domingo, 16 de enero de 2011

Ajo mendocino = trabajo infantil. Cura pato. Recuperación de restos de Juan A. Molina. Declaraciones de L. Faingold

Estar en el ajo


Horacio Verbitsky

El ministerio de Trabajo de Mendoza detectó campamentos donde se explota el ilegal trabajo infantil para la cosecha de ajo y zanahoria, en terrenos arrendados mediante una licitación al Ejército en la guarnición Campo de los Andes, a cien kilómetros de la capital provincial. El último procedimiento se realizó la semana pasada. El gobierno provincial dijo que no había puesto lo sucedido en conocimiento del Ministerio de Defensa. La superficie cultivada de ajo en Mendoza asciende a 12.127 hectáreas. En 2009 las exportaciones de ajo a Brasil, Europa, Estados Unidos y México llegaron a 79 millones de dólares, que este año podrían hasta duplicarse. Los principales contratistas del Comando de Remonta del Ejército son miembros de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos y Cebollas de Mendoza (Asocam), que concentra el 80 por ciento de la producción de ajo del país, de la cual menos del 20 por ciento va al mercado interno. El presidente de Asocam, José Spitalieri, es el propietario de Gispe S.A., una de las empresas en las que se documentó la infracción. El acta de infracción menciona “distintas circunstancias que ponían en riesgo inminente la salud y la vida de los ocupantes de las carpas”. El riesgo no es una hipérbole. Por lo menos dos niños murieron por esas condiciones indignas de explotación en el predio militar: Roberto Carlos Aparicio se ahogó en un canal de agua y Blanca Coredo Uscucil fue aplastada por un árbol que cayó sobre la carpa que habitaba con otros trabajadores.

También otras de las empresas detectadas explotando el trabajo infantil, Bachiocchi Hermanos y Consorcio Santa Clara, están entre las cinco más grandes. En el terreno del Ejército arrendado por Bachiocchi Hermanos se cosechaban zanahorias. Nueve trabajadores llegados desde Santiago del Estero vivían junto a seis hijos menores en carpas próximas a un chiquero de cerdos, con los que jugaban. Carecían de las más elementales instalaciones sanitarias y de protección, con una precaria y peligrosa conexión eléctrica y pésimas condiciones de higiene. Cocinaban con garrafas y anafes dentro de las carpas de lona y carecían de heladera para preservar sus alimentos cubiertos de moscas. La inadecuada eliminación de excretas y residuos, se hacía en un pozo descubierto, de escasa profundidad, cercano a las carpas. En uno de los operativos, el jefe de Campo Los Andes, teniente coronel Miguel Angel Colque, firmó el acta en representación de la empresa, ya que el contratista Antonio Pelegrina Manzano se negó. En dos carpas grandes y una pequeña habitaban los obreros adultos y un nene de tres o cuatro años de edad. En vez de letrinas, disponían de un pequeño habitáculo de plástico sin techo destinado sólo a la higiene corporal. El agua provenía de una manguera derivada desde la casa del encargado de la chacra, distante 25 metros de las carpas, desde donde también se extendía un cable eléctrico. En su descargo posterior Pelegrina Manzano no aportó la documentación laboral pero dijo que la mano de obra le había sido provista por la Cooperativa de Trabajo Gualtallary, forma de contratación prohibida por la ley.
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Los inspectores encontraron además a un niño de 13 años trabajando en el lugar, donde dormía en una carpa junto con dos primos (una mujer de 18 años y un varón de 23) y un hombre a quien no conocían. El profesor de historia Ricardo Nasif, Jefe de la Delegación Tunuyán de la Subsecretaría de Trabajo y Seguridad Social de Mendoza, dijo que la ley provincial 4874 permite la constatación de las infracciones a la legislación vigente en materia laboral, de higiene y seguridad y de protección de los derechos del niño, pero no el rescate de las personas explotadas. Tampoco encontró fiscales dispuestos a investigar y sancionar esa conducta delictiva. Las inspecciones dan lugar a multas, que algunas empresas pagan sin discutir y otras llevan a un litigio judicial, y a intimaciones para que los empresarios “realicen todas las acciones conducentes a la restitución de los derechos afectados”. Ninguno de estos procedimientos se debió a la denuncia de la filial mendocina del sindicato de trabajadores rurales (UATRE), intervenido por la unión nacional de Gerónimo Venegas. Nasif le entregó un informe con la documentación y fotos de los operativos en el Campo de los Andes. El interventor se la remitió a Venegas, y nunca más se supo. La única intervención de la UATRE en Campo Los Andes fue para intentar que las víctimas siguieran trabajando en la misma situación, con el pretexto de que no perdieran la fuente laboral. UATRE responde al vicegobernador Cristian Racconto, quien en 2010 emigró del kirchnerismo al peornismo opositor. Al inaugurar su Movimiento Federal en el Círculo de Suboficiales de la Fuerza Aérea reclamó “la reconciliación con las Fuerzas Armadas”. Racconto recibió la visita del ex senador Eduardo Duhalde y de Venegas. Esta semana, Nasif se pondrá en contacto con dos dependencias federales: el Programa de Asistencia y Rescate de las Víctimas de Trata del ministerio de Justicia y Derechos Humanos y la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia del ministerio de Desarrollo Social. Tal vez allí encuentre la sensibilidad y el apoyo que Mendoza no prodiga.

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Un Pato muy pacato


Carlos Rodríguez

El párroco de Malargüe, al que apodan Pato, detuvo a los gritos una obra llamada Educación Sexual Moderna, en la que un monje confiesa que le resulta “muy dura la abstinencia”.
El grupo coral mendocino Lutherieces interpretaba la parodia en la anual Fiesta del Chivo.


A Jorge Gómez, el cura párroco de Malargüe, en Mendoza, se lo conoce con el apodo de Pato. Algunos lo llaman Pato Criollo, porque –dicen– a cada paso, deja su marca. En la madrugada del sábado, Gómez volvió a poner su sello al interrumpir, en pleno show, a un grupo coral que hace covers de Les Luthiers, porque se les ocurrió el desatino de interpretar, en presencia de Pato, una obra que se llama Educación Sexual Moderna, cuyo supuesto “autor” es un monje capuchino llamado Guido Aglialtri. El personaje creado por Les Luthiers tiene un diario íntimo donde confiesa que le resulta “muy dura la abstinencia” porque como es “joven y fuerte” le cuesta desterrar “los pensamientos impuros”. Para no perder el control tiene que “correr por el campo” y “treparse a las paredes”, aunque todo ese desgaste físico no le impide “tener alucinaciones”. El grupo coral mendocino Lutherieces interpretaba la parodia ante nueve mil personas, en el marco de la anual Fiesta del Chivo, hasta que Pato subió al escenario y a los gritos detuvo la función: “Somos católicos y no voy a permitir que pisoteen mi castidad”, santificó el religioso y se acabó la función.

Los chicos de Lutherieces pararon el show y comenzaron a tocar una cueca, ante el beneplácito del cura Jorge Gómez, que se bajó del escenario y volvió a su lugar, entre las autoridades presentes, mientras el público se dividía entre los que aprobaban la abrupta intervención del cura y los que la reprobaban por considerarla “autoritaria”. Los artistas, que estaban recién en su segunda interpretación, terminaron de tocar la cueca y fueron virtualmente expulsados por los conductores del show, que dieron paso en forma apresurada al número siguiente.

En el lugar se encontraban presentes el intendente de Malargüe, Juan Agulles, y la directora de Turismo, Fabiana González, quienes no emitieron palabra acerca del incidente. El que siguió hablando fue el cura. Ante los pocos periodistas presentes en el escenario principal –la mayoría estaba en una conferencia de prensa que ofrecía en simultáneo, entre bastidores, el Chaqueño Palavecino– Jorge Gómez dijo que había montado en cólera porque “simplemente se estaba insultando a lo que amamos”.

El sacerdote sostuvo luego que “los que traen a estos pibes (en alusión al grupo coral y a las autoridades del municipio local) les tienen que decir que se ubiquen”. Agregó en ese sentido que “si en Buenos Aires o en la ciudad de Mendoza esta porquería, esta mugre, vende, en Malargüe la cosa no es así” porque “aquí amamos la familia, amamos los sacerdotes, amamos la fe y no podemos tolerar este tipo de cosas”.

Más tarde, luego de escuchar la “cuequita” que tocaron los agitados artistas, Gómez comentó complacido: “Quiero felicitar a los chicos. Hay que enseñarles a las grandes ciudades a divertirse bien. Mire qué lindo lo que ahora se escucha (en referencia a la cueca). Esto es precioso”.

Marcelo Hernández, uno de los integrantes de Coral Lutherieces, declaró luego que dentro de un repertorio que vienen trabajando desde hace seis años, “hay una obra que parece que incomodó a un sacerdote católico que en el medio de la función nos impidió seguir adelante, argumentando motivos religiosos y que nos acusó de faltarle el respeto a la religión. Fue una barbaridad, porque se trataba solo de una parodia y no era para nada así”. Hernández recordó que se trata de “una obra que ha recorrido el mundo con Les Luthiers y nunca pasó nada parecido a lo que pasó ahora”. Agregó que el incidente es “totalmente inédito y nosotros nos quedamos helados porque no esperábamos para nada una reacción de ese tipo”. Lo que lamentaba Hernández era “el mal momento que tuvo que vivir el público por algo que no tenía la importancia que le adjudicó el sacerdote”. Sobre lo breve que fue, al final, la actuación del grupo, dijo que le dieron “cuatro o cinco explicaciones distintas”, motivo por el cual optaron por no creer en ninguna de ellas.

Los periodistas locales, en sus crónicas, dan versiones diferentes acerca de la reacción del público. Algunos dicen que la cantata del “monje capucino” estaba siendo recibida con sonrisas, mientras que otros aseguran que la mayoría estaba a favor de lo que dijo Pato. El cura Gómez fue protagonista de otros exabruptos similares. En una ocasión, armó un gran revuelo a nivel local e impidió que Víctor Heredia se presentara en Malargüe con su obra Taki Ongoy, donde denuncia el genocidio indígena a manos de los conquistadores españoles. Otra vez, el cura logró hacer suspender la actuación de la Bersuit Vergarabat, alegando que lo que hace la banda es “pornográfico”.

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El Equipo de Antropología Forense identificó el cadáver de Antonio Juan Molina, asesinado durante la dictadura


Daniel Calivares y Vanessa Lerner

Es el primer reconocimiento tras las exhumaciones que se hicieron el año pasado en una fosa común del Cementerio de Capital.

Miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) lograron la identificación de uno de los cuerpos hallados en el Cementerio de Mendoza y que, junto con otros restos óseos humanos, estaba enterrado en una fosa común. Se trata de Antonio Juan Molina, de quien se sabía que su cadáver había sido arrojado en la fosa del cuadro 33. Los expertos compararon la necropsia con los restos hallados y determinaron que todos los datos psicométricos y de lesiones, como orificios de entrada y salida de bala, coincidían perfectamente, además de la identificación que su padre había hecho de una fotografía del cadáver y el reconocimiento de las huellas dactilares.

Precisamente, el progenitor de Molina, falleció reclamando la exhumación del cuerpo de su hijo, hecho que recién se produjo el año pasado. Los cuerpos y otros restos fueron encontrados a cinco metros de profundidad como resultado de excavaciones realizadas durante los meses de febrero, marzo y junio, y, según afirmaron desde el Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos, todos ellos podrían tratarse de restos de personas desaparecidas en la dictadura. En la justicia federal tomaron como un hecho altamente positivo que ya se den a conocer identificaciones positivas y se espera con mayor ansiedad el resultado de los estudios de ADN de los restos de cuerpos que yacían en la fosa.

El Sol, 14 – 01 – 11

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Juicio a represores: Luz Faingold dijo que Miret y Romano no atendieron sus denuncias


Luz Faingold estuvo detenida en el D2 con apenas 17 años. La víctima aseguró haber sido violada luego de haber sido secuestrada. Identificó entre sus secuestradores al ex comisario Eduardo Smaha y señaló que los jueces federales se negaron a recibirle las denuncias de lo que padeció.

En la decimoséptima sesión de los juicios orales que la justicia federal en esta provincia desarrolla contra una docena de ex militares y policías de alto rango por delitos directos e indirectos contra personas de distinta militancia política en la década de los 70, declaró Luz Faingold, miembro de una reconocida familia mendocina de artistas, actores y músicos.

La mujer, presentada como otro caso de una larga lista de testigos que padecieron torturas y violaciones en el D-2 por los abogados querellantes de familiares de ex presos políticos en Mendoza, declaró que "cuando tenía 17 años fui violada en un lugar que no reconozco porque estuve vendada y luego permanecí detenida dos semanas en el D-2".

La testigo aclaró que tal hecho "ocurrió en noviembre de 1975 cuando llegué con amigos a una casa de reunión y fuimos detenidos y llevados con vendas en los ojos y luego separados".

Luego relató que "allí fui amenazada antes de la violación con un revólver en la cabeza mientras me exigían que dijera nombres de jóvenes involucrados en la subversión porque si no mi cadáver iba a aprecer al día siguiente en Papagayos", un dique natural en el piedemonte al oeste de la capital donde por entonces aparecían periódicamente cadáveres de personas no identificadas.

Entre ellas, prostitutas ajusticiadas por un tal "Comando Moralista Pío XII".

Faingold reseñó que "luego ya presa en el D-2 fui visitada por el policía Eduardo Smaha quien de buenas formas me pedía que revelara nombres y más tarde me atendió el entonces fiscal federal Otilio Romano quien no quiso atender mi denuncia sobre la violación y que reconocí hace poco al ver una foto suya en un diario local".

La denuncia se refiere al ahora juez renunciante que integra la Cámara Federal de Mendoza cuya renuncia no ha sido aceptada por la Corte Suprema de Justicia ni por el gobierno nacional porque está imputado y en juicio por "connivencia" entre otros delitos que intentan demostrarse.

Por último la testigo declaró que también fue entrevistada por el entonces juez federal Luis Miret, otro de los procesados en las diecinueve causas acumuladas que se ventilan, quien "luego de escucharme me retó y gritoneó durante media hora antes de dejarme salir".

Luz Faingold concluyó su declaración bajo juramento informando que "seis meses después del golpe del 24 de marzo de 1976 fui apresada otra vez y enviada a un Hogar de Menores y de allí mi familia me envió afuera del país adonde regresé años después".

MDZ Online, 13 – 01 – 11

La Quinta Pata

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