domingo, 29 de mayo de 2011

Fifty fifty

Juan Pablo Rojas

La relación CGT-Gobierno no está en sus mejores momentos, el ir y venir de mensajes han teñido las páginas de los medios hegemónicos que, expertos en husmear sangre, se regocijan y revuelven la herida con un clavo oxidado. Quizá uno de los hitos de esta “disputa” fue el reclamo de Hugo Moyano en el acto del Día del Trabajo para que se alcance el “fifty-fifty”, es decir para que la participación de los trabajadores en el PBI llegue al 50 por ciento. El reclamo, quién podría negarlo, es justo pues se está hablando de la distribución de un valor creado por los trabajadores, resultado de la fuerza de trabajo en un proceso productivo que tiene por fundamento la producción de plusvalor.

Pero como decíamos la justeza del reclamo no está en discusión. Sí podemos poner a contraluz su aplomo, su alcance, su solidaridad. Es necesario Hugo lograr el fifty-fifty en diferentes frentes, en la lucha cotidiana por ejemplo. Esta debería ser una combinación de reivindicación y memoria. Las cifras revelan que en la actualidad la participación de los obreros en el PBI se ubica en el 48,1 y que hace ocho años atrás esta sólo alcanzaba 34,3 por ciento. Dicha cercanía a la repartición ecuánime es una de las más significativas de la historia: Victoria Basualdo señala que mejores índices solo se alcanzaron en el primer y tercer gobierno de Juan D. Perón: en 1954, cuando se llegó al 50,1 y 1974 al 46,7 por ciento. También conocemos largamente que no siempre los momentos de alto crecimiento derivaron en una mejora en la vida de los trabajadores y de la población en general.

Es necesario Hugo lograr también una composición pareja, un 50 y 50, en la profundidad y en la amplitud de las demandas. Estas deberían tener en cuenta a toda la masa trabajadora, a los que están amparados por el techo de un sindicato, a los que a la intemperie se juegan día a día el mango y por qué no llegar a aquellos que aún no encontraron ni esa posibilidad. Hablamos de solidaridad, principio básico y rector del movimiento popular más grande de nuestra historia. Precisamente el compromiso de todas las fuerzas sociales con los desposeídos fue lo que distinguió al peronismo de las prácticas tradicionales.

También resulta necesario alcanzar el “fifty-fifty” en las alianzas con el gobierno. No se puede tener tanta premura y exigir de manera cuasi extorsiva algo que se viene pronunciando con un ritmo inédito si tenemos en cuenta cómo fueron las relaciones de los sindicatos con cualquiera de los gobiernos, inclusive con el primer peronismo donde la CGT se mostró dependiente y con escasa autonomía, debido a “la fuerte autonomía que impuso Perón”, según explica el politólogo Arturo Fernández. No se puede desconocer que actualmente hay un clima altamente favorable para los trabajadores no solo por la mejora del poder adquisitivo sino porque después de décadas se recuperaron las negociaciones colectivas. El último mensaje que se escucho en la CGT fue “apoyamos pero sin ser obsecuentes”, cumplir con esas palabras ya sería un paso.
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En la forma de dar la batalla también debe mejorarse la distribución final. Debe pensarse en combinar contenido y forma en partes iguales. No es un tema menor la cuestión de las formas y el kirchnerismo ha sido un ejemplo en el tema porque antes que nada se logró hegemonía cultural, no fue por prepotencia que se llegó a consolidar un apoyo extraordinario e incondicional. El salto del “que se vayan todos” a la fenomenal participación de los jóvenes en la política se consiguió con estoicismo y talento y batallando contra los mismos que también buscan por todos sus medios teñir de impopulares cualquier acción que provenga del sector obrero organizado. Sin embargo, aquí está el desafío. Ciertos gremios deberían comprender qué poco esfuerzo han hecho hasta el momento para revertir la pobre imagen que reflejan y no nos referimos a la que nos describe María Laura Santillán, y vocifera la clase media, sino a las que no pueden eludir ningún medio por más que esté en la vereda de enfrente del discurso que defiende al capital. El apoyo al Momo Venegas, la adulteración de medicamentos, el crecimiento sideral de las empresas amigas, los negociados.

Es urgente entonces lograr ciertos cambios que sienten las bases de un movimiento sindicalista que alcance en un futuro próximo espacios de poder por requerimiento popular y no por demostración de fuerza; esto significa de alguna manera no hacer de los sindicatos poderosos aparatos para discutir el precio del salario sino espacios para plantear discusiones más de fondo en las que estén contenidas las demandas de gruesos sectores huérfanos de organización. Es necesario reconocer táctica de estrategia. Es inevitable la actualización pero no se debe olvidar la doctrina. Es necesario detectar lo que falta sin dejar de mirar lo que se logró. Es preciso Hugo llegar al “fifty fifty”.

Río de Palabras 47, 22 – 05 – 11

La Quinta Pata

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