Ramón Ábalo
En jornadas por el juicio a los genocidas en Mendoza, testimonios de ex policías y el monseñor Rey, segundo en jerarquía en la diócesis católica provincial, después del monseñor Maresma, la amnesia se instaló en unos y otro, como un virus tedioso. Ex policías de bajo rango no pudieron o no quisieron exponerse a recordar si les cupo participación en algún momento de la represión genocida: no me acuerdo, no sé, repitieron, reiteraron como una letanía de la amnesia. Nada creíble, menos en el monseñor. Por su profesión de vice capellán tenía el rol de impartir perdones a pecadores militares a la vez de departir cordialmente con jefes y oficiales del Liceo Militar y de la Octava Brigada de Montaña momentos de hermandad mientras padecían a su alrededor decenas y decenas de detenidos políticos, muchos de ellos magullados gravemente en las mazmorras del lugar. Pero monseñor nunca se enteró de nada o no recuerda, ni siquiera el nombre de los uniformados con quienes solía compartir brindis y rondas de mates.
A la semana siguiente, las jornadas recuperaron la memoria con las neuronas de Elba Morales, del MEDH, que expuso su extraordinaria tarea de estructurar las causas que van a juicio, profundizando en investigación con gran saber jurídico y con alto vuelo solidario. Y también con la testimonial de quien esto escribe como autor del libro El Terrorismo de Estado en Mendoza y Mendoza Montonera, éste en sociedad con Hugo De Marinis. Estimé, y así lo expresé ante el Tribunal, que debía puntualizar aquello de que todo tiene que ver con todo, aquello del materialismo dialéctico, o sea que en la realidad nada es espontáneo. En el devenir de la naturaleza universal el mínimo fenómeno, el menor movimiento, es consecuencia de una larga cadena de porqués.
Y no podía ser omisión en la esencia del genocidio. No se debió a la irracionalidad de un grupo de "salvadores de la patria", o la soberbia de quienes pretenden ser los purificadores de un mundo pecaminoso.
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