Alejandro Frias
Vayamos al cine, pero de la mano del francés Jacques Rancière, autor de "Las distancias del cine" (Manantial), un trabajo que mira al arte de las imágenes en movimiento a través de varios tamices y desde la óptica crítica del galo.
A simple vista salta que no se trata de un libro sobre cine, o mejor, que no es un libro solo de cine, puesto que lo que propone Rancière es meterse de cabeza en el entrecruzamiento de lo que desde la pantalla se puede ver y oír con todo aquello que se suma, desde el centro hacia los bordes y viceversa, para que una película, una escena o una elemental toma sea lo que termina siendo.
Rancière sabe que nada de lo que sucede en la pantalla es casual, y mucho menos inocente, por eso, justamente a partir de las “distancias” enunciadas ya desde el título, va trazando las relaciones entre el cine y la literatura, la filosofía, la política y hasta la economía, desentrañando símbolos para dejarlos expuestos, desenmarañando las madejas donde pareciera que nada las enreda, construyendo desde la raíz no una forma novedosa de interpretar el cine, pero sí una estructura desde la que cada imagen lleva a la elaboración de preguntas y cada posible respuesta a la generación de más cuestionamientos.
El cine, ese lugar en el cual el arte y el entretenimiento difuminan sus límites, es un espejo de quienes están tras su producción. Por eso Rancière va dejando en claro, a lo largo de Las distancias… que el cine sigue siendo un espacio de militancia, sobre el cual sostiene, sin rodeos: “Se propone como la realización inmediata de un comunismo solo consistente en la relación entre todos los movimientos y todas las intensidades”.
La Quinta Pata, 10 - 06 - 12
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