domingo, 29 de abril de 2012

Caja de cambio con un arranque y dos reversas

Eduardo Paganini

Quedó planteado —por fin— el viejo tema del cambio pedagógico en la nueva escuela mendocina.

La Dirección General de Escuelas al enunciar recientemente “las diez líneas de acción” de su Política Educativa ha manifestado indicios de que su ritmo respiratorio no ha llegado a la apnea, y va en pos de una transfusión para que conjuntamente con docentes y padres revitalicen las energías perdidas. Resulta visible para quienes han participado del ámbito educativo mendocino durante las dos o tres últimas décadas que las capacidades generales de la actual Directora General de Escuelas, Prof. María Inés Abrile de Vollmer, la ponen en un sitial distinguido del Olimpo Didáctico Menduco. Sus méritos y virtudes se vinculan con la extensa trayectoria en el ámbito de la cosa pública, su claridad expresiva como oradora, la irreprochable estructuración de su lógica, y la portación de una personalidad afín con las inquietudes renovadoras en lo pedagógico —en la medida que ello fuera posible—, pero todo esto resultará demasiado desmedido si utilizáramos como parangón a funcionarios y funcionarias precedentes, socios del agrisamiento.

Las diez líneas de acción trazadas, motores de definición de estrategias pedagógicas y por ende laburo de aula, son un importante desafío para las comunidades educativas, y complementariamente un vital autodesafío para todos y cada uno de los funcionarios del actual equipo de conducción política pertinente. Repasemos la lista:
• Desarrollar un sistema de acompañamiento escolar real de los alumnos.
• Impulsar modelos institucionales y propuestas de organización de enseñanza flexible.
• Desarrollo profesional docente en función de las demandas educativas.
• Fortalecer y profundizar políticas de enseñanza.
• Consolidar equipos docentes que den coherencia a las políticas educativas.
• Hacer visibles las buenas experiencias educativas.
• Utilizar los recursos existentes en las escuelas con el fin de ponerlos a disposición.
• Discutir y revisar la propuesta formativa de la educación obligatoria.
• Desarrollar estrategias provinciales de evaluación.
• Fortalecer el vínculo entre la escuela y la familia.

Resulta imposible no adherir a esta serie de buenas intenciones para oxigenar la escuela de hoy en Mendoza, cómo oponerse a cualquiera de los ejes propuestos —por más utópicos que nos suenen, tanto nos hemos acostumbrado a este presente desapasionado y errante. Parece un conveniente conjunto de ejes que podrían llevar a la reparación en muchos terrenos de la remendada educación provincial —e inclusive nacional—, y estamos tentados a suscribir con ímpetu la acometida. Pero… Esa finalidad manifiesta de renovar y reparar la escuela, al mismo tiempo que mueve y empuja hacia un derrotero poblado de sanas expectativas y necesarios sueños, se traba y entrecruza con contradicciones internas, de tono tanto personal como institucional.
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Por un lado, están aunados en uno el conflicto ético de la credibilidad con el filosófico de la veracidad, ya que quien hoy en la Argentina porte aquel prestigioso valor de “larga trayectoria” deberá sostener —para homologarlo— el principio de la coherencia en sus conductas cívicas, puesto que a muchos de los que hoy implantan este decálogo de la recuperación escolar mendocina se los ha visto implantar, propugnar, propagandizar y reembolsarse otros proyectos, no sólo excluyentes del actual sino progenitores directos de las actuales situaciones sociales y educativas a reparar (para mencionar solamente a las vinculadas con la temática). El conflicto señalado, en síntesis, no apunta tanto a la integridad (“que se vayan todos”), a la moral (“son todos unos ladrones”), o a la eficiencia (“roba pero por lo menos, hace”) de los funcionarios, sino que se posiciona en otro territorio: el de los sujetos destinatarios, en sus creencias y su escepticismo. Puesto que puede llegar a ser —lamentablemente— muy probable que no den el primer paso del largo recorrido a trazar, convencidos de que puedan llegar a buen puerto. En otro terreno, es lo que le pasa al lector de cualquier matutino cuando se entera de que el presidente que hizo todo lo posible para privatizar YPF, hoy, expresa su adhesión por la recuperación estatal. Es decir: ¿cómo creerles? Por más que nos inundemos de optimismo y esperanza, ¿cómo hacemos para devolvernos la fe?

A ese primer conflicto señalado, se le agrega una segunda contradicción que podría tomar figura de rémora, por sus efectos de invisible lastre conspirador contra todo avance. Y aquí la naturaleza del obstáculo es institucional, porque en definitiva los “oficiales” de este comando en jefe educacional vienen participando desde hace algún largo tiempo, décadas algunos, en esos estamentos administrativos, propiciando acciones e instaurando discursos de pelajes diversos y sentidos divergentes. Las nóminas de los actuantes coinciden en el tiempo con los anteriores y los de antes y los de más antes… problema que no es solo temporal, sino que se complica en la identificación mantenida con diferentes gestiones de diverso tono, no solo partidista sino —que menos digerible aún— con encontradas miradas filosóficas. En la jerga de pasillo se suele denominar a este prototipo ministerial como “asesor permanente”, independientemente de su rango, y se los, y las, caracteriza por su permanencia, generalmente impasible, a pesar del cambio de mano dirigencial de turno. Con gran travestismo, han mudado de ropajes partidarios como de discursos ejecutivos, han instruido sucesivamente sobre la conveniencia de evaluar por calidades, por conducta, por lo cuantitativo, por ponderaciones, por promedios, por proceso, por …lo que la última Resolución Ministerial sancione; han compartido sus descubrimientos cronológicos sobre la gran importancia de la lírica, de la lectura, de la escritura, de la oración, del texto, de las recetas de cocina, de la comprensión de las consignas, de la ejercitación…; en fin, una adaptación al medio tan pertinaz y fiel que el diccionario de la calle suele designarlos como “veletas”, pero con la negativa cualidad de que muchos, una vez cancheros en el oficio de la supervivencia, no solo acompañan el sentido del viento sino que se transforman y lo redirigen. Para colmo de males, el “plantel disponible” es escaso, más por falta de renovación y creatividad que por capacidades existentes, ya que al parecer el conjunto de usuarios y usuarias de esos roles no supera las 250/350 personas (cifra que se reparten entre las fuerzas políticas responsables de la era democrática). Algo así como en los viejos circos pobres cuando una docena de personas se transfiguraba en el centenar de artistas que alegraban la función, con la justa diferencia de que nuestros funcionarios no generan sonrisas ni lo hacen por amor al arte.

La Quinta Pata, 29 – 04 – 12

La Quinta Pata

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