domingo, 18 de noviembre de 2012

Iglesia y homosexualidad: los macarras de la moral

Évelin Torre

La semana pasada se realizó en Capital Federal la “XXI Marcha del Orgullo Gay”. Miles de personas salieron a las calles a celebrar los logros alcanzados y, a su vez, a reclamar por otras deudas pendientes. El lema de este año fue "Educación en la diversidad para crecer en igualdad", que alude al cumplimiento de la ley de educación sexual integral.

La manifestación tuvo el colorido y el desparpajo acostumbrado y tras una concentración en Plaza de Mayo, los participantes se dirigieron a la zona de Congreso para cerrar con el habitual festival de música.

Por su parte, Mendoza también tendrá su celebración, pues la II Marcha del Orgullo LGTTB ya está programada para el 14 de diciembre, a las 19:00 en San Martín y Garibaldi.

Estas marchas han experimentado en los últimos años un espectacular crecimiento y esto tiene que ver, no solo con las conquistas obtenidas sino, fundamentalmente, con la liberación de los prejuicios que ha dado lugar a una sociedad más inclusiva.

Pero no todo evoluciona junto con la sociedad, y un ejemplo de ello es la iglesia católica. El tema viene a colación por el nombramiento del nuevo arzobispo de Mendoza, Carlos María Franzini, que fue promovido por el Papa Benedicto XVI, tras la renuncia presentada por José María Arancibia que alcanzó la edad para su retiro.

Franzini es conocido por su postura abiertamente opositora al gobierno nacional y por haber militado en contra del matrimonio igualitario.
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De hecho, en una de sus homilías sentenció sobre la necesidad de que el matrimonio formado por el varón y la mujer “sea cada día más valorado, promovido y protegido”, y agregó que no debe ser “injustamente discriminado al pretenderse asimilarlo a otras realidades que nunca podrán ser matrimonio”.

El prelado, en su crítica a la ley de matrimonio igualitario, pidió a nuestros representantes que “no traigan planteos importados y que en su gestión siempre privilegien el bien común, busquen afianzar la unidad e integrar la diversidad de nuestra inmensa y variada realidad nacional”.

Paradójicamente, lo que no tiene en cuenta Franzini es que de eso mismo se trata la ley, de integrar la diversidad a una variada realidad, consagrando la igualdad de derechos.

De allí que no se entiende porque la iglesia católica aún se desgarra las vestiduras en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo. De hecho, según dichos del mismísimo Benedicto XVI, el matrimonio homosexual “pone en peligro el porvenir mismo de la humanidad”, y en su escala de valores es más importante salvar a la humanidad de las conductas homosexuales o transexuales que evitar la destrucción de las selvas.

En este orden de ideas es fácil comprender por qué la iglesia católica enfrenta una grave crisis de confianza, con una importantísima pérdida de adeptos.

Los feligreses se dan cuenta de que las autoridades eclesiásticas están más interesadas en codearse con gente de poder, para mantener sus arcas repletas, que receptar los problemas de la sociedad y brindarle contención.

En una sociedad que avanza y evoluciona, la Iglesia se niega a modernizarse y ello le está costando muy caro, y la situación se agrava si tenemos en cuenta que el epicentro de la institución en los últimos años han sido los abusos sexuales a menores.

Y en este orden de ideas, tenemos que recordar que si bien en la República Argentina ninguna religión es oficial y se garantiza la libertad de culto, la Iglesia Católica Apostólica Romana tiene un status jurídico diferenciado del resto de los credos y el estado la sostiene económicamente, tal como figura en el artículo 2º de la constitución nacional. Se estima que la iglesia católica recibe del estado argentino aproximadamente 2.500 millones de pesos anuales.

¿No ha llegado la hora de exigir la total separación de la iglesia y el estado? Y no me refiero solo a dejar de solventar económicamente a esta institución que promueve la intolerancia hacia quienes no piensan igual, sino que debemos ir más allá, debemos exigir la no injerencia en las políticas de salud reproductiva y en general, en todas las políticas educativas y sociales.

¿O es que tenemos que soportar por mucho tiempo más las presiones de la jerarquía católica para que las políticas del estado estén de acuerdo con su retrógrada doctrina? ¿Tenemos que seguir creyendo que la fidelidad o la castidad son las únicas herramientas posibles para luchar contra las enfermedades de transmisión sexual? ¿Desde cuando personas que, en el mejor de los casos, son castos y en el peor, abusadores, son los mejores capacitados para ostentar dictados morales sobre sexualidad?

Alguien tendría que avisarles a estos macarras de la moral que los tiempos han cambiado fuera de sus burbujas, que no deben meterse en las vidas ajenas y que tenemos derecho a ser y sentir sin pedir permiso a nadie.

La Quinta Pata

2 comentarios :

Nadia Ruggeri dijo...

Coincido y me provoca mucha tristeza saber que las palabras que vomitan estos "personajes" de la iglesia tienen nada que ver con la realidad, lo genera que cada vez más nos alejemos de lo que supo ser un grupo donde se cultivaba la solidaridad y el no individualismo por miedo a caer en un agujero negro de dogmas retrógrados.

Nadia Ruggeri dijo...

Coincido y me provoca mucha tristeza saber que las palabras que vomitan estos "personajes" de la iglesia tienen nada que ver con la realidad, lo que genera que cada vez más nos alejemos de lo que supo ser un grupo donde se cultivaba la solidaridad y el no individualismo por miedo a caer en un agujero negro de dogmas retrógrados.

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