pudo haberla programado para esa inmolación.

Se trata de una argumentación rechazada de plano por Ángela Urondo, abocada justamente a profundizar el tema de la infancia y la dictadura y dentro de él los prejuicios arraigados en una parte de la sociedad que piensa que si ella se vio arrastrada por un mal no fue por culpa del terrorismo de Estado, sino por una mala elección de sus padres "subversivos".

No llama la atención una versión de este tenor ya que la misma dictadura se ocupó de sembrar la confusión con falsas informaciones y verdades a medias, tendientes a alimentar el odio hacia militantes de la envergadura de Paco Urondo. Aun a costa de utilizar a una niña.

Luciano Benjamín Menéndez, máximo represor de la dictadura militar que está siendo juzgado por crímenes de lesa humanidad cometidos en Córdoba, después del asesinato de Paco Urondo en Mendoza dijo por varios medios periodísticos que los guerrilleros eran tan irresponsables que usaban a sus propios hijos como escudos humanos. Se refería a Ángela cuando nadie, ni siquiera los más íntimos allegados a la familia, conocían qué había pasado con Paco, con su mujer Alicia Raboy y la beba de ambos quien con solo 11 meses desaparecía y aparecía sola, ingresada en la Casa Cuna de Mendoza, lugar del cual fue rescatada por su tía Beatriz Urondo – hermana de Paco.
A esto hay que agregar la noticia que repartió la agencia Télam el17 de junio de 1976, la cual es una clara operación de propaganda de la dictadura. "Delincuente subversivo fue abatido en Mendoza", titula la crónica. Y en su bajada afirma: "Con otros extremistas intentaban copar un destacamento policial. Abandonaron un bebé". Como se ve, era el tiempo de una perversidad sin límites.
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Ni Ángela fue una hija-escudo, ni fue abandonada en un auto. Sí fue secuestrada por unos días por los militares, lo cual refuta la relación de hechos escrita por este profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Ese 17 de junio fue separada violentamente de su madre y ambas fueron llevadas con vida al D2, el principal centro clandestino de detención de Mendoza; solo después de transcurridos 23 días la bebé fue restituida a su tía Beatriz. Lo demás ya se sabe: Paco Urondo fue asesinado y convertido en un NN y Alicia Raboy permanece desaparecida. La tenencia de Ángela recayó en una prima de Alicia que le ocultó su verdadero origen hasta la adolescencia.

En la actualidad es ella quien gestiona legalmente el apellido Urondo en su DNI pero no es un problema mayor al que plantea la nota de opinión que publicó Los Andes, es decir, el tener que soportar el prejuicio según el cual ella era una niña en riesgo por el solo hecho de estar con sus padres, pese a su construcción aparentemente académica o con visos de "filosofía". Porque como ella se pregunta, siguiendo esa opinión: "¿Qué tendrían que haber hecho mis padres? ¿Deberían haberme abortado o abandonado al nacer para protegerme?".

En rigor, la afirmación de que Paco Urondo arriesgó la vida de su hija no se condice con los hechos, que dicho sea paso han sido reconstruidos en un expediente penal que ha derivado en el procesamiento de varios oficiales, entre ellos el comisario mayor retirado Eduardo Smaha.

La principal testigo de todo lo sucedido es René Ahualli, amiga de la pareja y sobreviviente junto a la pequeña Ángela. Según cuenta René, que era tan militante como Paco, todos compartían la responsabilidad por la seguridad de los integrantes de la organización con lo cual se hacían citas de control. Eran encuentros breves que consistían solo en caminar, siempre en lugares abiertos y con el solo objeto de constatar si tal o cual compañero estaba bien. Es más, René también tenía una beba de sólo 17 días y también pensó en llevarla pero finalmente la dejó en casa de su hermana.

Está probado que todos ellos fueron víctimas de una emboscada. Rosario Aníbal Torres, el compañero con el que debían encontrarse, había sido secuestrado y muy probablemente torturado para que revelase los datos de la cita y colaborase en el armado de la emboscada. Después algunos vecinos afirman haberlo visto sentado en la parte trasera de un auto completamente ensangrentado. Su nombre también integra la lista de desaparecidos.

Según René, esto de los niños-escudo caló hondo en la sociedad, tanto como la teoría de los dos demonios, siempre con el acicate del miedo. Es más, cuando los militares vieron que habían vecinos que humanamente reaccionaban en solidaridad con Alicia – ella pedía ayuda para que le recibieran a la beba y después era golpeada salvajemente en la vereda – a uno de los policías se le ocurrió vociferar que esa mujer había intentado robarse el bebé en la Terminal.

Otro de ellos fue más directo y sencillamente apuntó con su escopeta a la cabeza de Carlos, un vecino de Dorrego que estaba indignado por la forma en que maltrataban a la mujer, diciéndole "vos no te metás".

Por otro lado hay que decir que si Ángela no tiene el apellido Urondo se debe exclusivamente a una demora inusual de parte de la Justicia. Esta ya debería haberse expedido, no hay ninguna duda respecto de cuál era la voluntad de su padre. Antes de venir a Mendoza, Paco Urondo reconoció a su hi¡a en un testamento escrito de su puño y letra a los 30 días del mes de julio de 1975.En este punto es completamente insignificante el pase a la clandestinidad en Mendoza y el hecho de que tanto Paco como Alicia hayan usado otras identidades. Existen dos precedentes que muestran que cuando la Justicia quiere honrar la verdad histórica puede hacerla y torcer el destino que la dictadura primero y luego personas con miedo a la verdad plasmaron en papeles importantes. Uno es el caso de la rectificación de la partida de defunción de Paco Urondo que se mantuvo guardada en secreto durante varios años en el Cuerpo Médico Forense de Mendoza. Dicho papel condenaba a Urondo a ser un NN pese al reconocimiento que hiciera Beatriz del cadáver de su hermano. El otro precedente es la recuperación de una vivienda que Urondo compró al llegar a Mendoza para habitarla junto a su pareja y su hija. Pese a que la había registrado usando un documento a nombre de Edgardo Enrique Mariño, el juez la restituyó porque se demostró que Urondo y Mariño eran la misma persona.

"Ángela sin apellido Urondo" viene a ser la triste continuación de una historia tergiversada que se ensañó dolorosamente con Ángela; toda una paradoja es el empleo de la frase "indignante perversidad" en relación al comportamiento de las víctimas del terrorismo de Estado y no para quienes robaron y asesinaron no uno sino varios niños so pretexto del peligro "subversivo"

Veintitrés, 23 – 09 – 10 (Cortesía de Gastón Alfaro)

La Quinta Pata

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