domingo, 1 de julio de 2012

Primeras impresiones del acto de camioneros

Guillermo Almeyra

Dejemos para el final lo grotesco y lo folclórico, peronista o simplemente argentino. Tomemos en cambio en serio las maniobras en el campo en el marco de una guerra de posiciones entre dos sectores –burocráticos- del Estado.

Lo importante de un acto en la Plaza de Mayo convocado por el sindicato de Camioneros con el apoyo solidario de algo menos de la mitad de los sindicatos de la CGT que, además, son los más chicos fue que una manifestación obrera masiva llenó la plaza y además lo hizo fundamentalmente para reclamar reivindicaciones de los trabajadores, el cese de las condenas por luchas sociales, la estatización del Banco Hipotecario para iniciar un amplio plan nacional de trabajo que mediante la construcción masiva de viviendas en todo el país dé trabajo digno y no mera asistencia social, a los desocupados, semiocupados y precarios, el fin de la tercerización y del trabajo en negro y la independencia de los sindicatos con relación al aparato estatal (del cual, hasta ahora, la burocracia sindical era parte y puntal).

El acto fue pues, bajo la cobertura de un enfrentamiento entre una parte de la burocracia sindical (es decir, del sector que expresa la influencia burguesa en el movimiento obrero y que procura consenso al gobierno del Estado capitalista y a éste mismo), un conflicto indirecto entre los trabajadores y el aparato estatal aliado a los patrones.

Esto marca una ruptura con el peronismo clásico, en el cual el presidente es por fuerza Líder y Conductor, al estilo mussoliniano y el movimiento obrero es un instrumento leal del mismo (una mera“pata” o “rama” de su aparato, formado además por la caricatura de un partido de jerarcas sin independencia alguna y por los barones institucionales, o sea, intendentes y gobernadores).
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Moyano, en efecto, separa ahora a un sector estratégico del movimiento obrero del Partido Justicialista, a cuya dirección renunció, y del aparato estatal, a sabiendas de que, al asumir nuevamente el 12 de julio como secretario de la CGT, el gobierno creará una CGT nª2, la de los Gordos y los “independientes” (que en realidad son dependientes del gobierno y meros dientes frente a los patrones y a la Casa Rosada), la cual funcionará como un rodaje más (“un Ministerio”, dijo Moyano) del Estado. De modo que Moyano y los camioneros aceptan un papel de oposición obrera, arrastrando detrás de sí a “su” parte de la CTA (Michelli), como los Gordos arrastrarán a la CTA Hugo Yasky.

Ese nuevo pluralismo estuvo presente en el acto mismo pues en éste participaron contingentes de ATE dirigidos por Víctor De Gennaro, muy ligado a la Iglesia Católica, además de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), maoísta, ex kirchnerista que, como el Partido Comunista Revolucionario, igualmente maoísta, o el MST, no tuvieron escrúpulos en unirse con la Sociedad Rural en la lucha contra las retenciones a los sojeros; también estuvieron fuertes contingentes del sindicalismo de clase y democrático influenciados por el FIT y, en menor medida, militantes de muchas organizaciones de izquierda, tanto de origen peronista como de la izquierda anticapitalista no partidaria.

La coparticipación en un solo acto sin problema alguno y la lucha que acaban de dar estos sectores y el moyanismo por objetivos comunes no sólo ayudará al FIT, o a la parte menos sectaria del mismo (el PTS e incluso IS), a romper sus prejuicios antiperonistas y a ser aún más eficaces en su trabajo sindical democrático junto a tendencias combativas no socialistas, como la Juventud Sindical, sobre todo en los sindicatos de los Gordos y los “independientes” que se identificarán con el gobierno y reprimirán con éste a todos sus opositores (del FIT o moyanistas, sin distinguir mucho).

La diferenciación en el acto mismo entre Facundo Moyano, de la Juventud Sindical, y su hermano Pablo, de Camioneros, y la diferenciación política esbozada entre el primero y Hugo Moyano (en la profundización del programa de lucha, en la necesidad de no poner una barrera contra la juventud cristinista y sí ponerla en cambio contra la derecha oligárquica), obligará a la izquierda socialista a no meter a todos los “peronistas” en una misma bolsa porque, en primer lugar, si el kirchnerismo no era ya el peronismo de Perón, por razones sociológicas e ideológicas, el cristinismo –que prescinde de la CGT y del PJ- crea aún más contradicciones y grietas en el aparato gobernante, que habrá que saber aprovechar políticamente.

La izquierda socialista, que menosprecia los programas de Huerta Grande y La Falda y quiere reemplazarlos por el Programa de Transición trotskista de 1938, podría aprender a romper la actual dicotomía de su accionar entre el obrerismo y el mero sindicalismo clasista, por un lado, y su propaganda socialista revolucionaria abstracta, por el otro, y a poner los pies en la tierra de las reivindicaciones transitorias, nacionales y democráticas, capaces de ayudar a crear pensamiento clasista, solidario, anticapitalista revolucionario. Si pudo hacer una acción en común con Hugo Moyano, podrá quizás hacerla con Facundo Moyano y la Juventud Sindical tan deprecada hasta hoy.

Es indudable por otra parte que las reivindicaciones del acto, si bien correctas, son insuficientes. Hay que agregarles la lucha por elevar el nivel de ingreso de ese 80 por ciento de trabajadores en blanco que no llegan, según la Presidenta, a pagar impuesto porque ganan menos que la canasta familiar. Hay que cerrar, en efecto, el abanico salarial, pero no bajando la varilla de los “obreros ricos” a los que apunta el gobierno sino subiendo la inferior, la de los pobres, para disminuir las diferencias salariales que existen entre los trabajadores especializados y los demás. Hay que acabar con los impuestos indirectos e imponer impuesto directo a las ganancias –no a los ingresos de los trabajadores-, a las grandes empresas, a los sojeros y los bancos. Hay que elaborar un plan obrero y nacional para hacer frente a la crisis mundial y defender el mercado interno.

De hecho, todo eso se planteará en las fábricas como conclusión del acto del 27 y de los conflictos que vendrán porque el gobierno, que juntó gente del duhaldismo, del menemismo, de Alsogaray y de otras procedencias semejantes, ha sufrido un fuerte golpe en su prestigio y en su capacidad de iniciativa, ha sido desafiado desde el frente obrero sin que la derecha oligárquica pudiese sacar de eso ningún provecho, y se ha debilitado al perder apoyo sindical y, al mismo tiempo, aparece débil ante los gobernadores e intendentes que se inclinan siempre por el que les podría dar más ventajas.

Moyano difícilmente pueda llegar a un acuerdo duradero con el gobernador Scioli y otros peronistas de derecha y, al mismo tiempo, radicalizar su política obrera para resistir al gobierno. No puede montar a la vez, por mucho tiempo, en dos caballos. Eso abre un proceso de crisis tanto en el cristinismo como en las alianzas moyanistas actuales. Veremos por lo tanto toda clase de emigraciones y mezclas políticas inestables. Como decía el Gran Timonel, que no era, por otra parte, ni Grande ni Timonel, “hay una gran confusión bajo el Cielo. La situación es excelente”.

Y ahora la parte bufa: la Zarina Cristina se fue a San Luis para no ver el acto. Inauguró un emprendimiento porcino. Con música de chamamé le dijo a Moyano “rejuntando los chanchos me acuerdo de ti” y entró en televisión por cadena nacional justo antes de que Moyano hablase, para hacerle saber que podía oscurecer las pantallas si se le daba la gana, faltaría más…En San Luis, siempre con música de chamamé, cantó “no me pii-se, no me eem-puje, que lo voy a pe- lear!” diciendo que los insultos le resbalaban por el collar de perlas mientras Moyano recordaba en la Plaza el enriquecimiento de la pareja presidencial y le peleaba los restos ideológicos de Perón.

Por su parte, el líder camionero convocó un acto masivo, que buena plata le costó al gremio, para enfrentar al gobierno, pero terminó pidiendo que lo convoquen a discutir, que no lo marginen, que sean pluralistas… Como decía la poesía satírica “Caló el chapeu, echó su manto al hombro, requirió la espada… Fuese y no hubo nada”.

Ojo: por lo tanto hay margen in extremis para la reconciliación. Todo depende del miedo que tenga la Zarina…

La Jornada, 27 – 06- 12

La Quinta Pata

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