domingo, 17 de junio de 2012

Los agoreros de la inseguridad en Mendoza

Ramón Ábalo

En la madrugada del miércoles se produjeron dos crímenes a mansalva para robar y/o ajustar cuentas. Una de las víctimas fue el abogado Vicente Moreno, que era además, defensor del juez y fiscal de la justicia federal de Mendoza, Otilio Romano, hoy fugado y con pedido de captura internacional. Tan sensibilizada está la llamada opinión pública, que enseguida empezó a circular y se instaló muy fuerte, en el caso Moreno, la versión de que hubiera sido un crimen vengativo por alguna de las víctimas de Romano por crímenes de lesa humanidad. Algo tan descabellado, que enseguida quedó descartado por los detalles que paulatinamente los investigadores policiales empezaron a poner en evidencia. Simplemente un robo, y dramático por lo que significa la muerte violenta. Como lo es también el asesinato, en la misma madrugada, de María de Lourdes Gordillo, de 52 años de edad. De acuerdo a las primeras investigaciones policiales, se podría tratar de un hecho de los denominados "crímenes pasionales". De inmediato se escucharon los discursos apocalípticos de la "inseguridad" de los Casia, los Quiroga, una especie de gorilas indignados pero que omiten sus malos humores cuando se trata del "gatillo fácil".

Sin que signifique una coincidencia, esos crímenes, como otros hechos delictivos menores, fueron justamente horas antes de la reunión de los organismos de derechos humanos con el gobernador. Una reunión con una visión muy crítica de los organismos por las políticas represivas, con víctimas también muy sensibles a cargo del "gatillo fácil", cuatro o cinco en el transcurso de quince días, dejando en descubierto, para los organismos, una acentuación de la visión "de mano dura" con que se pretende enfrentar al delito, una lacra que, indudablemente, ya es una pesadilla para la población. Un solo ejemplo, el del policía, Walter Darío García, que mató a un chico de 19 años que estaba en un baile. Lo habían distinguido – premiado - por su tarea ejemplar como policía. Sin embargo, se comprueba con estos casos que en gran parte el policía es alguien que solamente ingresa a la fuerza por el beneficio de una salida laboral y no se tiene en cuenta la vocación, salud mental, y otras yerbas, aptitudes indispensables para una tarea tan delicada como lo es el ser policía.
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Esto llamó la atención a los organismos porque en una tarea de indagar a fondo las políticas que se estaban trazando, aparecieron las debilidades ante sectores que son abanderados de "la dureza", que es algo así como aquello de que "hay que matarlos a todos", "entran a la cárcel por una puerta y salen por la otra", "los derechos humanos" defienden a los delincuentes". Pero además, la comprobación de que la "previa" está a cargo de comisarios y altas autoridades de la misma repartición. Esa investigación evidencia que, por ejemplo, cada comisario - o al menos gran parte de ellos - da instrucciones a su tropa para que se cumpla con un mínimo - al menos treinta - de detenidos, las mayorías jóvenes, todos menores, por "averiguación de antecedentes" aunque al momento de ser interceptados lleven sus documentos. Y peor, con la obligación de que todos, sin excepción, respondan a un patrón físico determinado: morocho, con mochila o bolsones, con el gorrito, cabellos largos, aritos y expresivos modales rebeldes y villeros, como si hubieran sido - los policías - instruidos en manuales de hace unos 50 años atrás, en que hizo furor en la judicatura criminológica mundial una llamada antropología criminal debido a Cesare Lombroso, italiano, nacido en 1835.

Y claro, el apocalipsis de la contra como práctica de la teoría del caos por el miedo y el terror para el logro desestabilizante del estado de derecho. Nada menos.

La Quinta Pata, 17 – 06 – 12

La Quinta Pata

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