Una señora tuvo familia y tuvo un varoncito. Los familiares empezaron a forzarla para que eligiera madrina o padrino.
- Yo, para mi hijo, quiero que sea lo más justo.
Y ahí nomás se ofrecieron varios santos para hacer de padrinos pero a ninguno quiso la madre porque no le parecían lo suficientemente justos.
- Yo voy a ser padrino de ese niño.
- No... Usted no ... Porque usted a veces se lleva madres que necesitan quedarse aquí, y eso no es justo
- Yo voy a ser la madrina de ese niño.
Y la madre dijo:
- Usted sí... Porque usted es justa ... Usted se lleva lo mismo a los pobres que a los ricos, a los chicos que a los grandes, a los buenos que a los malos
Y La Muerte fue la madrina. Y enseguida dijo:
- A los 21 años, tantos meses, tantos días, tantos minutos, yo me voy a llevar conmigo a este chico.
- ¡No! -dijo la madre-. Usted es la madrina... Usted no me lo va a llevar.
- Yo soy muy justa -retrucó La Muerte-, y aunque éste sea mi ahijado, yo me lo llevo igual.
Cuando el muchacho cumplió 21 años, ya se puso con la mosquita en la oreja que pronto le iba a tocar morirse. Y cuando llegó el mes, el día, la hora y el minuto, él agarró y se disfrazó de viejito, bien viejito, desgraciadito. Y justo había una fiesta por esos alrededores, así que, para ocultarse mejor, fue y se perdió en el gentío.
Y llegó La Muerte madrina a buscarlo, y el ahijado no estaba. Entonces La Muerte dijo para sí:
- ¿Qué hago? Primera vez que no voy a cumplir con lo dicho... No puede ser...
Y así empezó a caminar y a caminar, buscando a su ahijado. Hasta que por fin ella también escuchó la música de la fiesta, y para allá fue. A todas las caras las miraba bien para ver si encontraba al muchacho, y nada. Entonces dijo ella:
- ¡Buéh...! Ya que no encuentro a mi ahijado, me voy a llevar algún otro
Y La Muerte buscó entre todos los que estaban en la fiesta, y al fin encontró a un viejito, bien viejito, desgraciadito
Y dijo La Muerte:
- Éste ya no puede más, pobrecito
Y se lo llevó.
(Historia relatada por Petra Nieto en el programa “Historia de Cada Uno” del 10/10/94)
“Atenciones que se debe tener con las brujas”
Hay otra que le pasó a este mi tío abuelo, que era muy farrero. Una vez venía de madrugada, también de un festejo, y encontró a una mujer tirada al borde de la huella. Desnuda, en cuclillas, y con el pelo muy largo y muy negro se tapaba entero el cuerpo. Estaba muy frío el tiempo porque era una noche de invierno. Mi tío abuelo entendió enseguida que se trataba de una bruja que no había alcanzado a llegar a su guarida. Entonces, como la gente de antes era muy respetuosa con las brujas, él se acercó y la tapó con su poncho, para que no sufriera el frío. Después mi tío siguió camino a su casa. Allí durmió y pasó el siguiente día sin novedad, y volvió a dormir, y a la mañana, al abrir los ojos, se encontró con una sorpresa. Al lado de la cama de él, bien dobladito sobre una silla, estaba el poncho que le había dejado a la bruja y un faconcito de plata como muestra de agradecimiento.
(Historia relatada por Ángel Ortiz en el programa “Historias de Cada “del 3/10/94)
“Las venganzas del Gaucho Cubillos”
Les voy a contar una historia.
Yo era pequeña, había quedado huérfana, y unas chicas más grandes me llevaban en sulky al campo. Íbamos para el lado de los campos de Blanco Encalada, en donde - no sé si los indios o quién - habían matado al Gaucho Cubillos, y había ahí un nichito. Las que me llevaban eran una tía, como de veinte años, y otra chica de la misma edad que había venido de Buenos Aires. Por ahí, paró el sulky y bajamos a mirar la tumba del finadito. Pero la porteña tuvo la mala ocurrencia de decir:
- ¿Y a este lugar vinimos? ¿A ver a este finadito?... No puede ser... Qué vergüenza!...
Ahí mismo, mi tía caminó dos pasos y cayó sobre una montaña de espinas y se las clavó todas en el cuerpo.
Salimos disparando en el sulky, porque enseguida nos dimos cuenta de que eso había pasado a causa de la mala onda con que la porteña había tratado al finadito. ¡Bendito sea el Gaucho Cubillos, porque para nosotros los mendocinos es muy valioso...!
Y a mi tía, llena de espinas, la llevamos a Luján, a la sala, y todo el día le estuvieron sacando espinas del cuerpo. Fue el Gauchito Cubillos el que le hizo ese castigo a mi tía, pero se equivocó, porque se lo tendría que haber hecho a la porteña, ya que fue ella la que habló mal.
Esto sucedió hace más de 50 años, en los campos de Blanco Encalada, en donde está enterrado el Gaucho Cubillos, que Dios lo bendiga y lo tenga en Su Santa Gloria.
(Historia relatada por la oyente Edith de Lujan, en el programa “Historias de Cada “del 31/10/94)
Ariel Búmbalo y Alejandro Crimi (compiladores).
Relatos de radio: Historias de cada uno, Mendoza, Editorial Diógenes, 1995.
Baulero: Eduardo Paganini
La Quinta Pata, 22 – 07 – 12
1 comentario :
QUE LINDO ESCRITO....Y QUE LINDAS NOCHES AQUELLAS ESCUCHANDO EL PROGRAMA ..SALUDOS
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