María Luz Gómez
Cuando uno piensa en todo el rechazo y desconcierto que ha generado esta idea en nuestra sociedad, uno se enfrenta ante sentimientos que van desde la más profunda indignación hasta la más conmovedora admiración.
Indignación ante la crueldad de un sistema que bajo el más burdo prejuicio de inferioridad ha sometido a toda mujer; porque la historia de “la mujer” no puede ni debe analizarse sin tener en cuenta las relaciones de poder, específicamente, de dominación que la atraviesan. Y admiración ante aquellas mujeres que afrontando miedos y amenazas gestaron cambios y promovieron quiebres en el sistema patriarcal; y el principal o más radical se ha dado y está dando en el ámbito de la política, lugar que por esencia debe encarar la lucha por la justicia social, justicia que incluye e involucra a las mujeres.
En esto, y aunque nuestra historia intente ocultarlo, son muchos los ejemplos de mujeres que han irrumpido en la vida política de nuestro país. Mujeres atrevidas, como Juana Azurduy, que tomando las armas libraron la independencia. Mujeres tenaces, como Virginia Bolten, que en plena organización política del país reclamó igualdad de derechos. Mujeres emprendedoras, como Cecilia Grierson, que supieron hacernos lugar en las universidades. Mujeres solidarias, como aquellas que entendiendo que la lucha era por todas formaron las primeras agrupaciones y partidos feministas. Mujeres atrevidas, como Julieta Lanteri, que desafiando cánones organizó las primeras elecciones simuladas. Mujeres valientes, como “la mujer” Eva Duarte, que enfrentando prejuicios y ataques asumió la lucha femenina y reivindicó nuestro derecho a la participación política a través de la Ley de Sufragio Femenino.
Y aún son más las que encarnan la lucha por la igualdad de derechos. También lo son las mujeres que militaron y dieron sus vidas en los ’60 y ’70; las mujeres que, asumiendo su más tierno rol, son madres y abuelas que buscan firmemente a sus familias; aquellas que agrupadas trabajan en la educación y el cuidado de miles de niños y jóvenes; aquellas que desde las instituciones gubernamentales luchan por los derechos de todas.
Hoy las mujeres argentinas pueden enorgullecerse: han ganado y copado espacios antes negados en política. Ejemplo de esto no solo es el hecho que la Argentina encabeza la lista de países con mayor cantidad de mujeres en el gobierno sino también que está dirigida por una de ellas, Cristina Fernández. Y más allá de diferencias ideológicas, no puede negarse que ella resume la lucha dada por miles de mujeres que buscan un futuro más justo; tenerla allí es parte de una reivindicación que recién comienza y no hay que abandonar.
Río de Palabras 42, 13 – 03 – 11
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