domingo, 7 de octubre de 2012

Los huarpes de Cuyo (IV)

Finalizamos con la edición del detallado trabajo de Canals Frau sobre la vida y cultura de los huarpes, tarea que se ha podido efectuar merced a la generosidad de la Biblioteca Pública Mauricio López de la ciudad de Mendoza, quien nos ha facilitado el texto original. En cinco rubros había organizado el autor su exposición, dando hoy cierre con un panorama histórico que no está a la misma altura de la rigurosidad científica de los anteriores capítulos. Probablemente el estado evolutivo de la antropología, el peso de los presupuestos culturales propios de la época, la naturalización de la explotación social y económica, hayan operado entre otros factores para definir esta imprecisa visión cronológica. Esta última referencia no va en desmedro de la empresa investigativa de Canals Frau, cuyo aporte y dedicación obligan al homenaje de reconocimiento y satisfacción.
Eduardo Paganini

Salvador Canals Frau
(5) Historia.
Es indudable que los Huarpes, o sus antecesores directos, surgieron como pueblo histórico de una población más antigua que todavía era de cultura inferior. Su tipo racial Huárpido, que es uno de los más antiguos de América, es ya un indicio en este sentido. Pero lo señalan también toda una serie de elementos culturales propios de los Huarpes, y que lo son también de los pueblos de cultura inferior. Tal, por ejemplo, el curioso sistema de cazar a pie los venados corriendo tras ellos hasta rendirlos por cansancio; otros pueblos de cultura inferior, como los Querandíes, lo tenían también, como oportunamente vimos. O la técnica no menos interesante de la caza del pato en las lagunas, que hemos visto también; aun está en boga en muchos pueblos de economía recolectora de Sud y Norteamérica. O el uso de los punzones en las escarificaciones que se practicaban en las fiestas de iniciación. O los hornos de tierra, que servían a la primitiva cocina de los pueblos cazadores, y que han sido hallados, numerosos, en San Luis y Mendoza(1). O la división del territorio en distritos grupales de caza. O las balsas de totora. O la costumbre del levirato(2), etc., etc.
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Desgraciadamente, ningún yacimiento arqueológico ha aparecido hasta ahora que sólo contuviera elementos correspondientes a este tipo de cultura. Mas no faltan hallazgos aislados. Por otra parte, están los numerosos survivals señalados. Por todo lo cual no puede ponerse en duda de que el fondo antropológico y cultural de los Huarpes era antiquísimo.
A una etapa mucho más avanzada nos lleva el conjunto cultural arqueológico hallado en territorio huarpe que nosotros hemos llamado “cultura de Agrelo”. El lugar epónimo se halla en el antiguo Valle de Uco, en el sur de Mendoza. La cultura que denotan esos restos ya ha dejado de ser de tipo inferior, y muestra claras influencias andinas. Influencias que han de derivar de las primeras civilizaciones americanas.

La población cuyana de esa segunda época cultivaba el maíz, fabricaba cerámica negro-gris con simple decoración incisa(3), y moraba en viviendas de quincha. Pero aún no conocía, o no usaba, la cerámica pintada que es de influencias posteriores. Cuándo comenzó la aculturación de nuestros indios en el sentido andino, es todavía imposible decirlo con exactitud, aunque creemos que fuera en época no muy posterior a la del florecimiento de la cultura pan-peruana de Chavín.

Otra etapa, aun más avanzada en la evolución cultural de los Huarpes, es de época incaica. De los Incas recibieron entonces los más fuertes influjos y los más duraderos. Lo cual se explica fácilmente teniendo en cuenta que su territorio, estuvo ligado, al menos las partes más arrimadas a la Cordillera, al Imperio Incaico. De esto no hay duda alguna. Lo aseguran los cronistas Lizárraga y Suárez de Figueroa que pertenecen al siglo XVI, y lo corroboran numerosos otros hechos(4). Además, son varios los datos que señalan en el sentido de que en el valle de Uspallata existió un centro importante de elementos incaizantes. Esto resulta cada día más evidente. Indicios de ellos son las distintas ruinas de tambos puestos a la vera del largo “camino del Inca” que pasaba por allí. Lo sugieren también los caracteres que ostentan la mayor parte de restos antropológicos que se han desenterrado de aquella zona, y que al parecer son de tipo racial ándido al igual que los peruanos(5). Y lo señala igualmente la misma etimología del nombre del lugar, que pertenece al idioma Quichua y significa “lugar de cenizas”(6). Es teniendo todo esto en cuenta que el convencimiento se impone de que en el valle de Uspallata fueron asentados grupos de indios peruanos en calidad de mitimaes(7), como solían hacer los Incas en las provincias recientemente conquistadas. Como se sabe, la finalidad de los mitimaes era la de servir de núcleos positivos y permanentes de incaización.

Para fijar la fecha aproximada en que se construyó el camino del Inca, y en la que por ende se establecieron los Incas en esta región, podemos servirnos de dos datos indirectos: la sumisión del Noroeste Argentino, o sea, del antiguo Tucumán, al Imperio Incaico, lo cual según Garcilaso tuvo lugar durante el reinado del inca Viracocha, y la conquista del norte y centro de Chile por los incas Tupac Yupanqui y Huayna Capac, en la segunda mitad del siglo XV. Si consideramos que aquella importante vía de comunicación que pasaba por Uspallata, tenía como principal finalidad la de conducir a Chile, es lógico pensar que la fecha que nos interesa ha de estar ligada más con el segundo que con el primero de los mencionados acontecimientos. Es decir, que el establecimiento de los Incas en esta región no ha de ser anterior a la segunda mitad del siglo XV. Pues, es consenso general de que la duración del dominio incaico en Chile no pasó de los setenta años como máximo. Y la permanencia de los Incas en Cuyo no puede naturalmente ser mucho mayor.

Sin embargo, y pese al corto tiempo de su permanencia en estas regiones, no hay duda de que las influencias incaicas sobre nuestros Huarpes fueron muy intensas. Por ejemplo, la tradición mendocina atribuye a los incas la construcción de algunos canales de irrigación que los españoles encontraron en la zona en que se asentó la ciudad, y ningún argumento sólido se puede esgrimir en contra de ella. Antes al contrario, puede verse una corroboración de esa tradición en el hecho de que el término quichua mayu “río”, lo aplicaron nuestros indios a las acequias(8). Hay, además, una referencia histórica del año 1576 en la que se especifica que ciertos indios mendocinos, en determinado lugar, “sembraban para el Ynga”.

Por otra parte, en la misma zona de Mendoza, muy posiblemente en terrenos del actual Guaymallén, hubo en los primeros tiempos del período hispánico un fuerte incaico. Hay varias constancias documentales de la existencia del edificio que por la época estaba ya en ruinas. Los documentos llaman a esta obra defensiva “el Pucara” o “los paredones del Ynga que llaman Pucara”. La planta de esta construcción, hoy completamente desaparecida, era rectangular(9).

El mismo valor demostrativo que a lo anterior, ha de concederse también al número grande de indios cuyanos que en la segunda mitad del siglo XVI hablaban el Quichua. En la documentación de la época se alude a menudo a ellos, y hasta alguno es dado como cacique. Por lo demás, el P. Lizárraga corrobora el dato de que algunos indios de Cuyo hablaban la “lengua del Perú”(10).
Y lo que sucedía en Mendoza era también el caso de San Juan. Por ejemplo, un documento existente en el Archivo de la Oficina Conservadora de aquella ciudad, y que es de 1593, alude a la “Asequia del Inga” que pasaba por allí.

En las lenguas huarpes podemos igualmente ver la influencia incaica. Pues si bien está aún por hacerse el estudio comparativo de las mismas, al revisar su léxico es dable dar con vocablos que, cual pataka “cien”, mate “semilla”, kunuk “chicha de maíz”, mita “vez, turno”, etc., muestran una clara relación de dependencia con el Quichua, no sólo por su fonetismo, sino que también por su semántica tan sugestiva.
Finalmente que en la cerámica huarpe con decoración policroma es también posible señalar influencias incaicas, es por demás sabido.

Es probable que con los traslados de indios efectuados por los Incas comenzaran a desaparecer los Huarpes; el sistema de los mitimaes exigía el trasplante de poblaciones autóctonas enteras, para ubicar en su lugar a otras alóctonas(11) e incaizadas. Con la presencia de los españoles el mal adquirió mayores proporciones. Pues, en este caso, además de los factores naturales o biológicos que hacen que las poblaciones primitivas que llegan a entrar en contacto con europeos se extinguen con suma rapidez, en el caso particular de los Huarpes actuaron algunos factores particulares que hicieron que nuestros indios desaparecieran pronto como poblaciones independientes.

Tal vez el principal de estos factores específicos que colaboraron en la extinción rápida de los Huarpes, sea el de que la región de Cuyo, antes de fundarse la ciudad de Mendoza, perteneció al distrito de la ciudad de Santiago de Chile, y en consecuencia los Huarpes fueron encomendados en vecinos de esta ciudad transcordillerana. Y como nuestros indios eran conocidos como sumisos y poco belicosos, tenían que ir anualmente a servir su mita a sus amos que vivían allende la Cordillera. La situación no se modificó mayormente al fundarse las ciudades cuyanas, y encomendarse los indios aquí. Pues como las nuevas fundaciones se desarrollaban muy lentamente, y la región fuera considerada pobre e ingrata, muchos encomenderos de Cuyo comenzaron a irse a vivir en Santiago de Chile donde la vida era más fácil y existían mayores comodidades. Y en todos estos casos los indios cuyanos seguían cumpliendo su mita allende los Andes.

A esto se agrega que muchos de estos indios que iban a servir en Chile, morían en el camino o se quedaban allá, donde la incipiente economía chilena estaba necesitada de muchos brazos. En numerosos documentos se alude a esa lenta desaparición de los Huarpes, como en el caso de una escritura de toma de posesión de unas tierras sanjuaninas próximas a Guanacache, donde se consigna el dato de que un cacique llamado Ayen se había quedado solo y sin indios por habérselos llevado todos a Santiago de Chile(12).

Sin embargo, y pese a estos factores adversos, en el año de 1729 aún se hablaba la “lengua guarpe” en Mendoza, según consta documentalmente. Y la extinción definitiva de estos indios ha de estar relacionada con la fundación de pueblos de indios en Cuyo a mediados del siglo XVIII, en los que se reunieron los restos de la población indígena que aun quedaban.

(1) Estos hornos de tierra, que entre nosotros han sido indistintamente llamados ‘hornillos”, “botijas” y “hogares”, y a los que se han atribuido las más diversas finalidades, no pasaban de ser lo que expresa el nombre con que los designamos. Se trata de un elemento cultural muy conocido en Etnología y que se encuentra en numerosas partes de la tierra.
(2) Ver La 5ª Pata: (3) Estilo de Vida en Los huarpes de Cuyo (II), domingo, septiembre 23, 2012.
(3) Esculpida [NE]
(4) Canals Frau S., La cultura de los Huarpes, pág. 300 y siguientes.
(5) Constanzó M. de las, Datos sobre la Antropología, pág. 336 Aparicio F. de, Ranchillos, tambo del Inca, etc. (1940).
(6) De ushpa “ceniza” y llacta “pueblo, ciudad, comarca”.
(7) Especie de colono, poblador trasladado a otras zonas por el Estado para poblarla y garantizar la continuidad del vínculo geopolítico establecido [NE].
(8) El término no figura en las obritas lingüísticas del P. Valdivia, cuya finalidad era de carácter religioso. Pero se encuentra en un documento de 1574 que traduce la palabra huarpe Goazapmayu por “acequia de Goazap”. Archivo Nacional de Chile (R. A. 1892).
(9) Canals Frau S., Etnología de los Huarpes, pág. 140.
(10) Canals Frau S, Acotaciones etnológicas, etc., pág. 65 y siguientes.
(11) En contraposición a autóctono, remite al que no es originario de un lugar [NE]
(12) El dato es de 1617, y el documento se encuentra en el Archivo Nacional de Chile (R. A. 1364).


Las poblaciones indígenas de la Argentina: Su origen, su pasado, su presente , 1986, Hyspamérica Ediciones Argentina. S.A., Buenos Aires, Cap. II; Biblioteca Argentina de Historia y Política, Colección dirigida por Pablo Costantini. Primera edición: Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1953.

Baulero: Eduardo Paganini

La Quinta Pata

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