Alfredo Saavedra
La prensa del mundo occidental está volcada en estos días hacia el suceso de la boda del príncipe Guillermo y la plebeya Catalina Middleton, en un acontecimiento cuya mayor relevancia está en el salto de calidad que le ha dado al comercio de las baratijas, en medio de la aprensión por la crisis del alto precio de la gasolina y por consiguiente el alza en los alimentos, para angustia de los pobres del mundo.
La boda será este viernes y para informar sobre ese hecho los medios de comunicación, en particular de Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y Europa, movilizan a un ejército de reporteros con cámaras de televisión y toda la parafernalia necesaria en esa actividad. Parece que lo más espectacular durante ese acontecimiento, según los medios de comunicación, será la presencia de los sombreros de las damas, en uno de los concursos más relevantes en homenaje a la ridiculez.
De manera simultánea se produce un estruendoso aparato publicitario en la comercialización de álbumes fotográficos, vajillas con fotos de los contrayentes, anillos de fantasía en imitación del legítimo de compromiso, toallas de baño para pasarse por lugares innombrables las caras de los novios, llaveros, chocolateras, camisolas con el rótulo de “Willy pídeme lo que quieras”, DVDs y hasta condones para proveer a los usuarios de la sensación de un coito real, todo esto según nota del diario The Toronto Star.
Por supuesto que mucha de esa mercancía es sin autorización oficial y hasta fuera de patente por la piratería que se anticipó a la salida del comercio legal. Se estima que todo ese mercado le reportará a la quebrantada economía inglesa un ingreso de un billón y medio de libras esterlinas, aunque en contraposición a los 6 billones que perderá la productividad nacional por el asueto declarado para ese viernes 29 de abril, según lo anota el mencionado reportaje.
En Canadá el suceso de la boda de Guillermo y Catalina, ha levantado un revuelo regocijante, pues el canadiense natural es proclive a los eventos monárquicos y no le importará, entre otros inconvenientes, madrugar el día del connubio pues los canales de televisión se encuentran en feroz competencia anunciando la transmisión del acontecimiento que dará principio a las 5 de la mañana, hora local. De igual manera, cuando menos en la provincia de Ontario, se dispensará permiso especial para que las tabernas provistas de pantallas gigantes de televisión, tengan abiertas sus puertas durante el evento, para que los parroquianos puedan brindar por los recién casados o por lo que quieran brindar. De modo que para esa ocasión, de manera particular, habrá permiso para consumir licor durante 24 horas corridas.
Leer todo el artículoComo Canadá será lugar privilegiado por la pareja real en su recorrido de luna de miel, el anuncio de ello, hace algunas semanas, causó conmoción de felicidad en una población con tendencia fervorosa hacia la monarquía dominante por ley. Un canal de televisión hizo entrevistas en la calle sobre esa visita, y al hacerlo con una pareja de muchachas, una de ellas al recibir la noticia se estremeció como experimentando el éxtasis de un orgasmo.
Guillermo, duque de Cambridge, es hijo de la malograda princesa Diana, muerta en un desventurado accidente en París, cuando iba acompañada de su prometido, un ingeniero de origen árabe, millonario en el negocio de la venta de casimires. Diana estaba ya divorciada del príncipe Carlos, denominado “Orejotas” por un capellán de Westminster, lugar donde ahora se oficiará la boda. Guillermo, como la madre, también parece con inclinación al altruismo, aunque sea por pura imitación.
El príncipe conoció a Catalina en el exclusivo colegio de Marlborough, muchacha hija un matrimonio de ricos sin títulos nobiliarios. Ya durmieron juntos, para desconsuelo de la reina Isabel, abuela de Guillermo, que hubiera querido que hubiesen llegado vírgenes al tálamo nupcial, pero el príncipe aunque tímido quiso asegurarse de no llegar al matrimonio con desperdicios de virginidad dejados por otros, como ocurre por tradición en la modernidad inglesa.
Persistió el rumor de que el hermano de Guillermo, el príncipe Enrique (Harry, en inglés, que significa vándalo, pillo o pícaro) quiso birlarle la novia, acción que no se consumó por la intervención de tíos y primos, celosos de que el pariente que algún día puede llegar a rey, tuviera asegurado su destino con Catalina, una bella chica, considerada por nobles y mundanos dotada de todas las gracias que la mitología le adjudica a las princesas.
Guillermo lucirá el día de la boda un uniforme de almirante con el pecho tachonado de medallas militares que no ha ganado en ninguna guerra, pues en la única que estuvo es en la de Afganistán, pero por solo un día y custodiado de una guardia pretoriana para cuidar que no sufriera tan siquiera un rasguño. En cambio, su hermano Enrique, Harry el pendenciero, permaneció en ese invadido país por unas semanas disparando una ametralladora, sin tenerse noticias de cuantos talibanes habrá matado.
Pero lo más destacado de la boda, serán los sombreros de las mujeres, lo que ha tenido muy ocupado a los estilistas exprimiéndose el seso para las creaciones más estrafalarias. La mayor competencia en ese sentido será entre la reina Isabel y su nuera Camila, la duquesa de Cornwall, mujer de “Orejotas”, quienes ya en el pasado participaron en lides de esa clase en los que destacaron tocados con apariencia de nidos de aves del paraíso, lo cual mantiene muy en guardia a los edecanes para evitar accidentes ocasionados por pájaros sin respeto.
No faltará presidiendo en la boda, el duque de Edimburgo, consorte de la reina Isabel, quien tendrá que guardar la compostura que no tiene en palacio, donde uno de sus entretenimientos favoritos es perseguir por los corredores áulicos a las sirvientas jóvenes para tocarles las nalgas, un hábito ya reprendido por la reina, no por defender a las doncellas sino para evitar escándalos que ya los ha habido en el pasado, para beneficio de la prensa bulliciosa de Londres.
En fin, que el público anglosajón está de plácemes, para un acontecimiento en el que se gastarán millones de dólares que buena falta le hacen a la docena de países pobres que forman parte con los que no lo son, del denominado Commonwealth (riqueza común), concierto de naciones vasallas de Inglaterra.
La Quinta Pata, 21 – 04 – 11
La Quinta Pata
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