Carlos Almenara
*
Siempre merece respeto el tratamiento de la cuestión identitaria. Supone poner en juego cuestiones sentidas profundamente.
Las identidades incluso juegan un rol importante en la auto-percepción y en la construcción del yo.
Nos referiremos a las identidades políticas.
Hay un problema vinculado a cómo esas identidades operan en dos planos paralelos: el de una tradición y el de una construcción presente. Es fácil ver a lo largo de la historia argentina del siglo XX cómo entraron en colisión las tradiciones con las construcciones. Esa identidad como tradición, ese grito que “me” expresa y le dice al mundo quién soy, encarna muchas veces una voz propia, permite pensar-me en el mundo, situado, permite construir conciencia de mi situación desde un lugar. Me permite abrazar al otro porque sé desde qué lugar puedo abrazarlo.
Pero las identidades políticas no siempre funcionan así.
Muchas veces actúan como juegos de máscaras y espejos que sirven a señores sentados al borde de la sala, en la penumbra.
La identidad se vuelve así no una posibilidad de ser en el mundo sino lo contrario, la de un ser inauténtico, la voz de un otro.
La alienación es lo contrario de lo propio. Lo propio, lo auténtico, tampoco es, porque no es posible, autónomo. Lo propio de cada uno de nosotros es la voz que hemos construido en nuestro proceso de socialización. Por eso lo propio no es esencial ni inmutable, puede cambiar, evolucionar.
Leer todo el artículoEntonces lo propio, lo auténtico, ese auténtico que es también lo que han hecho de nosotros, ese auténtico no inmóvil, ¿cómo puede reflejarse en una identidad política?
¿Cómo podemos decir si una identidad resulta emancipadora o refleja el interés de otros?
El lugar que se ocupa en la distribución de los roles, la riqueza y el poder en la sociedad es determinante.
También es determinante la concepción ética. La política se ha convertido demasiado frecuentemente en una esgrima en que lo relevante es la suerte de los dirigentes políticos individuales. Si puede ello estar desvinculado de la comunidad de origen, las clases u otros colectivos solo puede remitirse a la ética del decisor. Vale arriba y vale abajo, donde es especialmente necesario no ser concesivo, el referente barrial que se salva solo, “entregando” a los vecinos es un problema político de primer orden.
El lugar propio y la suerte de los “míos” (como colectivo social) vemos que pueden ser una orientación clara del sentido que toman las identidades.
Queda, sin embargo, una muy extensa zona gris, de interpretación.
Pero también aparece muy claro cuándo las élites de conducción de la construcción que tiene la patente de la esa tradición la ha convertido en una identidad alienativa. Cuando sirven a titiriteros que no suelen subir a escena. Esas élites recurren a la mediación de un lenguaje alienante también él para inventar un foco que mira cosas que no tienen que ver conmigo ni los míos.
*Presidente EDE (Encuentro por la Democracia y la Equidad) Mendoza en Nuevo Encuentro -
c.almenara@hotmail.com La Quinta Pata, 23 – 10 – 11
La Quinta Pata
No hay comentarios :
Publicar un comentario