Ramón Ábalo
Camila Vallejo tiene 23 años de edad. Mientras su popularidad sube, la del gobierno cae. La prensa del mundo la exalta como líder estudiantil en su patria, pero ha trascendido mucho más allá de las fronteras nacionales. Es llamada, es invitada y ya ha salido para la Argentina, para Brasil y otras latitudes. Una síntesis de las crónicas que la ubican, un mes atrás, en Brasilia, hacen un relato detallado de quien es ya un ícono de la juventud latinoamericana.
Son las seis de la tarde, y las calles de la capital de Brasil están atascadas de personas que retornan al hogar, pero en un auditorio del subsuelo del edificio del congreso, un acto estudiantil ha llegado al punto febril: "¡¡Camila, Camila!!", cantan. Todo el día se han esforzado por avistar a Camila Vallejo, la estudiante universitaria que ha convertido una disputa estudiantil sobre el alto costo de la educación en una revuelta política nacional que ha estremecido y exaltado a los jóvenes latinoamericanos, desde Ciudad de México hasta Puerto Montt. Ahora, Vallejo llevó su primavera chilena de gira y los brasileños no estaban dispuestos a perdérsela. Miles marcharon con ella bajo el abrumador sol hasta las puertas del congreso. La habían seguido hasta el interior del edificio, donde ella expuso ante la comisión de derechos humanos, posó para diversas fotos con legisladores y firmó autógrafos al pasar, dejando una estela de periodistas, fotógrafos y camarógrafos de televisión, donde quiera que fuera. Ahora, que ha subido al escenario, sus seguidores están en estado de excitación. "Guarden los silbidos de lobo para después", sugiere Camila en tono risueño.
Es un recibimiento al que está acostumbrada. Camila Amaranta Vallejo Dowling no es la típica revolucionada. Con suaves ojos verdes, un piercing plateado en la nariz y 63.000 seguidores en facebook, la estudiante, oriunda de Santiago, encuadraría mejor en una pasarela que en las barricadas. Hace un año, Camila era simplemente otra estudiante que vestía atuendo jean en la Universidad de Chile. Sin embargo, a los 23 años, esta especialista en geografía se ha convertido en el rostro más visible de un movimiento político que ha sacudido a la nación más ordenada de Sudamérica, ayudó a empujar por el despeñadero la tasa de aprobación (ahora está en apenas un 22%) del respetado y multimillonario presidente Sebastián Piñera y generó manifestaciones en calzado deportivo a lo largo del hemisferio. Dio vuelta el mapa político del país.
Sirena estudiantil, la bella y la bestia, la flor de la primavera chilena, no hay carencia de metáforas para describir a esta cautivadora y atractiva militante juvenil del Partido Comunista, cuyo llamado a una educación asequible en Chile, ha tenido un eco identificador a lo largo del continente. El movimiento estudiantil es más grande que Vallejo, pero ella es la estrella orientadora de la revuelta de cinco meses que ha enviado a millones a las calles, en la agitación política más grande desde el golpe de estado del 73. Las protestas han paralizado a Santiago, hicieron caer al jefe de policía y expulsaron a un alto burócrata del ministerio de cultura, cuyo mensaje amenazante por twiter pareció salido directamente del manual del fallecido dictador Pinochet. La agitación ha sacudido a Piñera, obligándolo a romper una audaz reforma educativa tras otra.
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