Enrique Manson
El 20 de agosto Pepe Rosa cumpliría 105 años. Además, el 2 de julio, se cumplieron 30 de su partida al Comando Celestial de los Grandes de la Patria.
Se suele decir que fue el creador del revisionismo histórico o, con mejores razones, el gran divulgador de esa corriente que denunciaba la falacia de la "historia oficial". Sería más apropiado señalar que con él, la interpretación revisionista de nuestro pasado puso al pueblo como protagonista principal.
José María Rosa fue, desde el primer momento, uno de los principales representantes de esta corriente. Pero fue la experiencia peronista, y su propio compromiso personal, lo que lo llevó al riesgo de ser fusilado, y al exilio en Uruguay y España, donde completaría la formación de su personalidad de historiador y de político.
Había nacido y se había criado en un ambiente que lo destinaba a ser, como solía recordar, anti yrigoyenista – es decir contrario a la corriente popular – y antifederal, lo que lo instalaría entre los que abominaban de Don Juan Manuel de Rosas.
Su amor a nuestra historia y su profundo patriotismo lo hicieron descubrir, en los años `30, al defensor de la soberanía, al héroe de Obligado, al que no aflojó "un tranco de pollo" a los imperios y mereció el sable de San Martín. Del que el propio Libertador nunca había dudado "que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante presidiendo usted sus destinos; por el contrario, más bien he creído no tirase usted demasiado de la cuerda…cuando se trataba del honor nacional." Un 17 de octubre se había encontrado con "mi gente (la que) sentía la vida como yo, tenía mis valores, no se manejaba por palabras sino por realidades: era el pueblo, era mi pueblo, era el pueblo argentino... tantas veces mencionado en los programas de los partidos políticos y en los editoriales de los diarios... No era una entelequia: era algo real y vivo. Comprendí dónde estaba el nacionalismo. Me vi multiplicado en mil caras, sentí la inmensa alegría de saber que no estaba solo, que éramos muchos".
Y desde entonces marchó junto a ese pueblo. Comprendió que se había cumplido la profecía de Fierro "Hasta que venga algún criollo en esta tierra a mandar", y se abrazó a esa causa con el fervor que lo llevaría a la cárcel, al exilio y a ser hombre de confianza de Perón.
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