Guillermo Almeyra
En Bolivia los campesinos-indígenas que producen para autoconsumo pero venden sus excedentes (y que pueden producir sea individualmente, sea en formas comunitarias de diverso tipo), los peones rurales y pastores, los pequeños mineros privados, los trabajadores mineros asalariados, los asalariados urbanos que trabajan en talleres semiartesanales o en las fábricas, en el pequeño comercio informal o formal, en los organismos estatales o instituciones privadas, coexisten con los indígenas de oriente, que viven en comunidades autónomas basadas en el autoconsumo y que tienen relaciones muy laxas con el mercado, vendiendo a veces algunos productos, comprando algunos insumos y trabajando en ocasiones por salario.
La influencia de las ideas y valores capitalistas dominantes, en general, es mayor en las ciudades que en las zonas rurales, mayor en el altiplano que en la selva oriental, mayor entre los mestizos que entre los indígenas, mayor entre los aymaras de El Alto y de La Paz que entre los que aún viven en los restos de los comunitarios ayllus cerca de la frontera con Perú. En cuanto a la economía de Bolivia, es capitalista, extractiva y depende, como el país, de los cambios tecnológicos que se suceden en el capitalismo internacional, como se expresó en los ciclos sucesivos de la plata, el estaño, ahora el petróleo y el gas, el litio y las tierras raras, más la soya. El capital financiero internacional dirige esa economía y está entrelazado con los grandes burgueses nacionales, sobre todo de oriente. El Estado, que es debilísimo, enfrenta a multitud de otros poderes en germen, sea en los conflictos con los obreros y los indígenas-campesinos que lo desafían por motivos corporativos, sea en las luchas con los intentos reaccionarios de sectores capitalistas locales (terratenientes e industriales) de construir una autonomía regional semi separatista.
Como en Bolivia, tradicionalmente, los puestos públicos se compraban, el gobierno debe combatir por igual la tendencia al uso particular de los recursos públicos, a la corrupción, al prebendarismo y al caudillismo. Al mismo tiempo, tiene que reducir el regionalismo, la visión provinciana y corporativa que sobrepone los intereses de cada gremio o sector a los del conjunto de explotados y oprimidos. La debilidad del estado y la carencia de cuadros preparados del gobierno lo lleva, por otra parte, a imponer la dependencia de las empresas y capitales extranjeros o de las ONG con ellos relacionadas. Todo eso refuerza en su seno el jacobinismo centralizador y autoritario, el decisionismo verticalista, la concentración del poder y la tendencia a tratar de unificar a la población recurriendo fundamentalmente a una retórica nacionalista similar a la de Bush-Villarroel y del MNR de 1952, que el gobierno presenta y decora con una salsa indigenista tipo new age, en buena parte inventada, para tratar de juntar aymaras, quechuas, urus, guaraníes y otras etnias chaqueñas o los pueblos amazónicos.
Leer todo el artículo
No hay comentarios :
Publicar un comentario