domingo, 16 de octubre de 2011

El tardío reencuentro de dos hermanas gemelas y la pavorosa “leyenda” del robo de bebés

Alberto Atienza

Dos hermanas gemelas se conocieron luego de más de 30 años de haber nacido. Vinieron al mundo en el ex hospital Emilio Civit, popular en los años 70 por su luenga fama de ser un centro de venta de recién nacidos.

Se desconoce, ya que la información sobre el reencuentro no especifica de qué manera una de ellas, la separada de su madre genética, llegó a otra familia, si hubo o no pago de dinero por la beba. O si se trató (algo no común en ese lugar) de un regalo. La que fue una beba derivada, se llama Marta Liliana Chevrete. Nació, igual que Pabla Mariana Chilote el 28 de abril de 1974. A la madre de ambas, Irma del Valle Falcón le dijeron que una de las niñas había muerto y le entregaron el cuerpo sin vida de una criatura. Irma nunca dudo que se trataba de su hija y le dio sepultura en el cementerio de Junín, donde residía. Durante más de 30 años le llevó flores a la que creía era su hijita fallecida.

En el 2009 se enteró de que lloró por una criatura extraña y conoció a su otra verdadera hija. La pregunta es ¿Quién era la niñita muerta? ¿Qué explicación se le dio a su madre? Un misterio oculto en esos lejanos años. Hay más sombras de la triste notoriedad que una banda organizada arrojó sobre ese hospital que tenía el nombre de un progresista ex gobernador mendocino.

Los trámites imprescindibles en aquellos años para dar un lugar en el mundo a un bebé recién llegado, arrancaban con el certificado que se llamaba de “nacido vivo” que firmaba el médico que asistía al parto. Con ese documento, generalmente su padre, lo inscribía en la pequeña oficina de registro civil que funcionaba en el nosocomio. En la partida de nacimiento aparecían entonces los datos personales del padre. O solo de la madre, si era soltera. Y el nombre y apellido que el niño llevaría hasta el fin de sus días.

Toda esa serie de mecanismos de seguridad, de legal anotación de los pequeños, eran vulnerados por los ladrones de recién nacidos. Hacían salir entonces, a los niños con documentación verdadera, expedida por la oficina del registro. La diferencia consistía en que quien anotaba a la criatura era, en los casos de una venta, el comprador que se presentaba como padre.

¿Qué ocurría con la madre verdadera de un niño enajenado por plata? A veces eran jóvenes solteras a quienes se les decía que el chico salió del vientre materno sin vida. Mujeres pobres, no podían afrontar el costo de un sepelio y le dejaban esa misión al hospital. Los bebés muertos no eran derivados a la fosa común del cementerio, sino guardados en la gélida morgue y otros conservados en formol, en una pileta en la que había además piezas anatómicas de occisos adultos destinadas a los estudiantes de medicina. Era un depósito oficial del hospital, pero sin ningún control. Cuando una mujer manifestaba su deseo de inhumar los restos de su hijito, para ella sin vida (se lo habían sustraído) los “comerciantes” sacaban un cuerpito de las heladeras o de ese horroroso receptáculo del que emanaba un fétido olor, mezcla de formol y carne humana en estado de putrefacción.
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Algunos veteranos hombres de prensa recuerdan el caso de una pobre mujer que cada tanto aparecía en las redacciones de los diarios de aquellos días. Siempre con la misma denuncia: que le habían robado su hijito en la maternidad del Civit. Contaba, hasta que caía en agudas crisis de llanto y desesperación, que fue a reclamar al nosocomio varias veces y siempre le contestaban lo mismo, que su niño había fallecido. Insistía, molestaba. Hasta que un día uno de esos despiadados sujetos la condujo hasta la pileta de los cadáveres. De ahí empezó a sacar fetos. Se los mostraba a la señora y le preguntaba en cada una de esas pavorosas maniobras: “¿Este es su bebé?”

Los trámites para la adopción formal eran lentos y con muchas exigencias. Ello dio lugar a que se organizara el lucrativo negocio de venta de recién nacidos, justo en el lugar en el que venían al mundo, una clínica pública con un elevado número de nacimientos ya que llegaban a sus salas parturientas de toda la provincia.

Cuando los “donativos” de niños, asumidos por madres solteras de escasos recursos eran insuficientes no les quedaba más remedio a los “proveedores” que robar bebés y entregar a cambio a las madres, si lo solicitaban, un cadáver muchas veces también sustraído. Se les informaba a mujeres que pedían los pequeños cuerpos que ya habían sido derivados por posibilidades de contagio o alguna otra historia semejante. Lógicamente se trataba en muchos casos de personas para quienes la palabra de alguien vestido de blanco era algo totalmente creíble.

Por eso llama la atención que la madre no genética de una de las gemelas, le haya dicho cuando chica a Marta Liliana Chevrete, que era adoptada. ¿Cómo hizo el trámite si todo lo referente a asimilar a un niño como hijo era algo engorroso y lento, a veces con años de espera?

Uno de los misterios de este caso. Igual que lo ocurrido, ahora se pueden contar, a más de 3 décadas, detalles del “modus operandi” de esa banda enquistada en el hospital. Muchos de los que lucraron con esas barbaridades ya están muertos. Se desconoce si, como se dice, pagaron en vida sus terribles pecados, el accionar de esas garras que privaban a los niños de sus verdaderas madres. Y a estas de sus hijos. En aquellos años, la justicia, enterada de la situación, nunca metió preso a alguien. Todos sabían en el hospital quién era el gestor, el intermediario a quienes debían dirigirse los interesados en adoptar un bebé, mediante un suculento pago, se entiende.

Ahora salta un caso que podría ser emblemático de ese accionar delictivo. Eso, por las características de las hermanas de ser gemelas y haberse encontrado. Aunque algunos medios periodísticos que reflejaron la situación mencionaban un “error” del hospital. Puede ser…

Acaso la justicia debería iniciar una investigación al respecto. Los delitos cometidos por esa gavilla se supone que ya han prescripto. Los delincuentes supérstites hasta el día de hoy, los que robaron y vendieron bebés son ahora, por imperio de la justicia, tan inocentes y puros como esos angelitos que arrancaron de las manos de sus madres. Qué se va a hacerle.

El corolario de esta historia que puede tener características de leyenda hospitalaria, en la medida en que todo ya fue licuado por el paso del tiempo, el saldo en algo positivo, es que el estado provincial fue condenado a pagar 715.000 pesos en concepto de indemnización a Marta Liliana Chevrete y a sus padres biológicos, Irma Falcón y Román Chilote, por el daño moral ocasionado.

El dinero, lo que puedan hacer con él, disfrutar de su poder, les dará alegría. Pero el tiempo, ese río incesante, no vuelve hacia atrás. La infancia de las dos gemelas no transcurrió en la unión de ambas como la naturaleza dispuso. Adolescencia y juventud, tampoco. Les fueron borrados esos bellos soles de compañía y juegos. Ahora son dos mujeres adultas, con hijos.

Y brillan sobre ellas sonrisas de niñas y abrazos que nunca florecieron.

La Quinta Pata, 16 – 10 – 11

La Quinta Pata

1 comentario :

Anónimo dijo...

PUDIERON ENCONTRAR LOS REGISTROS DEL AÑO 1969???YO QUIERO AVERIGUAR CUANDO NACÍ
ADEMAS A MI MADRE(FALLECIDA) LE ROBARON UNA NENA, DEBE HABER NACIDO EN EL 71 O 72 TAMBIEN EN ESE HOSPITAL.SERÁ POSIBLE QUE NADIE ME PUEDA AYUDAR???
alaguna@tecniagrocuyosrl.com.ar

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