domingo, 8 de abril de 2012

Entre la confianza y la envidia

Clara Marcela Franco Cadavid

Cada día resulta más complicado confiar en los demás, creer en sus intensiones, delegar decisiones importantes, dejar en las manos de otro lo que nos pertenece. Hace ya tiempo que prima la sensación de ser asaltados en nuestra buena fe, en todos los ámbitos de la vida. Todo aquel que se acerca es para hacernos daño en cualquier momento, son lobos disfrazados de ovejas que solo esperan la oportunidad para arrancarnos el corazón, la cartera o el empleo.

Resulta casi imposible avanzar en la vida con semejante zozobra, no se puede disfrutar del paisaje cuando los ojos siempre están puestos en quién camina a nuestra espalda, no se disfrutan los sonidos del silencio en el campo si el cerebro espera ansioso una detonación, no satisface una buena comida cuando se piensa que es demasiado costosa. Asimismo no crece una sociedad que no cree en sus capacidades individuales y colectivas. Hacia dónde caminamos si pensamos que el único final posible es la derrota, si siempre queremos lo que otro tiene y lo que alcanzamos nunca es lo suficientemente bueno.
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Cuándo vamos a entender que los únicos con el poder de sabotear nuestras vidas somos nosotros mismos. El escritor belga Maurice Maeterlinck decía: Los grandes hombres y mujeres tienen confianza en el destino, conocen parte de su porvenir, porque son parte de su porvenir ellos mismos. ¿Cómo confiar en los demás si no creo en mí? ¿Cómo disfrutar mis triunfos si quiero los ajenos? Tener ambiciones es sano hasta que nos convertimos en esclavos de la envidia.

Si la base de la sociedad ideal es la confianza, el pilar de una organización productiva es el trabajo en equipo y el gobierno modelo es aquel que trabaja por el bien común, por qué es tan complicado deducir que nos necesitamos unos a otros para caminar hacia el futuro, que mi felicidad y bienestar dependen no solo de mí sino también de quienes me rodean. No se puede ser tan arrogante como para creer que la autosuficiencia va de la mano con la soledad.

Las victorias compartidas son más gratificantes, hay más abrazos al final, más miradas de orgullo, más sonrisas de corazón, más historias que contar y más oídos abiertos para escucharlas. Tienen más versiones, son semillero de nuevas metas y comienzo de proyectos más universales.

Aprendamos a deleitarnos con las alegrías de extraños, disfrutemos de la sonrisa de aquel que viaja a nuestro lado en el tren, dejemos de verlo como si estuviera loco, tratemos de imaginar qué pudo haberle pasado a la mañana que ahora ilumina nuestro día con su dicha. Sonriamos al levantarnos y tratemos de mantener ese gesto en el rostro porque nunca se sabe quién podría necesitarlo.
Hagamos de vivir una experiencia maravillosa para todos aunque la naturaleza siga golpeando y las guerras continúen sin fin. Aunque las lágrimas de dolor persistan en bañar rostros de buenas personas. La vida nunca será justa pero en comunidad siempre será más llevadera.

Prefiere siempre apoyarte en el cálido hombro de un amigo antes que en un inerte bastón de madera.

La Quinta Pata, 08 – 04 – 12

La Quinta Pata

1 comentario :

Gustavo Nogueira dijo...

Al levantarte cada mañana , sonrie al mirar el cielo, otro dia comienza; frase dicha por mi querido viejo, que me demuestra tal cual lo que decis, que no nos sorprenda la sonrisa del otro, sino que nos gratifique poder compartir, un beso y gracias.

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