Juan P. Rojas
Declararse en tal o en cual lugar, independiente de o alternativo a, requiere necesariamente de la demarcación de eso que está en la vereda de enfrente. Esta fuerza política es de izquierda porque repudia y denuncia las medidas regresivas de…, esta agrupación se declara independiente porque se despega de los lineamientos de…, etc. Estas manifestaciones suelen obviarse y darse por sabidas y a su vez su formulación suele plantear dificultades, hay momentos de la historia que resultan complejos máxime si hay una desvinculación entre discurso y práctica.
En procesos demarcados que de ninguna manera se pueden ocultar detrás de un velo fascinador, esta tarea resulta sencilla. En tal sentido el neoliberalismo aunó fuerzas diversas y no era difícil posicionarse a su izquierda. Cualquiera que se jugara un pelo por los intereses de los demás sabía dónde estaba el enemigo.
El proceso que comenzó construirse en 2003 ha ido complejizándose en este sentido para ciertos sectores de acción. En consecuencia, según el modesto entender de quien escribe, las agrupaciones políticas que se declaran a la izquierda del kirchnerismo ocupan una posición de inconsistencia progresiva. Esta incongruencia se define en el escaso acompañamiento popular de sus demandas: una manifestación general de que no hay lugar para una lucha frontal contra el sistema.
El dislate de las agrupaciones de substancial oposición queda más o menos expuesto según el contexto. Hay situaciones en las que las demandas expresadas pueden mantenerse de pie aunque la resultante termine por pulverizarlas más temprano que tarde. En el denominado conflicto con “el campo” su “lucha en favor de los pequeños productores” terminó por contribuir a los intereses de las grandes familias terratenientes y de sus socios extranjeros.
Pero existen escenarios donde la radicalización planteada como divergencia o incompatibilidad tiene un grado de inconsistencia preocupante, los actos conmemorativos por el día de la Memoria, la Verdad y la Justicia son un caso emblemático. Proponer una movilización por fuera de las recordaciones que realizan los organismos de Derechos Humanos, desestimando su historia y su lucha, es un acto que difícilmente pueda clasificarse de progresista por contestatario y crítico.
La utilización de una fecha tan sensible para plantear consignas opositoras en un proceso en el que los avances en derechos humanos resultan inéditos para el curso de la historia es poco menos que peligrosa. Despegarse de la marcha de un pueblo que acompaña una transformación categórica del estado de las cosas no puede resultar más que contraproducente y obcecado en un avance hacia un estado de justicia plena.
Río de Palabras 43, 24 – 03 – 11
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