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La flagelación física y psíquica es una constante en el dramatismo de las voces de los testigos que pasan frente al tribunal oral y público que preside las jornadas en que se juzgan a los genocidas que "pasearon" su infamia por Mendoza. Como variedad de la tortura lo fueron las golpizas, la picana, el submarino, la violación, la humillación. Y estas prácticas son negadas, también sistemáticamente por los genocidas, tal lo que se desprende de las documentaciones emanadas por los centros de planificación del genocidio, o sea los cuarteles, las mazmorras, los centros clandestinos, los despachos de los planificadores. Pero son tan concretos los elementos que aportan las víctimas, que no les alcanza a los genocidas para minimizar esas prácticas aberrantes. Y cuando lo quieren enfatizar, son víctimas de sus propias contradicciones. Ni siquiera pueden justificar el menor de los deslices y cuando lo intentan se les viene la estantería encima.
El viernes 2 del corriente, testificó el periodista Rafael Morán, que pasó por Los Andes , el Mendoza , y hasta hace un tiempo, fue corresponsal del diario porteño Clarín . Fue terminante con lujos de detalles al contar su paso como detenido y entre rejas en el Liceo Militar General Espejo, apuntando a las cabezas visibles, entonces, de la dictadura, como el coronel Tamer Yapur, el que era jefe de Policía, Julio César Santuccione, del comandante de la Octava Brigada, el general Maradona. Después pasaría a la Compañía de Comunicaciones de la Octava Brigada, en la calle Boulogne Sur Mer. Junto con Morán estaban otros periodistas como Pedro León Lucero, Alberto Atienza, Bonardel, Di Benedetto: "El blanco entre los periodistas era Di Benedetto, le querían achacar que era el ideólogo del ERP...de mí dijeron lo mismo, según algunos vecinos que fueron testigos de mi detención."
Morán también dijo al tribunal que "en la Compañía Octava fue una tortura sistemática, eran 10 o 12 personas que se dedicaban a interrogar y torturar – la cara visible era un sargento Pagella, que hacía el papel de bueno, “...fue una tortura permanente...traían personas golpeadas, les hacían el submarino en un balde o en una pileta...a un muchacho de Luján que estudiaba Medicina (Guidone, comunista) le rompieron el bazo...no sabíamos cuándo nos tocaba a nosotros..."
No torturamos, matamos
Y he aquí el meollo de la cuestión cuando Morán afirmó que esto de las torturas sistemáticas a los detenidos en el Liceo y en la Octava Brigada, se le hizo notar al capitán Rubén González Viezcas, que era el custodio permanente de los campos de detención; muy seriamente respondió "el ejército mata o detiene, pero no tortura". Eran los primeros días del golpe, pero desde el 74 ya se tenían evidencias del accionar ilegal de militares y policías con las secuelas de secuestros, asesinatos y robo de pertenencias de las víctimas, pero los dichos del capitán reafirmaban lo que se suponía: los que secuestraban, los que hacían desaparecer, los que mataban y robaban, eran los uniformados, verdes o azules.
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