Ramón Ábalo
No es que se reproduzcan. Es que siguen ahí y cada tanto asoman la cabeza como para, sin hesitar, decir: "aquí estamos". Por ejemplo, los Aguinaga, todos abogados de estirpe conservadora, gansa, con fuerte exposición pública desde la judicatura y la política, siempre pegados a los factores del poder, como con la dictadura cívico - militar.
En el ocaso de esta, Alberto L. Aguinaga fue ministro de gobierno de la mano de Bonifacio Cejuela, el jefe, puesto ahí para darle una pátina de civilidad al poder conservador de los militares, y uno de sus descendientes, Juan Carlos, es ahora abogado defensor del ex comisario Carlos Rico implicado en causas de lesa humanidad que se ventilan en el juzgado federal de Mendoza. Y ya en el pantano ideológico, es también defensor de Otilio Romano rubricando "su inocencia" ante el jury de enjuiciamiento.
Otro mascarón es Nicolás Becerra, ex procurador general de la nación durante el menemismo, que robaba para la corona , y ahora es testigo de descargo de Romano en el mismo escenario. Otro que apareció en escena es Dromi, uno de los más sólidos en el entorno menemista, asesor de coimas y negociados y él mismo beneficiario de la mayor institución cultivada por el sistema: la corrupción. No podía ser de otra forma, cuando le antecede su cálida vocación "procesista" ubicada en los últimos tramos de la dictadura en la titularidad de la comuna capitalina de Mendoza. A tono con la esencialidad del menemato, había tarifado las audiencias que se le pedían como titular de la cartera de obras públicas de la nación en aquella época de la pizza y el champán. A sabiendas de que el pedido de audiencia tenía que ver con alguna obra pública a ofertar, los interesados tenían que oblar dinerillos que iban a parar a la caja chica propiedad exclusiva del ministro. Añorando su pasado mediático, Dromi reapareció la semana pasada en apoyatura a las políticas oficiales respecto a las limitaciones con el dólar y la más expectante, o sea sobre las quitas de los subsidios a los ricos en lo que hace al agua, el gas y la electricidad.
Apologistas de crímenes y criminales
El Aguinaga defensor de Rico y Romano, no pierde la ocasión de resaltar las virtudes de los implicados en el terrorismo de estado. Virtudes que fueron sustento de la "defensa de los valores del "ser nacional" y nuestras tradiciones" en contra "los delincuentes subversivos", por lo que los torturados, las violadas y los asesinados en los campos de concentración de la dictadura, bien torturados, violadas y asesinados están. Y los desaparecidos simplemente no están. En medio de situaciones conflictivas provocadas, reaparecen los exégetas de los crímenes de lesa humanidad. No ha pasado mucho tiempo en que el cura Pato, un lenguaraz oscurantista con asiento en Malargüe no fue menos contundente en sus decires y justificaciones de la dictadura, Lo peligroso es que se omiten las respuestas en el nivel de la justicia. Porque de lo que se trata es que esos personajes son pasibles de ser culpados de incurrir en la apología del delito de lesa humanidad. Con una mirada más aguda y actualizada, los organismos de derechos humanos de Mendoza están dispuestos a intervenir con el bisturí de verdad y justicia para incriminar a los apologistas. No menos peligroso es que esos guiños "procesistas" alimentan las añoranzas de la impunidad en los grupos poderosos, capaces de aventuras destituyentes, como viene ocurriendo en las altas esferas del poder.
La Quinta Pata, 20 – 11 – 11
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