Emilio Marín
La semana se caracterizó por el balance de las primarias. Los ganadores no se volvieron locos con el triunfo. Los perdedores lucen desorientados y más divididos por la derrota. Y varios no pueden digerir el resultado.
Esta semana se pasó volando, políticamente hablando, aunque para la variopinta oposición desplumada el domingo debe haberse demorado como un siglo. Si bien hubo muchos temas en el debate nacional tan agitado en estos años, uno sobresalió. Y fue naturalmente el resultado de las primarias, donde la lista encabezada por Cristina Fernández logró una ventaja monumental de 38 puntos sobre los dos que terminaron segundos, aunque vista esa ventaja se podría decir últimos (Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde).
La ganadora dijo que sobre la base del respaldo en las urnas buscará perseverar en el "modelo" que tuvo tan buena recepción. Y planteó la necesidad de que el congreso trate la ley de tierras, también conocida como la norma que pretende poner límites a la extranjerización de este recurso.
Por otro lado, aunque se trata de un funcionario de menor calado que la jefa de Estado, no debería ignorarse el llamado que Gabriel Mariotto, titular de la AFSCA y vicegobernador electo de Buenos Aires, hizo al juez Edmundo Carbone. Le pidió que la corte con la cautelar de Clarín sobre el artículo 161 de la ley de medios.
Si este reclamo a la corporación judicial fuera de todo el gobierno nacional, querría decir que de aquí a los comicios de octubre el cristinismo estaría caminando con dos piernas ágiles: ley de tierras y ley de medios. Es un programa sencillo y progresista, que podría tener más volumen de juego si en vista de la crisis mundial se resuelve aumentar el monto de la Asignación Universal por Hijo y prodigar más créditos relativamente baratos a las Pymes, como se rumorea.
Todo eso, con una presidenta más afable y dicharachera que nunca, que dice estar feliz como Riquelme y hasta hace conferencias de prensa sin molestarse con preguntas de medios opositores como
La Nación, compone una tendencia irreversiblemente ganadora para octubre.
Leer todo el artículoEn cambio los perdedores están todavía pasándose facturas: los medios monopólicos que espolearon a la oposición hacia el abismo ahora se asoman a ese vacío y pontifican sobre los errores de esas cabalgaduras desbocadas. Clarín y La Nación se presentan como ajenos a la catástrofe, cual si fueran espectadores imparciales. Su cinismo es fenomenal.
Los políticos opositores habitan campamentos arrasados y casi desiertos de dirigentes y público. La derrota los dejó a la intemperie, con llanto y desnudos en este invierno que tarda en irse. Ernesto Sanz y Julio Cobos reprochan a Alfonsín. Los macristas, con su jefe de largas vacaciones en Europa, dirigen dardos hacia los demás opositores, como si ellos no tuvieran nada que ver. Muchos peronistas se desmarcan del fracasado Eduardo Duhalde y el gobernador puntano, que al menos pudo ganar en su provincia (los otros, como Hermes Binner, ni eso). Elisa Carrió está por internarse en un Spa aunque muchos, incluido este cronista, creen que debería hacerlo en el Borda. En fin, los opositores han quedado nock-out, en la lona, y les pueden contar hasta mil que no se levantan.
Como toros enceguecidos
Otros que quedaron de cama con los resultados fueron los de la Mesa de Enlace y los medios monopólicos, que habían apostado todo a la oposición. Es el caso de Hugo Biolcati, que al inaugurar la 125º Exposición de Palermo había leído un discurso provocador y oligárquico hasta las pezuñas.
Allí había expresado que anhelaba un mensaje de las urnas que respaldara lo actuado por esta fracción latifundista del campo desde el 2008 a la fecha. En rigor, por su texto revestido de reivindicaciones de la Argentina agroexportadora de la Generación del ´80 y del Centenario, estaba reivindicando a la Sociedad Rural desde su fundación en 1866.
Los millones de votos a favor de la presidenta fueron impactos a la mandíbula del poderoso terrateniente y productor lechero de la provincia de Buenos Aires, entre otros negocios conocidos. Y el derrotado, ofuscado, se fue de lengua, cuando atribuyó la victoria cristinista a que la gente se preocupa de la cuota del plasma y de mirar a Tinelli, que lo demás no le importa. Como si gran parte de los votos conseguidos en 2009 y ahora por sus amigos Mauricio Macri en la Capital y su socio Francisco de Narváez en la provincia, no fueran de esa misma índole.
Esas declaraciones del pope cabañero en la Asociación de Dirigentes de Empresa, consignadas primero por DyN, levantaron polvareda. Otros dirigentes de la Mesa de Enlace trataron de dar sus opiniones sin la furia del toro enceguecido en que se había transformado Biolcati. Y algunos, como los miembros de la Sociedad Rural de Córdoba, se permitieron públicamente disentir con aquél.
El energúmeno de Gualeguaychú estaba más perdido que turco en la neblina. Se sabe que no le sobra intelecto a Alfredo de Angeli. Su elaboración política nunca superó el grito de "¡Minga!" que tuvo su momento de fama en 2008, con la aclaración de Biolcati de que la gente que los apoyaba en ese año no sabía casi nada sobre la 125. Ahora son los ruralistas los que no entienden nada sobre la política, algo relativamente inevitable teniendo en cuenta que la mayoría de ellos se dedicó estos años a hacer plata y no a formar partidos políticos ni a incorporarse seriamente a otros ya creados que defendieran sus intereses. Igual habrían perdido, pero al menos tendrían una cierta idea de los motivos y los por qué.
El único aliciente de la cúpula rural es que la presidenta ganó por menos votos en los distritos sojeros, que en el promedio nacional. Pero si ven el vaso medio vacío de Cristina, deberían admitir que el suyo directamente se derramó y se hizo añicos. La izquierda tuvo en los años ´70 mucha fuerza sindical, pero no supo traducir esa fortaleza relativa en el terreno político. Y salvando las enormes diferencias, a la oligarquía le pasó algo parecido: se creyó Gardel en contra de la 125, pero no pudo llevar eso a las urnas. Habría que decirle, como en casos análogos: "Siga participando".
Atenti Cristina
La presidenta recibió al colega colombiano Juan Manuel Santos, quien dijo que con su visita se producía un descongelamiento de diez años en las relaciones bilaterales. Incluso bromeó sobre los goles del colombiano Teófilo Gutiérrez para la "Acadé" de la que Néstor Kirchner era hincha.
"Para nosotros es algo más que un presidente, es un amigo y hemos trabado una excelente relación personal", calificó su anfitriona, poniendo de relieve los ocho convenios de colaboración entre los dos países.
¿Cómo evaluar este acercamiento entre dos gobiernos que hasta ahora habían mantenido posiciones diferentes en varios temas? En principio, como positivo. Es bueno que en la Casa de Nariño, en Bogotá, hoy no se estén cocinando planes de agresión militar a Ecuador y a Venezuela, como antes, con Álvaro Uribe como presidente y Santos ministro de Defensa.
La crisis económica internacional, que el visitante calificó de "huracán", también dio pasto a la convergencia con la Casa Rosada. Eso se vio en la reunión de Unasur en Lima, cuando asumió Ollanta Humala, donde Santos propuso reuniones de la región para hacer frente al temporal. Cristina y los demás colegas aceptaron encantados.
Aunque aún no hay medidas concretas, ya hubo dos reuniones de ministros de Economía de ese bloque regional. Y en último, celebrado el 12 de agosto en Buenos Aires, se conformó el Consejo Suramericano de Economía y Finanzas de la Unasur, con la asistencia también de los presidentes de los bancos centrales de la docena de socios.
"Se estableció la importancia de desdolarizar el comercio interregional, de 120.000 millones de dólares; la necesidad de contar con instituciones con fondos de desarrollo de largo plazo y bajo costo, y la coordinación del uso de las reservas para evitar cualquier tipo de ataque monetario", sintetizó las bondades del debate el viceministro Roberto Feletti.
La orientación parece buena. Será mejor si toma dimensión real, con aprobaciones de los gobiernos y puesta en práctica; y si se incluyen medidas propias de un blindaje social como las que en su momento propició sin éxito la CTA de Hugo Yasky.
De todas maneras Cristina debería estar atenta: Santos es un político orgánico de la oligarquía colombiana e históricamente defensor del alineamiento con Estados Unidos. Por eso junto con Uribe impulsó el tratado de libre comercio con el imperio y le cedió 7 bases militares. Además los crímenes del ejército colombiano y los paramilitares que operan bajo su protección no cesan en ese país, cuyo gobierno fue el segundo en reconocer al gobierno pos golpista de Lobo, en Honduras.
Esos antecedentes debería tenerlos a mano la presidenta, para no sufrir decepciones con el flamante amigo. Más tendrían que tomarlo en serio los muchachos de La Cámpora, que rindieron junto a Santos un homenaje a Néstor Kirchner. Una cosa es ser soldados del Pingüino y otra es ser amigos de un genocida, para una agrupación política progresista y sin responsabilidades de estado, que sí las tiene Cristina Fernández.
Entre los doce miembros de Unasur, Santos debería ser el último aliado, temporal, bajo la lupa, y no el primero.
La Arena, 21 – 08 – 11
La Quinta Pata
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