Ramón Ábalo
Cada jornada que se desarrolla en los tribunales federales de Mendoza por los juicios contra genocidas, no dejan de deparar matices ricos en circunstancias, hechos y dichos que emanan de los testimonios. Esta semana pasada - ya se sabe, son dos jornadas por semana, jueves y viernes - no fue la excepción y surgió de testimonios como las de María Assof de Domínguez, madre de Walter y suegra de Gladys Castro, y actualmente presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Mendoza. Y, sin excepción, igualmente llenas de dramatismo, reiterando la esencia represiva, asesina en el marco de crímenes de lesa humanidad de la dictadura cívico militar. Pero lo más traumático, impactante en las fibras más sensibles de quienes concurrimos, es la reiteración también que surge de los responsables directos del genocidio, varios de los cuales han pasado y están en el banquillo de los acusados, allí apenas a unos pocos metros de la visión de uno. ¿Es que se les puede llamar o denominar seres humanos? ¿Lo es ese cura – monseñor Graselli – capellán de la marina, que atendió a María Domínguez, en aquellos años del 78, cuando logró llegar ante él para saber de su hijo Walter y su nuera Gladys Castro, que al momento de su secuestro estaba embarazada? ¿Lo es cuando casi alegremente respondió a la angustia de María: "...no se preocupe... las chicas embarazadas están muy bien..."? ¿Lo eran, lo son, aquellos que atendían a madres, esposas, hijas, hermanas, y a sabiendas de lo que ocurría respondían negativamente, incluso con humoradas, como aquellos del ministerio del interior, centro del esquema represivo y las órdenes respectivas cuando fue María y una treintena más para inquirir por sus hijas/hijos, y nada? ¿Los que ordenan y los que ejecutan la represión, el secuestro y la desaparición, y después regresan a sus hogares ejercen la paternidad y el amor como cualquier hijo de vecino? Como lo surgido del testimonio de María del Carmen Pérez, este viernes – ex esposa de Juan Antonio Fernández – que integraba la planta de la VIII brigada de infantería de montaña, quien le confesó a María, poco después de haber sufrido la desaparición de sus seres queridos, que su ex esposo conocía "que a las delincuentes subversivas embarazadas se las llevaban al asilo Monseñor Orzali, ubicado en el Parque, y que sus hijos eran dados en adopción...que a ese asilo llegaban mujeres (subversivas) de todas partes". Que ella y su esposo solían compartir tertulias y asados con altos jefes, donde se hablaba de lo que estaba ocurriendo... ¿Y los representantes del derecho, de la Justicia, de los jueces, los camaristas, los fiscales...los Miret, los Romano, los Petra Recabarren, los Guzzo?
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