Viviana Demaría y José Figueroa
Cada 19 de abril se conmemora el Día del Aborigen Americano que reivindica en todo el continente los Derechos de los Pueblos Originarios. Lo cierto es que, en tiempos que se pretenden multiculturales, aún queda mucho por hacer.
En nuestra historia de la Independencia los pueblos originarios dieron muestras de hermandad, valor y entrega a los ideales revolucionarios. Una historia que da muestras de ello fue la del joven indio Juan Huallparrimachi. Su corta e intensa vida lo convirtió en uno de los personajes más apasionantes de las guerras de independencia.
Se dice que su linaje tenía una rama aristocrática, que su padre era Francisco de Paula Sanz, un hombre que había sido gobernante-intendente de Potosí y que deslumbrado por la belleza de María Sauraura – una muchacha descendiente de la familia real incásica – se unió a ella y de esa relación nació Juan. Otra historia cuenta que había sido entregado al matrimonio Padilla para que lo criaran. También que Juana Azurduy y Manuel Ascensio Padilla fueron sus padres adoptivos.
De todos modos, todas las historias confluyen en lo mismo: el joven formó parte de las huestes de los Padilla al mando de un regimiento de honderos indígenas para luchar contra el avance realista.
El Guerrero
Cuenta la historia que en una emboscada Manuel Ascencio había caído prisionero de los realistas. Juana y Juan habían quedado solos, sin otro ejército que sus propios cuerpos, su coraje y su valor. Con esas armas iban tras los pasos del grupo que había tomado a Manuel como prisionero. De pronto, corriendo y gritando entre la maleza, cual si estuvieran abriéndole paso a la llegada de un gran ejército, Juana y Juan atacaron al campamento realista. Los confundidos soldados que estaban a punto de ejecutar a Manuel se llenaron de temor y sólo atinaron a salir corriendo para salvar su vida y así lograron rescatar a Manuel del momento final.
El Poeta
El joven Juan tenía su corazón lleno de amor. Amor por su amada, amor por su tierra y amor por la naturaleza. Palabras que recitaba o luego musicalizaba y le daban algo de sosiego a su vida urgente.
“Luz que me despiertas cada mañana” dice así:
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