domingo, 29 de abril de 2012

Fobias mendocinas

Jorge Contreras*

La cultura de un pueblo se enriquece por los valores y se empobrece por las carencias, las costumbres maleadas, los prejuicios y las fobias. Los valores son un entramado espiritual donde se conjugan las creencias, los ideales, (como la sed de libertad y la búsqueda de la justicia); los hábitos buenos (como la equidad, la fraternidad); los gestos y costumbres edificantes que marcan el respeto y defensa de la vida como por ejemplo todo el marco convivencia que acompaña al recién nacido.

Nuestra cultura mendocina amasada por la originaria vertiente cristiana y la liberal positivista de fin y principio de este siglo; más los aportes político populistas y las corrientes de izquierda radicalizada más cercanas, desemboca en esta atomización de la cultura propia de nuestro tiempo. Aparece enmarcada entre una difusa y ambigua presencia de la cultura ancestral, (nuestros huarpes del centro y norte y los mapuches del sur) y la crisis de valores y actitudes de nuestro tiempo. Una muestra que avala esto es la pérdida del sentido de lo nacional expresada por ejemplo en lo poco que significan los símbolos patrios para las generaciones jóvenes, cautivados por otros signos que prefieren entusiastamente, muchos de ellos foráneos.

En este marco cultural aparecen nuestras “fobias”. La primera y tal vez de las más antiguas: el menosprecio por los aborígenes. La mención de la palabra indio/a lleva una connotación fuertemente despectiva. Nada se les reconoce, están marginados del universo cultural. Sin lugar a dudas que mucho tienen que ver las campañas al desierto (implacables genocidios) y las crónicas que los historiadores liberales nos hicieron llegar exaltando “la gesta de nuestras armas civilizadoras”. Gracias al trabajo de arqueólogos, antropólogos, estudiosos del folklore y aún de los mismos misioneros hemos podido valorizar la cultura de nuestros pueblos aborígenes. Su organización, sentido de la vida, respeto por la naturaleza, veneración al sol, la luna, la tierra. Sus trabajos, la alimentación; tejidos, lengua y arte; la aceptación del mensaje cristiano.
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Otra fobia: la sociedad culta rechaza al pueblo ignorante.

Sociedad culta: la de la alcurnia de sangre, la de la cultura liberal tipificada en los/as que alcanzaron las profesiones liberales y los ricos que amasaron poder económico. Esta casta abroquelada en los centros urbanos menosprecia al pueblo trabajador, al que hizo posible su riqueza. Durante toda la primera mitad del siglo todas las leyes, los centros culturales, la prensa escrita estuvo a “sus plantas”. El trabajador era el “entenado”, el vago y el ignorante, al que se le pagaba con vales porque no sabía utilizar la plata; el que sólo sabía surquear, podar y regar; y la mujer: lavar o cocinar. Si no había ido a la escuela, no importaba, mejor así; no sea que las letras lo pongan “rebelde”.

Así se fue perfilando por una parte una economía de acumulación de grandes capitales y de dominación creciente de los sectores laborales.
La Mendoza del buen sol y del buen vino, fue también la de la creciente desigualdad en la relación patrón-obrero.

Otra fobia puede denominarse fronteriza. Es la actitud bastante generalizada de los argentinos hacia colectividades que han migrado a nuestro país como los bolivianos, peruanos, chilenos, paraguayos y orientales.

A pesar de todas las prescripciones constitucionales con las que jurídicamente se abren los brazos a todos los pueblos, en las actitudes los mendocinos son fuertemente prejuiciosos a los migrantes que ingresan a nuestro país, sobre todo de las zonas de fronteras. Los vocablos “chileno o boliviano” llevan una fuerte connotación negativa, despectiva. Generalmente son contratados en trabajos a destajo, con magros salarios y sin ninguna cobertura social. La dicotomía permanente es: empresariado fuerte-peón rural. (Hombre-mujer) ignorante y además “intruso”. Estos campesinos que así solemos tratar, son maestros en el trabajo de la agricultura, en la construcción y en la madera. Para ellos todavía el trabajo es un compromiso de toda la persona en cuanto a la responsabilidad y la eficiencia. Tiene características de acción no sólo humana, sino como “sagrada”, como también lo era para nosotros hasta la primera mitad del siglo, antes de esta corrupción generalizada.

Sin duda tenemos muchas cosas que aprender de estos migrantes a fin de poder intentar un cambio de actitudes hacia ellos. Cambios que en los tres casos expuestos nos tienen que llevar a superar las fobias, para edificar una verdadera conciencia solidaria.

*Sacerdote del Barrio La Gloria

Diógenes, Revista de Difusión Cultural y Comunicación, Año I, Nº 2, 5 de diciembre de 1993. Propietario Alejandro Armando Crimi. Material facilitado por la Biblioteca Mauricio López de la Fundación Ecuménica de Cuyo, a quien agradecemos su gentileza.
Baulero: Eduardo Paganini

La Quinta Pata, 29 – 04 – 12

La Quinta Pata

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