domingo, 5 de diciembre de 2010

El santo oficio del inquisidor

Javier Piccolo

Hace ya un tiempo, fuimos invitados junto al poeta, editor y “autogestor” Gonzalo Córdoba, a la escuela 4-105, “la sin nombre” o “la amarilla”, del barrio Soeva II. El motivo era participar del ciclo La Perla del Cine, agitado por el cantautor y cineasta Fabián Cabrera y presentar un pequeño espectáculo poético-musical que habíamos hecho en el espacio Indygentes, titulado “La europeización de América”. Después de esto se iba a proyectar la película “No sos vos, soy yo”.

La cita era un viernes a la noche y cuando llegué, Fabián me presentó a Gabriela Carlos, regenta de la escuela y quien promueve el ciclo de cine en la escuela. Había unas veinte personas, todas del barrio. Se tomaba mate, se charlaba, se compartía. En el fondo, la Perla del Cine busca eso.

Todos estaban en la biblioteca, a excepción de algunos pibes que aprovechaban el patio vacío de la escuela para jugar. Mientras Fabián ultimaba detalles técnicos para la película, con mi compañera empezamos a ver ciertas notas y afiches de la biblioteca. Los dos que más nos llamaron la atención decían más o menos lo siguiente: el primero, tenía una foto de una panza grande, redonda y brillante. La inscripción bregaba por la vida. Así, por la vida. Y más abajo, denunciaba que el aborto es un “genocidio silencioso”. Así, un genocidio. El segundo, era un resumen de sanciones disciplinarias, en el cual era falta gravísima “insultar o agredir a un profesor o directivo”. Por el contrario, falta leve era el “manoseo”. Verticalismo puro: puteás al profesor y te echamos, pero si abusás de la compañerita, te hacemos una advertencia. Verticalismo puro. Disculpen el paréntesis, pero esto que viene cobra dimensión con lo que se leerá a continuación.

En cuanto Fabián ultimó los detalles, largamos con el espectáculo. No había sonido, así que lo hicimos a viva voz. En cuanto terminé de leer uno de mis primeros poemas, noté que un señor preguntaba en voz baja a la mujer que tenía al lado sobre el último verso del poema.

-¿Dijo biblia?- corroboró.
La mujer asintió, con un gesto duro y aumentando labios, a lo que sucedió la cara de espanto del interrogador.
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Continuamos con el espectáculo, canción va, poema viene, hasta que durante la lectura de Gonzalo, este mismo señor, ya colmado ante tanta ignominia, ya superada su capacidad de tolerancia, agitando brazos y ahuecando el pecho, exclamó:
-No, no, no. Nononononono, no puedo permitir que sigan. Están hablando de cosas sagradas. Se están metiendo con la IGLESIA - pronunció la palabra con mayúsculas. Y esto no lo puedo permitir.

Gonzalo intentó seguir leyendo, pero este hombre, visiblemente afectado, con la voz fuerte pero a punto de quebrarse en cualquier momento empezó a esgrimir sus razones. Fabián fue el primero en responder, tratando de hacerle notar que estaba interrumpiendo groseramente un espectáculo artístico, en el cual todos participamos de onda. Pero el hombre insistía. Que esas cosas pasaron hace mucho tiempo (mientras que él se guía a rajatabla por una ideología de más de 2.000 años), que la iglesia no hizo eso, que estamos para construir, que el respeto a la autoridad. (recuerden: el manoseo es falta leve).Que los problemas de los chicos, que tenemos que mirar adelante, no hacia atrás. Que decir estas cosas es hablar de la muerte y del odio (como si no hubieran existido). A esta altura, ya no había solución de continuidad para el espectáculo.

Sí para la inquisición. Fabián aclaró que postular estas ideas era idéntico a negar la historia reciente argentina. Gonzalo, más templado, quiso aclarar que simplemente estábamos leyendo nuestra obra. Y volvió el ataque. Que lo mismo que hacía Hitler con los judíos nosotros lo estábamos haciendo con los católicos. Que el respeto. Que la santa investidura. Que los chicos, los niños, no pueden escuchar estas cosas. Que esto es una escuela.

Y sí, señor. En eso le dimos la razón. Es una escuela. Pública y laica. Por otro lado, la actividad se desarrollaba fuera del horario de clases. Que no es cuestión, que el respeto y la tolerancia, esgrimía. Como si respeto y tolerancia significaran silencio y oprobio, todo lo contrario a lo que la escuela apunta (o debería apuntar). Y la hija de este hombre, más templada pero igual de cerrada e inquisidora, agregando que ella era docente y artista y entendía esto del respeto. Pobres alumnos, sinceramente.

En cuanto ella dijo esto, le propuse a ambos realizar un debate sobre este asunto de la “Europeización de América”, en el que participaran todos los alumnos de la escuela. Le planteé que los chicos podrían prepararse en el tema, buscar información, formarse una opinión y ser parte del debate. Y que tal trabajo les sirviera para la nota del trimestral de historia. O de formación ética. Sobre este punto, todavía estoy esperando la respuesta.

Mientras el inquisidor se mantenía firme en su postura de atentar contra nuestro punto de vista, la gente ya se había ido desilusionada porque no había más espectáculo ni película. Cuando se iba la última mujer del público, se acercó al inquisidor y le dijo:
- Todo muy bonito, pero si no estaba de acuerdo con los poemas, debería haberse ido o discutir con ellos después del espectáculo.

Una de las asistentes se lamentó porque había preparado unas empanadas para convidar a la gente y ahora ya se había cortado todo.

Gabriela, la regenta, a esta altura, no sabía dónde meterse. Le preguntamos si sabía quién era este hombre, si iba seguido al ciclo o a la escuela y nos dijo que sí: él era el director del colegio. Se llama Jorge López. Y Gabriela no encontró las palabras para disculparse. Yo tampoco las encontré para disculparme con ella, que tiene que convivir a diario con Jorge López como jefe.

El lunes siguiente, el director de la escuela dejó la siguiente nota en el libro de comunicación interna: “Desde este viernes que viene se suspenden las actividades de espectáculos y cine. A la gente de La Perla deciles que gracias y que no vuelvan mas”.

Por supuesto, la solución más democrática.

Afortunadamente, la gente de la Perla siguió yendo, al igual que la gente del barrio y Gabriela se sigue jugando al apoyar estas iniciativas. Jorge López sigue siendo director.

La escuela sigue sin nombre. Creo que ya es hora que la comunidad y los estudiantes se decidan a ponerle nombre. Yo, desde acá, propongo uno para que lo discutan. Que la escuela se llame Bartolina Sisa. Mujer, aymará y luchadora, que se opuso a la dominación española en el Perú, peleando con más valentía que muchos hombres y que terminó sus días torturada y descuartizada por el conquistador. Y de esa forma, López, cada vez que vaya al trabajo ya no va a poder ocultar los verdaderos y sistemáticos genocidios.

Pero lo mío es solo una idea; la decisión sobre el nombre de la escuela tiene que ser consensuada por el barrio y los chicos.

A todo esto, acá van los poemas que causaron tanto estupor:
y nos dieron
espejitos de colores
como si nos hubiesen
faltado colores
en esta tierra

y en esos espejitos
dijeron después
no se ve reflejada
su alma
entonces esos dioses
nos declararon culpables
de infrahumanidad

y corrieron la voz
empezaron a robar
los colores
uno por uno
y le llamaron dinero

y finalmente
trajeron un gran espejo
blanco
pálido como la muerte
que decía cómo

debíamos ser
debíamos pensar
debíamos hablar
debíamos sentir

y a ese espejo
lo llamaron biblia


Javier Piccolo


Cruzo el humedal:
los húmeros, el fémur en cruz
a medias en el humus
solo pensar hasta dónde llegarán los clavos
me trae el sacrificio
y el placer morboso de hacerse daño
pues si somos tierra
construir máquinas para dañar la tierra
es construir máquinas para dañarse
y no resulta extraño
también fabricamos armas
y medicamentos

ese placer morboso rige la historia
la historia de la sangre derramada
el cuento del cordero clavado
en un tripalium con los huesos sanos

venimos de una semilla amarilla
en una gota de semen
y nos vamos dejando huesos
que no son espesos ni profundos
ni calientes ni arrebatados
son hueso duro médula intensa, no semen
hueso que se hará petróleo
aceite de piedra
el aceite de Pedro
el aceite de la Iglesia

por eso cuando te ungen
te embadurnan
con el óleo
que carga el peso
de los países destruidos

así es
las fosas comunes
serán los pozos del futuro

y cuánto chorro negro
eruptando la tierra
con la fuerza necesaria para
cubrir ciudades completas
incluyendo los ejércitos de ocupación
y sus últimas máquinas

Es por eso que cruzo el humedal
y me descalzo
Siento la tierra húmeda y me pregunto
si será el agua putrefacta
de los vertederos inhóspitos
ríos industriales
o será la lluvia ácida
del primer mundo
o será la sangre
del cuerpo que se hunde

entonces
¿cómo caminar la senda
cualquier senda
después de ver
el carbón transformarse
en diamante
y las manos ávidas
salir de sus bolsillos?

Hoy que el dinero puede más
que la palabra
la poesía es valor
para los anticuarios
los nostálgicos

Con gubias y cinceles
las gentes modelan lo que el agua
lo que el viento

eso es escultura

pero el asfalto se esculpe
con taladros mecánicos
en un infierno de ruido
y piedras eruptadas
a los transeúntes

Hay un momento en que
el alumbrado público
proyecta cuatro sombras
en ese momento cargas el peso
de aceptar vivir en una ciudad
y esto es un terror
para las almas simples
que ven cómo con edificios
les van tapando el horizonte
cómo con ropas las multitiendas
propician el ocultamiento
cómo con celulares y tecnología
se impone la distancia y la
productividad de los cuerpos

arriba de los edificios
dentro de las mutltiendas
del otro lado de la tecnología
hay gente

Se acaba la pila
se cambia el autómata:
lógica del sistema.
Alma simple, carga tu cruz
aunque caigas, te hundas
y tus cuatro sombras proyectes
nunca más.
La luna te observa
y conjuga las primeras personas
del verbo volver a la pacha
con tu persona.


Gonzalo Córdoba


La Quinta Pata, 05 – 12 – 10

La Quinta Pata

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