Alberto Atienza
De entre las tantas divisiones en las que se puede situar a los mendocinos hay una que nadie menciona: los que no tienen TV por cable ni nada parecido. Aire para ellos. Pésimo aire. Por ejemplo, un novelón argentino “El elegido” donde se juntan dos actores de madera balsa, por lo inexpresivos: Pablo Echarri y Lito Cruz. El primero, con su inamovible máscara de cromo molibdeno, algo más que madera y el otro, al que no se le entiende cuando habla. El tema, el de siempre, mejor dicho, los aditamentos de siempre: violencia, crímenes, gorreos, despojo de bienes a sus legítimos dueños y, también lo inevitable: la sobreactuación de algunas actrices que insultan como los viejos carreros, en la creencia de que eso las hace más femeninas. Apariciones de mafias que no existen, como si no alcanzaran las que tenemos entre nosotros.

La calidad actual de la televisión argentina es, sin dudas, acaso la peor de toda su historia. Cada tanto aparece algo lindo, como un programa que concluyó, un teleteatro pero con alma de comedia musical: “Para vestir santos”. Bellísimo. Lástima, se acabó. Hay un espacio que sigue y que llama la atención por la intensidad de sus participantes: “Talento Argentino”. Vale la pena verlo. Los otros, esos engendros nacionales, no existen. Salen al aire. Entran en los aparatos de TV y ahí se quedan, como fantasmas tontos y olvidados, hasta que la gente se duerme atosigada por imbecilidades.
La Quinta Pata, 06 – 03 – 11
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