Ramón Ábalo
El Paco Pérez, gobernador de esta Mendoza, y su equipo de la gestión provincial, no escapan al dilema que plantean las producciones extractivas, tales la minería, el petróleo, el gas y el uranio. Menos cuando está en juego la tradicional economía de producción basada totalmente en el agua, como lo es la vitivinicultura, la fruticultura, la olivicultura y otras, que dependen para su consolidación y expansión del agua que baja de la cordillera y se distribuye en toda el área agrícola. Y en toda el área territorial menduca, las personas y los animales, las arboledas, las acequias, el desarrollo urbano.
Latinoamérica, y en especial nuestro país, ya se sabe, están medianamente lejos de las peripecias de los países centrales, que sufren una crisis que se acentúa espasmódicamente: las medidas estatales en los papeles tienden a detenerla, pero la realidad de la vida cotidiana de sus poblaciones está en las calles con millones y millones de indignados.
En la Argentina los pobladores ganan las calles para exigir, en general legítimamente, más de lo ya logrado: trabajo, salarios, viviendas, salud, educación, seguridad, lo contrario de los indignados, que pelean por la sobrevivencia, concepto que deviene de a "como sea" en una realidad en la que ondea el neoliberalismo. No es poca la diferencia, pero igualmente explosiva para la gobernabilidad de uno y otro lado.
El conflicto social en nuestro país no es una persistencia en el límite de lo antagónico con el gobierno, pero mantiene una crispación colectiva que podría derivar en una conflictividad cotidiana y malsana socialmente, para el uso subalterno de una oposición igualmente subalterna pero dispuesta al todo o nada. En uno de esos extremos, está la desestabilización institucional. Se nota con la temática de la seguridad, en la que los voceros de la mano dura - Quiroga, Cassia - lanzan improperios que encabezan las tapas de los diarios y los espacios audiovisuales, con el cuento de terminar con la inseguridad, pero que son mensajes subliminales para "matar al enemigo", delincuentes y los derechos humanos.
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