domingo, 6 de febrero de 2011

“El ejército detiene o mata, pero no tortura”

RSA

La flagelación física y psíquica es una constante en el dramatismo de las voces de los testigos que pasan frente al tribunal oral y público que preside las jornadas en que se juzgan a los genocidas que "pasearon" su infamia por Mendoza. Como variedad de la tortura lo fueron las golpizas, la picana, el submarino, la violación, la humillación. Y estas prácticas son negadas, también sistemáticamente por los genocidas, tal lo que se desprende de las documentaciones emanadas por los centros de planificación del genocidio, o sea los cuarteles, las mazmorras, los centros clandestinos, los despachos de los planificadores. Pero son tan concretos los elementos que aportan las víctimas, que no les alcanza a los genocidas para minimizar esas prácticas aberrantes. Y cuando lo quieren enfatizar, son víctimas de sus propias contradicciones. Ni siquiera pueden justificar el menor de los deslices y cuando lo intentan se les viene la estantería encima.

El viernes 2 del corriente, testificó el periodista Rafael Morán, que pasó por Los Andes , el Mendoza , y hasta hace un tiempo, fue corresponsal del diario porteño Clarín . Fue terminante con lujos de detalles al contar su paso como detenido y entre rejas en el Liceo Militar General Espejo, apuntando a las cabezas visibles, entonces, de la dictadura, como el coronel Tamer Yapur, el que era jefe de Policía, Julio César Santuccione, del comandante de la Octava Brigada, el general Maradona. Después pasaría a la Compañía de Comunicaciones de la Octava Brigada, en la calle Boulogne Sur Mer. Junto con Morán estaban otros periodistas como Pedro León Lucero, Alberto Atienza, Bonardel, Di Benedetto: "El blanco entre los periodistas era Di Benedetto, le querían achacar que era el ideólogo del ERP...de mí dijeron lo mismo, según algunos vecinos que fueron testigos de mi detención."

Morán también dijo al tribunal que "en la Compañía Octava fue una tortura sistemática, eran 10 o 12 personas que se dedicaban a interrogar y torturar – la cara visible era un sargento Pagella, que hacía el papel de bueno, “...fue una tortura permanente...traían personas golpeadas, les hacían el submarino en un balde o en una pileta...a un muchacho de Luján que estudiaba Medicina (Guidone, comunista) le rompieron el bazo...no sabíamos cuándo nos tocaba a nosotros..."

No torturamos, matamos
Y he aquí el meollo de la cuestión cuando Morán afirmó que esto de las torturas sistemáticas a los detenidos en el Liceo y en la Octava Brigada, se le hizo notar al capitán Rubén González Viezcas, que era el custodio permanente de los campos de detención; muy seriamente respondió "el ejército mata o detiene, pero no tortura". Eran los primeros días del golpe, pero desde el 74 ya se tenían evidencias del accionar ilegal de militares y policías con las secuelas de secuestros, asesinatos y robo de pertenencias de las víctimas, pero los dichos del capitán reafirmaban lo que se suponía: los que secuestraban, los que hacían desaparecer, los que mataban y robaban, eran los uniformados, verdes o azules.
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De las declaraciones del docente Marcos Garcetti, el día anterior, con igual impronta que de sus antecesores hizo un paneo de su paso por la infamia. Fue torturado y maltratado en el penal de La Plata, adonde fue trasladado después de haber sido detenido aquí. Contó detalladamente las golpizas que recibieron en el avión en que fueron trasladados a aquel penal y señaló que uno de los más golpeados fue Angel Bustelo, dirigente comunista de Mendoza en ese entonces. Pero en consonancia con lo del capitán González Viezcas, también Garcetti receptó una afirmación de otro custodio con rango de oficial del ejército en la prisión. Relató que del equipamiento de platos y cubiertos del que habían sido provistos, un día que los esbirros hicieron un control de dicho equipamiento, comprobaron que faltaba un cuchillo. Fue entonces que otro capitán, de apellido Ledesma, les exigió que apareciera el cuchillo. Aparentemente temía que con esa "arma" el colectivo de prisioneros se sublevara y escapara. Con mucha bronca gritó: "En Trelew quedaron algunos vivos...aquí no va a quedar ninguno". Como se sabe, en Trelew, un penal a cargo de la Marina, se produjo una fuga de jóvenes guerrilleros prisoneros. Abortado el intento, los "valientes marines” asesinaron a mansalva a varios de aquellos que no pudieron escapar. De esa masacre, solamente se salvaron tres compañeros.

De procesista a custodio de los DDHH
En más de una oportunidad se producen situaciones de perfiles humorísticos que disipan mínimamente la atmósfera dramática de las exposiciones. Ocurrió varias veces en la audiencia en que expuso Morán. Pero el punto alto fue cuando narró que en 1988, ya en plena democracia, se produjo la presencia de artistas nacionales y extranjeros de relieve, como León Gieco y Sting, para una función de homenaje a los organismos de derechos humanos, especialmente de Madres. Con sorpresa identificó a aquel capitán González Viezcas, que hacía apología del asesinato a militantes populares, ahora a cargo de la organización y custodia del acto por los derechos humanos. Morán no pudo reprimir su bronca y malestar y así lo manifestó públicamente, provocando que el gobierno de Bordón, del cual dependía en ese momento G. Viezcas, lo dejara cesante, comentando Morán que Bordón se enojó muchísimo con el incidente, pero no contra el procesista, sino con la denuncia de Morán. Es que en el escenario político, aún en democracia, la temática de los derechos humanos y el genocidio, se comentaba, en esos años, a sotto voce, como para no ser oído.

La Quinta Pata, 06 – 02 – 11

La Quinta Pata

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