domingo, 27 de mayo de 2012

La oración del ángel del vino

Abelardo Vázquez

Piedad, Señor; para el que bebe
y sufre. Piedad, Señor
para el que bebe y sueña.
Botellas con el alma en desalojo
etiquetas vencidas y sombreros
de viejos sedimentos lo aprisionan.
Piedad por la botella de su vida
solo de sueños navegada apenas
y por la etiqueta de su pobre nombre
llamado Pedro o piedra o primavera.
Fue su costumbre cepa y siglos juntos
hijos, trabajo, tragos y camisas
un corcho el corazón que todos pisan
y un vegetal esclavo entre polleras.
Fue presidente y juez y siempre pobre
de puro pobre. A veces le costaba
irse muriendo, salirse por los huesos.
De puro nada, la nada lo vencía
piedad, Señor, para esta nada pura
que siempre que rezaba te bebía.
Él es tu sangre, sangre milagrera
apasionada y débil como un sauce
sauce que por las noches se de derrama
en las iglesias de color bodega.
Fue virgen y mártir, nunca pudo
asomarse a los ricos ni a la sombra
se le quebraba el tiempo de pensarlo
como una copa vacía y sin sentido.
A todos preguntó. A los gobiernos
al tabernero, al cura, al guerrillero
y un viejo gesto vestido de palabras
para salir feriado lo envasaba.
Rompió el cristal, la copa y la botella,
dejó el alma de pie junto al estaño.
Era de noche, noche y tinto juntos
y él separado y solo junto a Dios.
Piedad, Señor, para el que solo bebe
bebe y sufre y sueña lo que bebe.


Vázquez, Abelardo. Libro del amor y el vino. Mendoza: Ediciones Culturales de Mendoza, 1995. Págs. 11 – 12.

La Quinta Pata, 27 – 05 – 12

La Quinta Pata

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