domingo, 28 de noviembre de 2010

Juicios: cada jornada una flagelación

Ramón Ábalo

Las expectativas por lo que pueda ocurrir o lo que se va escuchar, motivan, en gran parte, a concurrir a las jornadas del juicio contra los genocidas del ‘76 que se iniciaron este 17 del corriente en el Juzgado Federal de Mendoza. Expectativas que son superadas por una fuerte carga emocional que sobrecogía los espíritus de los que colmaban la sala del Tribunal Oral, ante un descarnado, detallado y doloroso testimonio que Fernando Rule desgranaba en ese primer testimonio - el jueves pasado - de una víctima contra un grupo de genocidas sentados en el banquillo de los acusados. Esta percepción de estar asistiendo al relato de ese pasado de ignominia, terror y muerte, paulatinamente horadaba la perplejidad de lo que se estaba escuchando para entrar en una especie nebulosa que transportaba a un mundo de irrealidad. No era que hubiera dudas sobre lo que afirmaba Rule, sino que es difícil aceptar lo inimaginable según transcurrían las descargas verbales de quien, allí presente, en persona, desgranaba torturas, vejámenes, humillaciones, miedo y terror. Y enfrente, a su costado o más allá apenas, los autores. Lo graficaba durante un breve intervalo una militante de derechos humanos, tarea que asumió desde el mismo momento en 1976 - cuando una patota de la Aeronáutica se llevó detenido a su esposo y a un joven sobrino, y fueron desaparecidos.

Decía Isabel Pérez, militante de la organización Familiares de Detenidos-Desaparecidos: "he transitado todas las estaciones del horror desde que comenzó aquella mi tragedia. Las negativas, las ofensas, las abiertas amenazas, las humillaciones, fueron cotidianas en ese mi existir y de alguna forma iba acumulando detalles, formas, momentos de lo que sucedía en las mazmorras de los cuarteles militares y policiales, como también el nombre y apellido de los responsables directos, de los asesinos y torturadores, y asimismo las complicidades, muchas de ellas instaladas en las personas o instituciones a la que íbamos en busca de ayuda, de una señal de lo que buscábamos, o sea nuestros seres queridos...Y aunque desde hace tiempo tenemos bien claro lo que ha pasado, los signos más tenebrosos de la dictadura, lo que dice el Fernando (por Rule), siendo para mí requeteconocido, me ha producido un impacto que me asfixia..."
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Rule, sintéticamente, dijo, por ejemplo que la mayoría de las detenciones, en 1975, se producían en las casas de las víctimas, y luego eran conducidas, mayormente al D2, centro principal de represión y torturas. El temor es otra cosa, es la impotencia de saber que pueden hacer con uno lo que quieran, incluso humillar. Las primeras torturas eran no dormir, no comer, no tomar agua. La falta de esto era tan notable, que yo deliraba… La parte más horrible de las torturas fue la forma en que el personal del D2 usaba la violencia sexual como método de tortura, porque la golpiza y la picana dolían pero pasaban, pero el temor es otra cosa, es la impotencia de saber que pueden hacer con uno lo que quieran y eso hicieron con las violaciones . . . A mi mujer la violaron a metro y medio de mi celda. Un día me hacen tocarla para que comprobara que estaba colgada, yo tenía puesta una capucha, desnuda y hacen obscenidades y las relatan. No hay quien se salve -que no las aproveche - de esas violaciones, incluyendo al supuesto juez o al cura".

Rico, Miret, de Rosas
Rule denunció a Carlos Rico, ex subsecretario de Seguridad de Aguinaga ministro, como partícipe en las violaciones. A Luis Miret: "Mis padres fueron a hablar con él. Les dijo que no le constaba que me tuviera detenido la policía y les pidió pruebas. Mis padres entonces le mostraron mi foto y una nota periodística donde salía mi caso", detalló.

Lo más fuerte fue contra Fernando de Rosas, cuando Rule al relatar el momento de su detención afirmó: "No sé quién comandaba, pero una de las voces cantantes era de Fernando de Rosas, instructor de Supervivencia de la Aeronáutica, y quien también después me interrogó. Recién me enteré años más tarde, cuando me desempeñaba como electricista y uno de mis clientes era de Rosas, quien desde el primer día me dijo que me conocía". En simultáneo uno observa a los genocidas sentados en el banquillo. No asoma en sus rostros, en ninguno, un movimiento, un rictus tan siquiera, un mirar más allá de la realidad circundante, que delate una pizca de arrepentimiento. Y por eso se justifica ni un ápice absolutorio en lo que debe ser justicia. Ni siquiera de los dioses, si los hubieran, pese al cardenal Bergoglio.

La matriz de la infamia
El genocidio argentino tiene una matriz en la prepotencia imperial de Estados Unidos. Las desencadenantes de todas las acciones violentas – guerras, usurpaciones del poder, golpes de Estado – tienen origen en las políticas del "destino manifiesto" del Norte: la llamada Guerra Fría abarca todo el Planeta y se prolonga por décadas. A comienzos de los años 50 sus modalidades son precisadas así por el general estadounidense James Doolittle: "No hay reglas en tal juego. Ya no valen las normas del comportamiento humano aceptables hasta ahora....Debemos aprender a subvertir, a sabotear y destruir a nuestros enemigos con métodos más inteligentes, más sofisticados y más eficaces que los que ellos usan contra nosotros". Y esto viene a cuento por una parte de la denuncia de Rule contra Fernando de Rosas al afirmar que este se desempeñaba en la Aeronáutica y que en la misma época funcionaba ahí un Centro de Instrucción Antisubversiva. Pues bien, Rule amplía en que de Rosas, como parte de sus tareas "antisubversivas" se instala posteriormente en Honduras, reclutado por los yanquis y la "contra" nicaragüense para aplicar sus conocimientos para socavar el gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua. En esta tarea, de Rosas es una expresión – mínima, es cierto – de esa matriz de la infamia universal que es Estados Unidos.

La Quinta Pata, 28 – 11 – 10

La Quinta Pata

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