domingo, 17 de junio de 2012

Lombrosismo nativo: el delincuente nace, no se hace

Ramón Ábalo

Entre 1945 y el 1948, fui medio secretario del que fuera gran poeta, abogado por necesidad y sinceramente comunista, Américo Calí. No era fácil sostener una identidad así, menos cuando Calí, como Marianetti, Bustelo, de la Vega, Saravia, y otros abogados del foro local, aferrados a la ideología marxista, tenían como tarea cotidiana, el sacar de las mazmorras policiales a presos políticos, la mayoría de la izquierda nativa, Y era frecuente que en el estudio del poeta se hablara de códigos penales, comerciales, un lenguaje jurídico en que se escuchaba denostar a teorías jurídicas, como el lambrosismo. Efectivamente, era escucharlo a Calí diciendo algo así como "estos represores caminan de la mano de Lombroso". Es que entonces era el momento en alza de las teorías de la llamada escuela positiva italiana y sus integrantes, que se limitaba a Cesare Lombroso, Ferri y Garófolo. Entre estos se destacaba Lombroso, considerado el fundador de la antropología criminal, con obras donde trata lo delicuencial, en títulos tales como: El hombre delincuente, La mujer delincuente, la prostituta y la normal y El delito político y las revoluciones en relación al derecho.

En ellos estudia a los delincuentes encarcelados y afirma que un cráneo de un viejo delincuente es comparable con la forma del cráneo de mamíferos inferiores: que el delincuente tiene un desarrollo embrionario incompleto, es decir, un estadio inferior del ser humano, o lo que es lo mismo, de características físicas correspondientes a estadios primitivos de la evolución. El delincuente tiene formas anormales, o dimensiones, del cráneo y la mandíbula, que se transmiten hereditariamente. Analiza la selección natural de Darwin para explicar la supervivencia de rasgos del más fuerte (sobre el débil). De la mujer: ocupa un lugar inferior en la escala evolutiva. No sienten pena y son insensibles a las penas de los demás; falta de refinamiento moral; las delincuentes son más viciosas que los hombres; estos defectos se neutralizan por la maternidad, la frialdad sexual y tienen la inteligencia menos desarrollada.
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Tanto Calí como con quienes mantenía calurosos diálogos ante una detención, casi siempre de militantes de izquierda, aparecía el "lombrosismo". Y, por supuesto, había una razón, porque de esa antropología criminal, o sea de Lombroso, se desprendía también que "los anarquistas (todo el arco de la izquierda) eran delincuentes políticos, criminales natos, vagabundos, ladrones y criminales natos". Para el represor nativo, si había leído a Lombroso, anarquista era igual a comunista, a socialista y después peronista, montonero, "perro", la patria socialista; o sea igual a delincuente y por lo tanto había que meterlos presos. Y la terapia también de la mano de Lombroso: "...en realidad para los criminales natos o adultos no hay muchos remedios: es necesario, o bien secuestrarlos para siempre en los casos de los incorregibles, o suprimirlos cuando su incorregibilidad los torna demasiados peligrosos". Para quien fuera gobernador de la provincia de Buenos Aires, el general Saint-Jean los luchadores populares eran "delincuentes subversivos, había que exterminarlos a ellos, a sus hijos, y los hijos de los hijos, a los amigos..." No debía quedar nada ni nadie que oliera a "delincuente subversivo". Práctica criminal que definió el carácter de lesa humanidad de la dictadura. Y ahora, para los Casia, el Quiroga padre, y varios más, la seguridad se consigue teniendo en cuenta que los delincuentes son seres inferiores en la escala de los seres humanos, y, por lo tanto, hay que exterminarlos.

Estos cavernícolas, seguramente que son lombrosianos por olfato, y afirman que el delincuente nace, no se hace. Es decir, una simple medición de su cráneo, de su mandíbula nos daría la versión segura de que ese fulano será un delincuente. No interesa si nació en cuna de oro o de barro. Y si los vagos de las villas son morochos, usan gorrita, de las orejas les penden aros y de sus cabezas las rastas. Esos rasgos responden concretamente al decálogo criminalístico del lambrosismo nativo: es un seguro delincuente. Meta balas nomás.

La Quinta Pata, 17 – 06 – 12

La Quinta Pata

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