María Luz Gómez
Nacimos convocadas de manera individual por una feroz dictadura que imprimió el método del secuestro de personas para acallar sus voces. Y nos arrebató a los hijos y a los hijos de nuestros hijos.” Así se describen aquellas mujeres argentinas, madres y abuelas, que desde 1976 transforman el dolor por la desaparición de sus seres más queridos en resistencia y que hoy son signo indiscutible de la lucha pacífica por la búsqueda de la Verdad, la Memoria y la Justicia.
Mujeres que supieron golpear todas las puertas, preguntar incansablemente, desafiar el silencio y alzar la voz; enfrentar las armas, los golpes, la indiferencia y la marginación; caminar con los pañuelos en sus cabezas movidas no solo por el dolor sino por el verdadero amor a la vida: la de sus hijos, la de sus nietos, la de su pueblo. Porque las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo luchan por conocer dónde están sus hijos, por la aparición de los mismos, por la identidad de los hijos de desaparecidos y por la restitución de estos nietos a sus familias, porque se haga justicia y se condene a todos los responsables. Pero también luchan (porque reconocen que no hay una sin la otra) para que su pueblo crezca en la defensa y consolidación de la democracia, en el desarrollo y la inclusión social de todos y todas, en el fortalecimiento de una sociedad más justa, en el respeto a los derechos humanos, en la afianzamiento de la paz.
Por esto, son madres y abuelas no solo de tantos compañeros y compañeras desaparecidas por la más trágica dictadura militar sino también madres y abuelas de un pueblo herido que reconoce en ellas, en su lucha pacífica e indeclinable, el consuelo y la esperanza de una patria más justa.
“Y me dijeron: No tengas miedo, camina…y estoy caminando”. Y ya son treinta y cinco los años que las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo llevan caminando para saber la Verdad, esa que nos niegan y ocultan con la intención de borrar sus culpas; para hacer Memoria, no olvidar lo que pasó y no debe volver a pasar; y para encontrar Justicia, la única que puede reconciliar a un pueblo e instaurar una paz verdadera. Pero no caminan solas, como antes, porque hoy más que nunca el pueblo, su pueblo, “las abraza”.
Enarbolando dignidad
sobre pueblos vencidos,
abriéndose caminos
entre sueño y horror,
van pariendo mucha más vida
de la que se truncó…
* “Las Madres del Amor”, León Gieco
Río de Palabras, 24 – 03 – 11
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