Ramón Ábalo
Hasta en medio de las viñas asoman sus estructuras cientos de tragamonedas, una versión de la timba, que juntamente con la quiniela, la ruleta, el quini 6, la tómbola, y otras versiones menos sofisticadas se ofrecen en el mercado con el cuento de que su producido va a parar a las arcas del estado provincial para mantener e incrementar sus políticas sociales. Objetivos tan loables, solidarios y humanísticos atraen a millones de mendocinos de todas las edades, género y clases, los que diariamente dejan millones de pesos en esos aparatos, más los de la ruleta, dados y barajas que sirven al esparcimiento de los ricos que suelen invadir los hoteles cinco estrellas, que Mendoza como Luxemburgo y cualquier otra metrópoli que se precie de tal en el primer mundo, levanta en prácticamente cada cuadra de su geografía, todos ellos munidos de casinos. Hoteles de lujo y comodidad, hasta con suites presidenciales, muchos de ellas a pleno con los mandatarios que vinieron al Mercosur. Cinco estrellas, algunas de ellas con olor a lavado de dinero y otras menudencias.
Una ostensible masa humana de amas de casa, campesinos, jóvenes y laburantes de todo tipo, invaden a todas horas del día esos antros de esparcimiento. Y dramas hogareños. Porque esta timba - sin excepción - ese drama, es el soporte de una excepcional corrupción en la que se confunden funcionarios y especuladores de bolsillos poderosos, los que finalmente son los beneficiarios reales.
Hace decenas de años, cuando los juegos de azar, como la quiniela en los hogares, la taba, el mus, el poto sucio, el truco y tantos más, en comités, piringundines y cafés-bares de barrios, póker y rummy en clubes políticos de "la oligarquía familiar", todo ilegal según los códigos de faltas, el estado vislumbró un filón más para inflar sus arcas. Y entonces sacó leyes adecuadas, como la que fija y afirma que de entonces en más, los juegos de azar son monopolio del estado, una explotación exclusiva de la pasión timbera de su pueblo. Que sepamos, ese monopolio no ha sido anulado por otra decisión legislativa, por lo que el dinero que fluye desde los juegos de azar, viene a ser un dinero mal habido. Aunque no tanto, pero sí porque esos flujos crematísticos van a parar a bolsillos non santos, como los son los del grupo monopólico de medios - diarios, radios, televisión - Vila-Manzano, que es una de las empresas que concesiona las máquinas tragamonedas. De por medio, claro está. una serie de funcionarios que no pueden justificar como legítima la entrega de una fabulosa ganancia que en gran parte no la recibe el Estado para sus loables políticas de bienestar colectivo. Y de por medio, los controles y las investigaciones por malversación de caudales públicos que se pierden en los laberintos de la burocracia estatal, legislativa y judicial.
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1 comentario :
Seguramente mas allá de si los casinos se encuentran en los hoteles en mendoza, Las vegas o Luxemburgo, la atracción es la misma y seguramente las chances de ganar son semejantes, habrá que ver porque nos interesa ir
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