Marcos Meloni
A veces es mejor no mirar para atrás, dicen. A veces es mejor no escuchar ciertos dichos. Pero esta vez vamos a desafiar las habladurías callejeras, agoreras y escépticas sobre lo que sentimos de nuestro pasado, ese atrás no tan lejano, nuestro presente y el interesante futuro que se nos viene.
Una serie de hechos que se dieron en muy pocos días lograron descentralizar el modo de asumirnos como ciudadanos jóvenes que somos: la muerte de Néstor, los juicios a los torturadores en nuestra provincia, las diferentes iniciativas de participación política y militancia juvenil, los distintos gestos de apoyo y cariño a nuestra Presidenta. Hechos que configuran un nuevo camino en la formación de la identidad, de nuestra identidad.
Poder pensarnos como personas que sí tenemos algo para decir y también para hacer en esta sociedad es un síntoma de que algo se transformó, algo se fracturó para siempre. Hablamos de un redescubrimiento del sentido de lucha, de pertenencia, de bandera, de fe. Hablamos de que nos podemos creer y sentir nuevamente como grupo; que podemos trabajar orientados hacia la justicia social; que no vamos a estar aislados en nuestras propias preocupaciones existencialistas, que fue solo un mal de época mal consumado pero latente en ciertos ámbitos de poder. Hablamos de un nuevo momento en nuestra historia democrática tan golpeada, vapuleada por unos y a la vez defendida y abrazada por otros.
Ahora la pregunta de rigor es cómo va a tomar fuerza tanta expresión sincera de participación en un ámbito socio-político viciado por tanta herencia de intereses antidemocráticos, neoliberales, pro-golpistas, chupamedias del FMI y de la patria sojeraexportadora. Cómo luchar con ciertos grupos de izquierda que apoyan las políticas de ajuste y que poseen un discurso contradictorio de una ideología que debería tener bien claro quién es el enemigo común. De acuerdo a esta palestra casi heterogénea, llena de matices fascistas, hay que convivir y hacer frente. Saber hacia dónde nos llevará el camino elegido será una cuestión de construcción consciente y a la vez jugada con la situación que nos toca vivir en nuestro país.
Sabremos afrontar este momento que la historia nos pone frente a nuestros rostros, que la historia derrama sobre nuestros brazos. Estaremos listos y decididos a tomar las banderas que por tanto tiempo nos prohibieron, ocultaron e incluso negaron. Parece ser una pregunta que se da por descontada, la premisa ahora es saber que no escuchar este llamado es dar la espalda al legado que Néstor dejó y Cristina continúa defendiendo, el de un país cada vez más libre de dominación, incluyente e integrado a la Latinoamérica Grande.
Río de Palabras 34, 18 – 11 – 10
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