Sebastián Moro
Al héroe radical de la democracia y la Constitución, se lo ve por estos días forrarse con banderas supuestamente reivindicatorias de justicia y paz social. La nueva traición cantada y su ciega especulación electoral no le impiden abusarse de “los abuelitos” con la farsa de un 82% jubilatorio berreta e irresponsable, ni defender al procesista Duhalde, tras las aguas revueltas por el asesinato del militante Mariano Ferreyra. La ilusoria paz y el consenso que Cobos le ofrenda a Magnetto para replicar en la sociedad, quedan desvanecidos al recordar el apoyo a los cortes del desabastecimiento de sus amigos, matones de campo, y la vanagloria para Videla de sus nuevos socios del fachoperonismo federal.
Subido a cualquier operación destituyente en que lo embarque Clarín, el viceopositor con sus capacidades bipolares y su continua estrategia tramposa, desconcierta hasta a correligionarios. Pero no tanto, las contradicciones son recíprocas: Cobos fue expulsado “para siempre” del paraíso radical (lugar seguramente muy aburrido y vacuo, porque los peronistas prefieren hacer salsa en el infierno) y luego “perdonado”. Este partido radicalconservador, corrompido ideológicamente por el proceso antipolítico que el menemismo le tendió, solo puede moldear hijos pródigos oportunistas, hipócritas y necios. Ayer arriaban el 82 % pero anteayer estaban contra las retenciones, la Asignación Universal, la estatización del negociado AFJP; hoy contra la participación de los trabajadores en las ganancias empresarias y mañana (como siempre) a favor del ajuste. Para los ajustados, claro, ofrecerían Servicio Militar Encubierto.
Sustentado por gran parte de la amnésica clase media, protectora del propio ombligo y móvil del odio hacia los pobres, el radicalismo de los últimos 20 años se alejó inexorablemente de sus banderías antaño democráticas y sociales. Prontos a ubicarse en el asiento de la traición, la entrega y la transa, hicieron de la UCR un partido sin movimiento, sin cuadros y sin raigambre, más allá de la política punteril, que practican y a mansalva. Bien doblados y rotos supieron dar al país la peor carga por deuda externa, hiperinflación, la reforma menemista del Estado y recesión. Les queda el currito de lo democráticos que parecen, pero la última vez que estuvieron al frente dejaron un tendal de muertos.
“Esos siempre están apurados”, le decían a Arturo Jauretche, el gran pensador nacional, de origen radical y legítimo sentir popular, acerca de dos estudiantes urgidos por consultar al maestro. “Sí, apurados por hacerse peronistas”, pícaramente concluía don Arturo. Corrían los comprometidos años setenta y la discusión y la política eran ejes claves para la sociedad argentina. Confluían muchos trapos para poder construir. Un poco como hoy, pero a no dejarse confundir por los que traicionan hasta con banderas ajenas. Porque a las propias las quemaron. Hace rato.
Río de Palabras, 24 – 10 – 10
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